65

393 65 1
                                    

Durante la noche no dormí nada, no solo porque Alana no lograba conciliar el sueño, sino porque no podía dejar de pensar en ella. Según Tony, no podré verla por ahora, y es algo que me quema y me duele; en especial por saber que me guarda tanto rencor.

Uno de mis empleados entró a la casa y en su rostro supe que algo estaba ocurriendo.

—La hermana de la señora está aquí, señor.

—¿Qué hace esa mujer aquí? Por lo visto, ha venido a buscar más problemas. Me ha sorprendido en el peor momento. Hazla pasar.

No hizo más que entrar y mi mirada se posó sobre ella. Verla a ella hace que el pecho me duela tras recordar a Rachel.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí?

—Relájate, hombre. No soy Mariana, soy Karen.

—¿Se supone que te crea? Déjame adivinar, ¿has venido a restregarme el «te lo dije» en la cara?

—Aquí tienes mi identificación para que dejes de armar tanto drama — me extendió su identificación y pude notar que, en efecto, decía Karen—. ¿Más tranquilo? Ahora que recuerdo, no me había presentado anteriormente. Supongo que nunca es tarde. Es la primera vez que nos vemos en persona, ya habíamos hablado por teléfono anteriormente.

—¿Eras tú la de esa llamada y el correo?

—Hasta que al fin me recuerdas.

—¿Qué es lo que quieres?

—No tienes que tratarme de esa manera. Fíjate que no estoy aquí por gusto, pero me he enterado de lo que le hiciste a mi hermana Rachel.

—Los chismes vuelan rápido. ¿Y eso qué? ¿Ahora te harás la más preocupada?

—Pues claro que me preocupa lo que está pasando con ella. Para ser totalmente honesta, en estos momentos solo quisiera golpearte, pero sé que gastar mis energías contigo sería una pérdida de tiempo. ¿Cómo pudiste encerrarla en ese lugar? Es cierto que ella no está bien, pero no por eso debías darle la espalda. Preferiste salir del problema encerrándola en ese lugar, que haciéndote cargo de lo que tú mismo alimentaste. No eres más que un cobarde. Si no estuviera mi sobrina de por medio, me hubiese llevado a mi hermana lejos de ti. No la mereces. Con tu inseguridad, egoísmo, miedo y sed de venganza, no has hecho nada más que lastimarla.

—No hace falta que vengas aquí a decirme lo que ya sé. Si eso era todo, lárgate.

—Ahora te aguantas y me escuchas, idiota. Rachel no necesita más de lo que ya tiene. ¿No sientes ni un poco de culpa por lo que has provocado? ¿Tienes una idea de lo sola que debe estar sintiéndose? ¿De lo difícil que será para ella estar lejos de su hija? ¿Tienes una idea del trato que le estarán dando ahí dentro?

—No te hagas la puta hermana preocupada, la que le interesa lo que pase con ella, porque sé perfectamente que tú y esa otra maldita no han hecho nada más que hacerle la vida imposible. No he sido el único culpable aquí, ustedes también han tenido mucho que ver. Querían que perdiera poco a poco la cabeza y lo han conseguido. ¿Debo aplaudirles?

—Te equivocas. Aunque me haya mantenido distante de ella, siempre he querido su bienestar. La he protegido mucho más que tú. ¿Dónde estabas cuando la Andrea trató de matarla? Todo esto ha sucedido en tus putas narices y eres tan inútil que no has podido protegerla. Si yo no hubiera estado presente, ya Rachel no estaría viva, ni siquiera mi sobrina.

—Andrea ya está muerta.

—Claro, porque tuve que ensuciarme las manos o la historia hubiese sido otra. Aquella noche que Rachel fue a visitar la casa de tu hermana, Andrea trató de matarla también. ¿Lo sabías? Dormías con el enemigo, pero parece que te lo movía bien como para no haberte dado cuenta. Cuando Rachel más te ha necesitado, la has dejado sola. ¿Qué tipo de hombre eres tú? Te falta tener los cojones bien puestos para defender a tu mujer. Tal vez lo has hecho a propósito, porque claramente se nota lo poco que te importa su bienestar.

—¡Joder, no sabes nada! ¿Tú crees que estoy feliz por esto? ¿Tú crees que yo quería alejarla de nuestra hija y de mí? No, pero es lo único que puedo hacer para ayudarla. Ella necesita tratamiento, necesita superar todo lo que vivió. Ahora no importa pensar en quién tuvo o no la culpa, ahora es momento de apoyarla, de confiar en ella y en su fuerza, de estar al pendiente de su progreso, porque su mejoría no solo depende de nosotros, sino también de ella y las psicoterapias.

—La entiendo. Existen cosas que te marcan y te cambian la vida entera, no importa cuánto trates de olvidar, siempre quedan secuelas.

—¿Tú sí estás dispuesta a hablar, o también harás silencio? Ayúdame a comprenderlas. Yo necesito saber exactamente qué fue lo que sucedió, qué ha provocado esto en ella y en ustedes. No soy de rogar, pero esta vez, solo por esta vez, estoy dispuesto a rogarte. Si realmente te importa Rachel y tu sobrina, te lo imploro, háblame.

—Me estás pidiendo algo muy difícil.

—Lo sé, pero entiéndeme. Cuando creí que conocía todo de ella, resulta que me equivoqué. Soy el menos que la conoce.

Culpable [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora