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Rachel

El sonido de la puerta me llevó a mirar de quién se trataba, y era él, Aiden. Pensé que se había ido a trabajar y por eso no había regresado a la habitación.

—¿Te desperté?

—No.

—Te he traído esta sopa de vegetales. Tuve que cambiar el menú de último momento. Sé que odias los vegetales, pero me temo que tendrás que acostumbrarte a tu nueva dieta.

—¿Y esas pastillas?

—Vitaminas.

—Creí que sería una solamente.

—Deja de refunfuñar tanto. Te ayudarán a sentirte mejor y subirán tu hemoglobina, que la tienes por el piso por no cuidarte.

Me hacía falta algo caliente en el estómago.

—Odio los vegetales, pero Nany cocina delicioso.

—No le des mérito a otros, cuando quién lo hizo fui yo.

—¿Tú? ¿Por qué lo hiciste? Nany es quien mayormente cocina.

—Pues de hoy en adelante voy a prepararte la comida. Si quieres también puedo dártela en la boquita.

Odio tener que admitir que cocina bien. Aunque no sé si sea por el hambre que tengo.

—Tengo que ir a la clínica a organizar algunas cosas. ¿Te sientes bien como para acompañarme?

Con tanto secreto, pensé que algo así jamás saldría de su boca.

—¿Realmente está bien que te acompañe?

—Se supone que descanses, pero te conozco, debes estar harta de estar en estas cuatro paredes.

—Pues no te equivocas en eso. No me gusta vivir en esta incertidumbre.

—Las cosas van a cambiar.

—¿Por qué estás tan seguro de eso?

—Porque haré que todo sea diferente de ahora en adelante.

—Eso ya lo habías dicho, y para mí sigue todo igual.

—Créeme, las cosas van a cambiar para bien.

Cada día lo entiendo menos. Al momento de bajar las escaleras, noté que Nany no se veía por ninguna parte.

—¿Y Nany?

—Le di unos días de descanso. Ha trabajado por mucho tiempo y también merece pasar tiempo con su familia.

—Se siente un poco extraño. Regularmente sale cuando nos escucha bajar las escaleras.

—¿Te has encariñado mucho de ella?

—Sí. Es una buena persona.

—¿Buena persona? — sonrió ladeado—. No te preocupes por ella. En unos días regresa.

Me trajo con él a la clínica y las instalaciones se veían muy hermosas. Las paredes bien coloridas y con calcomanías de superhéroes. Aiden se detuvo en seco justo frente a la puerta corrediza y sacó de su bolsillo una mascarilla, la cual me puso él mismo.

—Esto es incómodo. ¿Por qué me pones esto?

—Aún no estás recuperada del todo. Se supone que debes protegerte. No te la quites.

—¿No estás siendo un poco exagerado?

—No — respondió sin titubear.

Cruzar las puertas fue como un paraíso. Si las calcomanías que había en los pasillos eran bien coloridas, la habitación en la que entramos lo era mucho más. Era una especie de salón de juegos. Es extraño encontrar algo así en una clínica. Por lo regular, las clínicas no tienen tanto color. Siempre emanan tristezas los pasillos y las habitaciones con esos colores sin gracia y pálidos. Eran pocos niños los que se encontraban sentados en una gran alfombra de colores, pero todos estaban atendiendo a un hombre algo mayor mientras cantaba.

—Qué lindos son. Se ven muy felices.

—Sí. Incluso en estas circunstancias y dificultades que se enfrentan cada uno de ellos, es bueno siempre tener un lugar donde sentirse vivo, divertirse y olvidar todo lo malo. Nosotros los adultos sabemos cómo lidiar con nuestras constantes luchas, mayormente nos aislamos de todo el mundo, mientras que ellos aún no tienen la capacidad de hacerlo. Esta área de la clínica la creé exclusivamente para que los niños puedan compartir entre ellos, jugar, distraerse, aprender, reír, que se sientan como en casa. ¿Quién dijo que visitar al doctor no es divertido?

Cuando se percataron de la presencia de Aiden, sin siquiera dudarlo, todos se levantaron y corrieron a rodearlo. Recordé las palabras de Nany, porque en efecto se veía muy sonriente al estar rodeado de todos ellos. Jamás lo había visto sonreír tanto. Por lo general, su sonrisa siempre es arrogante o amenazante. Lo más increíble es que se sabía los nombres de memoria, y así mismo me los fue presentando uno a uno. No estoy acostumbrada a estar rodeada de tantos niños y me sentía un poco nerviosa. Todos eran bastante sociables y activos, tanto que no dudaron en sujetarme las manos y llevarme al centro. Me hacían tantas preguntas que no sabía cuál de todas responder.

—¿Nos leerá el cuento con el lobo? —preguntaron al unísono.

—¿Quién es el lobo? — pregunté confundida y todos miraron a Aiden—. Qué buena comparación. Pues sí tiene buen aspecto de lobo — reí al imaginarlo con dos orejas puntiagudas.

—Sí, dejen que la hermosa Caperucita se nos una — la miradita que me echó me puso los pelos de punta.

Algo me dice que está planeando algo. Pude notarlo inmediatamente en su sonrisa. Cualquiera diría que se pusieron de acuerdo, pues los niños se sentaron cada uno en su lugar. Aiden habló con el señor y este nos facilitó los libros. ¿Qué se supone que haga en este caso? No pensé que realmente fueran a querer esto.

—Érase una vez una niñita que lucía una hermosa capa de color rojo. Como la niña la usaba muy a menudo, todos la llamaban Caperucita Roja...

Era como si se hubiera convertido en otra persona. Recreando las escenas y sonidos del cuento, provocando en cada niño una fuerte carcajada. No tengo el mismo carisma y soltura que tiene él, pues si hasta cuándo estudié hacía todo lo posible para no dar informes orales por miedo.

—¡Abuelita, abuelita, qué ojos más grandes tienes! — exclamé.

—Son para verte mejor — respondió.

—¡Abuelita, abuelita, qué orejas más grandes tienes!

—Son para oírte mejor —susurró, ensanchando una maliciosa sonrisa.

—¡Abuelita, abuelita, qué dientes más grandes tienes!

—¡Son para comerte mejor! — su repentino acercamiento me robó hasta el aliento.

Por alguna razón, no podía ver a ese lobo del cuento, es como si cada línea la estuviera recitando realmente él, pues siempre habla en un doble sentido. Además, con esa sonrisa tan maliciosa, lo hacía más evidente.

Los niños parecían disfrutar de nuestra pequeña actuación, la cual no puedo negarlo, disfruté hasta el final. Esta nueva faceta, extrañamente me hace sentir mariposas en el estómago. Quién diría que detrás de ese hombre tan sádico, arrogante y prepotente, existe también este que tengo en frente. Una sonrisa tan real y sincera, capaz de deslumbrar a cualquiera; no iba a ser yo la excepción. Si me hubiera mostrado esta faceta desde el comienzo, hubiera podido caer rendida y sin remedio bajo su encanto. Me gusta... Me gusta mucho...

Culpable [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora