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En la mañana siguiente, desayuné en silencio en presencia de él. No nos habíamos dirigido palabras desde ayer, pero nuestras miradas se cruzaban cada cierto tiempo. De hecho, dormimos en cuartos separados. No entiendo por qué se comporta de esta manera. No es como que esté esperando nada, pero me desconcierta su cambio de actitud. Según la Sra. Nany, estuvo fuera de la casa por mucho tiempo ayer.

—En la noche te dejaré llamar a tu papá. ¿De acuerdo?

—Lo que digas.

—Nany irá contigo al centro comercial. Tengo cosas que hacer y no puedo acompañarte — se levantó de la mesa y lo seguí con la mirada.

—Oh, ¿va a ir a trabajar, señor? — preguntó Nany.

—Acompaña a la señorita, por favor — evadió la pregunta y noté seriedad de su parte.

—Claro, señor.

—Compra todo lo que necesites. No te preocupes por el precio. Asegúrate también de comprar ropa adecuada para cuando te toque asistir a la universidad. Enviaré a Martín con ustedes, él es uno de mis muchachos, para que se encargue de todo lo que escojas y te sientas más a gusto — se detuvo al lado de mi silla y lo miré con desconfianza.

—Veo que no piensas dejarme regresar.

—Ya habíamos hablado sobre eso, duendecilla. Te daré tu espacio para que te manifiestes. Ya me tengo que ir.

—¿A dónde vas?

—Tengo unas cosas pendientes— besó mi cabeza y la frotó, como si fuera alguna especie de mascota para él.

—No soy una mascota para que me estés tratando así.

—¿Prefieres un beso en la boca?

—¿Quién va a querer un beso tuyo?

—Por supuesto que tú — llevó mi mano a mi mentón y moví la cara—. No me extrañes tanto — sonrió con arrogancia y desapareció en un mínimo instante.

¿Qué secretos está guardando?

—Es un maldito canalla — dejé escapar en voz alta.

—No diga eso, por favor. El Sr. Aiden es una buena persona.

—Está bromeando, ¿verdad?

—No. El Sr. Aiden es muy buena persona. De primera intención lo ves serio, pero cuando llegas a conocerlo bien, te das cuenta de su buen corazón. Los niños lo aman con locura.

—¿Los niños? ¿Qué niños? — pregunté confundida.

—Sus pequeñines.

—¿Pequeñines?

—Sus pequeños pacientes. Debería ver cómo su rostro se transforma cuando está rodeado de sus niños.

—¿Pacientes? ¿Cómo que pacientes? ¿De qué estás hablando?

—¿No lo sabía? El Sr. Aiden tiene una clínica pediátrica.

—¿Qué? — parpadee varias veces seguidas, sin creer lo que estaba escuchando.

—Es doctor en su propia clínica. Aunque también tiene varios colegas que lo cubren cuando no está. Creí que no volvería en un tiempo a la clínica, pues había estado fuera de la casa mucho rato y dijo que tomaría unas pequeñas vacaciones.

—¿Pediatra ese demonio? Esos niños están en peligro con ese desquiciado.

—No le diga así. El Sr. Aiden no es ningún demonio, ni mucho menos un desquiciado. Estuve trabajando primero para sus padres, pero él quiso que viniera a trabajar para él. Lo conozco desde que era muy pequeñito. Hasta le cambié los pañales varias veces. Es cierto que de unos años para acá ha cambiado mucho. Luego de la muerte de su hijo y de su hermana Rebecca él no ha sido el mismo.

—¿De su hijo? ¿Aiden tenía un hijo? — fue como un balde de agua fría por encima, al menos así lo percibí.

—Sí y no.

—¿Cómo que sí y no?

—No era su hijo biológico, pero lo quería como si lo fuera. Es una larga historia.

—Quiero saberla.

—No sé si deba decirle todo esto. El Sr. Aiden no le gusta que mencionen ese tema.

—Yo no le diré nada, pero cuénteme, por favor.

—Se llamaba Anthony. Tenía nueve años cuando tuvo ese trágico accidente donde él y su madre murieron. El Sr. Aiden lo atendía en su clínica, pero él y ese pequeño forjaron un lazo inquebrantable. Tanto así que el Sr. Aiden lo traía de vez en cuando a esta casa y también traía a su mamá. Esas visitas se vieron afectadas por la Sra. Andrea, pues agredía verbalmente a la mamá del niño a las espaldas del Sr. Aiden. La escuché en varias ocasiones, pero no me atreví a decir nada. Esa mujer es muy mala. Nunca me he agradado. En fin, la madre del niño dejó de visitar nuestra casa, aun así, el Sr. Aiden lo sacaba a pasear durante sus días libres. Una tarde, luego de su paseo, la madre llegó alterada al parque y le pidió al señor que no se acercara más a su hijo. Ella se lo arrebató prácticamente de las manos y se lo llevó en su auto. El señor no estaba de acuerdo con que ella hubiera tomado esa decisión, además de que no le dio una explicación, por lo que fue en busca de ella. Desafortunadamente jamás la tuvo, pues de camino a su casa, el auto en el que estaba el niño y la madre fue impactado por un camión. No murieron por el impacto, sino por la explosión que eso provocó al cabo de unos minutos. Él intentó salvarlos, tal vez sacarlos del auto a tiempo, pero no fue posible. Si la gente no lo hubiera apartado a tiempo, él también hubiera sido una víctima más de ese tragedia. Pensaron que perdería su ojo por culpa de los cristales que salieron expulsados debido a la explosión, pero afortunadamente lo único que quedó fue esa cicatriz.

—Qué horrible.

—Luego de eso, a esa mujer, la Sra. Andrea se le ocurrió decirle que ella le daría un hijo y era obvio que eso no iba a agradarle del todo, pero no sé por qué nunca la enfrentó. Esa mujer es muy caprichosa. Ha estado enamorada del señor por muchos años y ha inventado cada cosa que ni le cuento. El señor optó por operarse a las espaldas de ella. No solo por la presión que esa mujer le metía, sino porque piensa que no está capacitado para esa responsabilidad, pues no fue capaz de proteger al pequeño Anthony. Todo le cayó encima, pues después vino la muerte de su hermana. Él era adoración con ella. La trataba más como una hija que como su hermana, pero siempre estaban muy unidos cuando se veían. Enterarse de la muerte de su hermana fue otro golpe más que no pudo soportar. Me rompió el corazón haberlo visto llorar tanto, golpear cuanta cosa encontraba. Comenzó a fumar, a tomar, a encerrarse dentro de sí mismo. Cada día lo veía más deprimido y agresivo. Temía que su condición se saliera de control a causa de esto.

—¿Condición? ¿Qué condición? ¿De qué hablas?

—El Sr. Aiden padece de un trastorno bipolar. Cuando pequeño sufría de esos episodios, no eran tan recurrentes, pero sí los tenía.

—Pero ¿cómo alguien que padece de una condición como esa, puede estar ejerciendo una profesión como lo es ser doctor?

—Eso jamás ha sido un impedimento para él. Si supiera que desde que se convirtió en doctor y ha estado rodeado de niños, esos episodios han sido menos frecuentes. Diría que su trabajo es como una especie de terapia para él. Mucho más efectivo que las medicinas.

—¿Es cierto que Aiden ha cometido algunos delitos?

—¿Delitos? ¿Qué delitos?

—Alguien muy cercano a mí me dijo que él había cometido varios delitos. ¿Es eso cierto?

—No que yo sepa. Él nunca ha estado en la cárcel.

—¿Estuvo internado en un hospital psiquiátrico? —indagué.

—Sí. Cuando tenía once años. Estaba presentando indicios de su condición y los padres decidieron hacerle todas las pruebas que el psiquiatra creyó necesarias.

No sé a quién creerle, pues mi padre jamás me ha mentido. Además de que yo misma fui testigo del momento en que le arrebató la vida a ese tal Jonas e incluso le hizo esas cosas a Mathias. Se le notaba que no era la primera vez que hacía ese tipo de cosas, pues ni remordimiento mostró. Buena persona como lo pinta ella no es. Tal vez se ha estado disfrazando como un inocente cordero, cuando por dentro es el mismo diablo en persona.

Culpable [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora