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Durante los siguientes meses, mi embarazo se iba notando cada vez más. Los malestares eran recurrentes e insoportables. A pesar de que las cosas entre Aiden y yo ya no son lo que eran, me reconforta saber que siempre está ahí para cualquier situación que se presente. Hemos visitado el ginecólogo frecuentemente, como también hemos visto a nuestro bebé, pero nos ha hecho esperar, pues no se ha dejado ver.

No niego que daría lo que fuera porque las cosas fueran como antes. Para mí no es suficiente que venga cada noche a leernos un cuento o a cantarnos, para después marcharse. Mi cama se siente tan vacía cada noche. Sé que es algo a lo que debo acostumbrarme, pero a medida que pasan los días, más me duele su ausencia. Ya no somos nada y lo nuestro está totalmente acabado, pero ¿qué hago si todavía dentro de mí guardo una esperanza?

La habitación la hemos ido preparando para la llegada de nuestro bebé. Aiden se ha esmerado con los adornos. La habitación se ve muy colorida y se nota el esfuerzo que le ha puesto a los dibujos de las paredes. Cuando no tengo nada más que hacer, entro a ese cuarto para contemplar cada detalle nuevo que le añada. Se puede notar lo ilusionado que está con la llegada de nuestro bebé. Ha comprado muchísimas cosas. Hasta agregó una estantería de libros con un sinnúmero de cuentos infantiles.

Nuestro bebé cada vez que escucha la voz de su papá, se mueve mucho en mi barriga. Es como si quisiera salir ya para estar entre sus brazos. No lo culpo, a mí también me gustaría estarlo.

Sus repentinos y buenos tratos solo me lastiman. Me hacen desear con todas mis fuerzas tenerlo para mí de nuevo. Cada momento que paso junto a él es más difícil. Solo puedo recordar lo que vivimos juntos. Aunque haya sido tan corto, para mí significó mucho. Quisiera sentir sus caricias, sus brazos alrededor de mi cuerpo y alimentar esa necesidad de probar sus labios de nuevo. Si no lo he hecho es por miedo a que me rechace. Él me dejó las cosas claras, así que tarde o temprano deberé aceptarlo.

Nos sentamos a desayunar en completo silencio, como la mayor parte de las mañanas. Él ha estado más tiempo en la casa, pues estoy en mis últimos meses de gestación y ha querido estar más al pendiente nuestro. Hoy es la penúltima cita con el ginecólogo, pues cree necesario seguir monitoreando mi embarazo. Hemos pasado algunos sustos, ya que había estado teniendo uno que otro sangrado. El doctor se lo achaca al estrés. En las últimas visitas es lo más que me recalca y he tratado de mantenerme tranquila, aun así, se me hace difícil. Cada día que pasa, el solo hecho de pensar que Aiden sea capaz de quitarme a mi bebé tan pronto nazca, me ha tenido muy cargada.

Aiden se levantó repentinamente de la mesa y tapándose la boca corrió en dirección al baño del primer piso. Escuché la puerta cerrarse y es algo que me preocupó. ¿Acaso le cayó mal la comida?

—¿Qué le sucedió tan de repente? — le pregunté a Nany, y ella solo sonrió.

—Tal vez náuseas matutinas, nada de qué preocuparse.

—¿Náuseas matutinas?

—Sí. ¿No se ha dado cuenta? El Sr. Aiden ha estado con malestares últimamente.

—Lo único que he notado es que se ve un poco más robusto.

—Sí. Parece ser que la ansiedad le ha hecho comer mucho.

—¿Qué quieres decir con eso de robusto? — escuché la voz de Aiden, y decidí cerrar el hocico—. Cuando el gato no está, los ratones hacen fiesta, ¿eh? — se sentó de nuevo en la silla y se arregló varias veces la camisa.

Parece ser que no le gusta que le digan robusto. Mentiría si digo que no me dio algo de gracia y ternura su actitud. No importa cómo se ponga, para mí siempre ha sido hermoso.

Vinimos juntos a la cita con el ginecólogo. Siempre que estoy cerca de esa máquina me pongo nerviosa, y eso que no es el primer ultrasonido que me realizan. El doctor siempre es muy amable con nosotros y tiene paciencia para responder nuestras dudas e inquietudes. Pudimos escuchar nuevamente el corazón de nuestro bebé. El semblante de Aiden siempre cambia.

—¿Todo en orden, doctor? — preguntó Aiden.

—Sí. Esta hermosa creación se ve muy sana.

—Puedo sentirlo, doctor— sus movimientos podía sentirlos claramente—. ¿Esta vez se ha dejado ver?

—Sí. Hoy está muy dispuesta a sorprenderlos.

—¿Dispuesta? ¿Acaso es una niña? — cuestionó Aiden.

—Así es. Felicitaciones. Tendrán una hermosa niña.

—¿En serio, doctor? — el rostro de Aiden se iluminó y lo vi sonreír como hace mucho no lo hacía.

Me sentía feliz, no puedo negarlo, y más viéndolo de esa manera.

—Significa que es nuestra pequeña Alana — su beso en la frente no lo esperaba y me tomó por sorpresa.

No sé si lo hizo por la noticia y la emoción o para hacerle creer al doctor que somos una pareja feliz.

Culpable [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora