52

483 70 3
                                    

—¿Se encuentra bien, señora?

—Sí.

—Es la Sra. Andrea— comentó uno de ellos.

—Llevaré a la señora a su habitación. Debemos informarle de esto al Sr. Aiden.

—¿Y Lucas? — cuestioné.

—Se suponía que estuviera con usted.

—No. Él desapareció de la nada.

—No se preocupe por nada. Nosotros nos encargamos.

Entramos a la casa y con quien me encontré fue con Nany.

—¿Qué ha sido ese sonido?

—Un disparo— respondí.

—¿Un disparo?

—Era la Sra. Andrea — comentó el hombre.

—¿Andrea está aquí? — parecía muy sorprendida.

—Estaba... — respondió él.

—Mi hija... — murmuró Nany—. ¿Dónde está ella?

—¿Tu hija, Nany?

—¿Qué fue lo que sucedió ahí fuera, señora? — indagó el hombre.

—¿De qué vale dar mi versión, si tú jefe no va a creerme una sola palabra? Probablemente piense que fui yo quien la mató.

—¿Está muerta? — Nany parecía muy afectada con mis palabras.

—No quiero hablar más. No me siento bien.

—¿Qué sientes? ¿Es el bebé?

—Quiero estar sola. Subiré a mi habitación.

—No puedo dejarla ir así. Me han encargado cuidarla.

—¿Cuidarme? Sí, hace unos momentos me cuidaste bien. Casi pierdo la vida, aún con todos ustedes en la casa. Cualquiera diría que estoy viviendo con enemigos a mi alrededor.

Subí a mi habitación y me recosté en la cama. La soledad, mis miedos, los recuerdos y las desgracias, todo se juntó con un mismo fin; causando al final que me sienta más devastada y miserable. Es como si las paredes estuvieran murmurando y recordándome lo sola que estoy, lo inútil e infeliz que soy. La culpa ha recaído en mis hombros, doblegando su peso sobre mí y hundiéndome. Lo tenía a él y sentía que lo tenía todo, nada más me faltaba, pero ahora es como si en mi pecho hubiera un gran vacío incapaz de llenarse; un abismo al que he sido condenada por mis errores y el cual debo asumir.

Me odio; me odio a mí misma. Si por error me engendraron, ¿por qué no pudieron deshacerse de mí cuando aún tenían oportunidad? ¿Por qué tuve que venir a este mundo?

Por ser débil y por tonta es que me han ocurrido tantas cosas. Debí ser fuerte, luchar conmigo misma y reforzar mi mente. Algunas veces no puedo controlar mi propio cuerpo. Me vuelvo tan frágil que el control y la fuerza puede más que mi voz interior.

Este bebé es lo único que me mantiene con vida ahora. Es lo único que tengo y que me queda. Debo ser fuerte por él, levantarme, aunque no tenga fuerzas para continuar.

No sé con exactitud cuánto tiempo transcurrió cuando la puerta se abrió repentinamente y vi a Aiden. Pensé que estaba soñando, pues en su expresión pude notar preocupación. Además de que su respiración estaba agitada, como si hubiera estado corriendo. Es solo que debo tener presente que su preocupación es por el bebé, no porque le importe cómo estoy.

—¿Cómo está mi bebé?

—Bien.

Hubo un silencio incómodo, era evidente su disgusto, pues ni siquiera me miró a la cara.

—No tienes que torturarte o sentirte en la obligación de verme. Puedes hablarme a través de la puerta.

—Es increíble la manera en que has confirmado abiertamente la clase de persona que eres; si es que se te puede considerar una.

—Si lo dices por Andrea, pues ¿qué hubieras preferido? ¿Querías que me dejara matar por ella? Era ella o yo.

—Entonces, ¿fuiste tú?

—¿Por qué me preguntas algo que evidentemente te dará lo mismo? No importa lo que yo diga, pues no vas a creerme y tienes toda la razón del mundo para no hacerlo.

—Qué bueno que estés consciente de eso.

—Si era todo lo que querías, ya puedes irte. Quiero estar sola.

—Pues tú no decides eso. Estoy aquí por mi bebé, no por ti. ¿Acaso tengo que sacar una cita para pasar tiempo con él? No me jodas — se sentó en el borde de la cama, agarró la almohada y me la arrojó en la cara—. No te la quites. No soporto verte — sentí que levantó mi blusa y solo me limité a dejarlo.

Pude sentir el roce de la yema de sus dedos acariciar mi barriga y aunque su calidez fue algo que aceleró los latidos de mi corazón, sabía que debía tener presente que solo hace esto por nuestro bebé.

—En la granja había un gran alboroto: los polluelos de Mamá Pata estaban rompiendo el cascarón. Uno a uno, comenzaron a salir. Mamá Pata estaba tan emocionada con sus adorables patitos que no notó que uno de sus huevos, el más grande de todos, permanecía intacto... — su voz cambia tanto cuando está haciendo un cuento.

Tal vez estoy siendo egoísta en este momento y no tengo derecho de sentir emoción, pero ojalá pudiera sentir esto por más tiempo.

Culpable [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora