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—Me tienes bien inflamadas las pelotas. Lárgate, antes de que te arranque la lengua de raíz. Luego de esto, espero no te cruces por mi camino nunca más o lo último que verás, será a mis perros alimentándose de ti.

Comencé a silbar suave en el momento que escuché la puerta de la habitación abrirse. Se veía muy molesto y creo que ahora viene a darme una descarga. Debo evitar a toda costa que lo haga. Cuando está así, sí me da algo de miedo.

—Creo que sería conveniente que te vayas a dormir. Te ves muy cansado y estresado.

—¿Otra vez espiando conversaciones ajenas?

—¿Yo? Eras tú quien estaba gritando. ¿Quién querría oír tu conversación?

—¿Aún tienes pensado irte?

—No creo que debamos hablar ahora. Debes irte a descansar o a meditar. Un rompimiento no es fácil.

—Lo dice quien nunca ha tenido novio.

—¿Y eso qué? ¿Para ser igual de infeliz que tú o que me rompan el corazón así? Mejor me quedo como estoy.

—Ah, ¿sí?

—Fue horrible lo que le dijiste. Aunque me caiga mal y esté resentida con ella, eso tuvo que haberle dolido. ¿Cómo pudiste pisotear sus sentimientos así?

—Es algo momentáneo. Pronto encontrará alguien a quien arrimarse y dejará de hincharme los huevos. Ahora bien, Srta. Rachel. Espero sea la última vez que te comportes de esa manera.

—Como que los papeles se han intercambiado de un momento para otro. No eres mi papá, para que me estés dando sermones o me digas qué hacer.

—¿Acaso estás queriendo coger vuelo, duendecilla?

—Quítame ese sobrenombre tan feo. Yo no soy ningún duende.

—Con lo pequeña que eres, eso es lo que pareces.

Maldito idiota.

—Ahora tendremos casa sola. ¿Qué planes tienes?

No había pensado en ese detalle y con la mirada que me dio sentí que me desvistió y ni siquiera disimuló.

—¿Casa sola? ¿Planes? Yo... me voy a dormir.

—¿Dormir? Es muy temprano.

—No. Es la hora perfecta para hacerlo.

—¿Te parece? — arqueó una ceja y asentí con la cabeza.

—Sí. Yo... yo llevaré este cuchillo a la cocina. ¿Me dejas espacio para pasar?

—Adelante. No te estoy deteniendo — se echó a un lado.

—Que bien. Gracias — suspiré aliviada y salí de la habitación.

Que suerte. Pensé que, si me quedaba un segundo más ahí dentro, ese hombre me atacaría. Esos recuerdos invadieron mi mente y mi corazón se aceleró. Esto no está bien. Acaba de terminar con ella prácticamente por mi culpa y me siento mal por eso. Aunque esa mujer me hierve la sangre, fue muy crudo al momento de hacerlo y considero que existen formas de hacer las cosas sin llegar a esos extremos. No puedo permitir que venga a pasar el macho conmigo solo porque terminó con su novia. Ahora mismo solo somos enemigos. Al menos así me ve él por toda la situación. Además, me da temor de que algo suceda y comience a sentir cosas por ese hombre que en cualquier momento puede darle un arranque y hacerme algo malo. Hasta que no demuestre mi inocencia no estaré tranquila.

—¿Así que quieres jugar al gato y al ratón? — los brazos de Aiden rodearon mi cuerpo, presionándome contra el lavavajillas.

—Oye, ¿qué crees que haces? Respeta. Ella debe estar por ahí todavía.

—No. Ya su auto no está. Solo estamos tu y yo aquí — recostó su cabeza de mi hombro.

—¿No sientes ni un poco de culpa por lo que hiciste?

—Sentiré más culpa si dejo pasar esta oportunidad de acribillarte en esta posición. Te dije que no juegues conmigo y lo has estado haciendo, ya he tenido suficiente — sus manos agarraron mis senos por encima de la blusa y me tomó por sorpresa.

—En primer lugar, ¿por qué sigues haciendo esto? Dijiste que me odias.

Escuché su risita juguetona y maliciosa en mi oído, y crucé mis piernas.

—Te odio; pero con la misma fuerza e intensidad que deseo romperte. ¿Me dirás que no quieres lo mismo?

Culpable [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora