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—Es un gusto para mí conocerte, Srta. Lily. Me llamo Antony, pero me dicen Tony, así que me puedes llamar como gustes.

—Que amable sujeto.

—¿Por qué has dado la cara por Rachel? ¿Por qué apareciste justamente en el momento que pregunté sobre Rebecca? ¿Estuviste presente esa noche?

—Por supuesto que sí.

—¿Tuviste algo que ver con el asesinato de Rebecca?

—Por supuesto que sí — cruzó las piernas y levantó la cabeza, demostrando que estaba muy interesada en el tema y mis preguntas.

—¿Tu mataste a Rebecca?

—Por supuesto que sí — su tono indiferente me llevó a insinuar muchas cosas.

—¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste, Lily?

—Porque se lo merecía.

—¿Por qué se lo merecía? Tengo entendido que eran muy amigas.

—¿Amigas? — soltó una carcajada y me quedé observando esa repentina acción—. Esa estúpida nunca fue mi amiga. ¿Por qué se lo merecía? Porque me tenía harta de su hipocresía, cinismo y abuso. Ella no merecía nada de lo que hice por ella, solamente abandonar este miserable mundo. De lo único que me arrepiento es de no haberle desfigurado la cara, pues ella valoraba más su apariencia que nuestra supuesta amistad. Es irónico, ¿cierto? Las mismas personas en las que depositas tu confianza o dicen apreciarte y quererte, son las mismas que no dudan en apuñalarte por la espalda. Eso era Rebecca, una traidora que no dudó en lastimarme y me cansé, me harté de sus mentiras y sus abusos. Si pudiese echar para atrás el tiempo, la hubiera vuelto a matar una y otra vez.

—¿Exactamente qué fue lo que te hizo?

—Abusó de mi confianza, permitió que esas niñas estúpidas me golpearan hasta el cansancio; no obstante, no le fue suficiente con burlarse de mí y engañarme, sino que grabó todo lo que me hacían para subirlo en las redes. Qué buena amiga, ¿cierto? Pisoteó mis sentimientos, jugó con el cariño, el amor, la confianza y el aprecio que le tenía. La amaba, realmente lo hacía y por eso la perdoné tantas veces pensando que solo se había equivocado, pero la realidad era otra, por eso decidí darle el descanso eterno que se merecía.

—¿La amabas? ¿Cómo la amabas?

—La amé, Sr. Tony. La amé con toda mi alma y me falló, me lastimó como jamás pensé que lo haría. Me regocija el hecho de haber sido la última persona que estuvo con ella. Descansé a su lado, cuidé de ella y la abracé fuertemente. Estaba tan acostumbrada a su frialdad, que su frío corporal, no era tan distinto a lo que me brindó siempre. Tuve la dicha que esas perras no tuvieron, pues la tuve entre mis brazos hasta partir al otro mundo. Eso me llena mucho más que haber tenido que lidiar por más tiempo con su maldad e indiferencia.

Ese amor no parece haber nacido de su amistad solamente.

—¿La amaste como tu amiga o como amarías a alguien más?

—Haces muchas preguntas, Sr. Tony. A veces es mejor guardarse las cosas para uno solo.

—Lo siento, Lily. ¿Podrías traer de vuelta a Rachel?

—No.

—Necesito hablar con ella. Por favor, permíteme hacerlo.

—No.

La puerta se abrió repentinamente y tras ver a Aiden, me levanté de inmediato.

—No puedes estar aquí, Aiden.

—¿Y esta grata sorpresa? ¿No te enseñaron a no espiar conversaciones ajenas? — lo enfrentó Lily.

—No sé quién seas, y para ser totalmente honesto, no me importa. ¡Devuélveme a mi mujer!

Culpable [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora