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Aiden

Han sido días complicados. Quería quedarme con Rachel, pero tampoco puedo desatender a mis pacientes. Además, ella no ha tenido su espacio durante estas semanas, pues he estado buscando la manera de mantenerla concentrada en otras cosas y no en las situaciones difíciles a las que actualmente se está enfrentando.

Durante mi jornada de trabajo, Nitza entró a mi despacho y me señaló el teléfono.

—Su mujer está en la línea tres, doctor.

—¿Mi mujer?

—Sí.

Me fue sumamente extraño, aun así, respondí la llamada. ¿Cómo podría ser Rachel, si jamás le he contado sobre esto?

—¿Estás muy ocupado?

—No. ¿Sucedió algo en la casa, duendecilla?

—No.

—¿Cómo sabes el número de mi clínica?

—Es un secreto.

La única persona que pudo haberle dicho y que tenemos en común es Nany. Esa mujer tiene la lengua larga y la suelta fácilmente.

—¿Podemos encontrarnos en el Hotel Paradise?

—Ese ofrecimiento no lo hubiera esperado de tu parte, duendecilla.

—¿No puedes venir?

—¿Es esto una prueba? La última vez dijiste que no te buscara la vuelta solo para eso.

—Han sido días difíciles para los dos, pero te necesito. ¿Acaso no te hace falta esto tanto como a mí?

Esta pequeña ya se está pasando, poniendo esa voz tan seductora y excitante de repente.

—Si tu propósito era tener mi atención, ya la tienes. Iré inmediatamente para allá.

Si no me hubiera encontrado con ella frente a frente, no habría creído que realmente me hubiera citado en un Hotel. ¿Dónde está la timidez que la caracteriza? Incluso reservó una habitación para los dos, hasta la había ambientado con velas aromatizantes. Estaba vistiendo una bata negra y su cabello estaba totalmente suelto, algo que la hacía ver muy hermosa, pero muy diferente a como la he visto antes. ¿Qué sucedió con ella durante esas horas en que la dejé sola en casa?

—¿De qué se trata todo esto, duendecilla? ¿Qué te ha pasado tan de repente?

—Solo quiero pagarte con mi cuerpo todo lo que has hecho por mí. ¿Acaso vas a rechazarme? — dejó caer su bata y no pude evitar recorrer su cuerpo entero.

No sé si es por el tiempo en que estuvimos sin hacer nada, pero hoy su cuerpo se ve más apetitoso y formado. Esta chiquilla tiene sus mañas para ponerme duro fácilmente.

—¿Cómo podría rechazar semejante pastelito?

Culpable [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora