9

950 97 8
                                    

—En primer lugar, ¿qué me asegura que vas a cumplir con tu palabra?

—Deberás arriesgarte.

—¿Cómo se supone que voy a conseguir pruebas?

—Ese no es mi problema. Ahora bien, si tan segura estás de tu inocencia, estoy seguro de que encontrarás la forma.

—¿Qué harás si no lo consigo?

—La verdadera pregunta debe de ser, ¿qué no te haré?

—¿Y si lo consigo?

—Te devolveré tu dichosa reputación. Entre eso está también que vuelvas a estudiar y logres conseguir un trabajo. Con eso es más que suficiente.

—¿Eso también lo leíste?

—Sí.

—Quiero todo eso, pero también que te disculpes.

—¿Disculparme? ¿De qué?

—Por haber dudado de mí y por todo lo que me has hecho.

—Yo no te he hecho nada todavía.

—Quiero que me pidas perdón, eso es lo que quiero.

—No pierdas más tiempo y vete, antes de que cambie de opinión.

—Cobarde... — fui a abrir la puerta y me extendió su teléfono.

—Toma. Estaremos en contacto.

Su cambio de actitud me desconcierta. No sé si esto se trate de una prueba o algo más. Me bajé del auto y él se marchó tan pronto lo hice. De cierta manera sentí alivio, pero por otro lado el tiempo corre y no sé qué pueda hacer para demostrar mi inocencia. Estoy angustiada e inquieta. Esa noche solo éramos Rebecca y yo. No había, ni hubo nadie con nosotras. No tengo enemigos ni nada parecido, que yo sepa. Y desde esa noche he pensado que alguien hizo todo esto con el propósito de hacerme daño, pero ¿quién podría haber hecho tal cosa y por qué?

Estuve esperando por largas horas a mi papá. No me moví a ninguna parte. El tiempo pareciera que pasa volando. Mis padres vinieron hacia mí corriendo y me abrazaron entre los dos.

—Mi amor, ¿estás bien? ¿No te hicieron nada?

—Estoy bien, no se preocupen.

—¿Dónde te tenía ese desgraciado? En este momento vamos a encargarnos de ese demente.

—No, papá. No es necesario.

—¿No es necesario? Por supuesto que lo es.

—No quiero hacerlo.

—No debes tener miedo, pequeña. Sé que acabas de pasar algo muy malo, pero ese tipo no se va a salir con la suya.

—No pienso hacerlo.

—¿Por qué?

—Tengo algo muy importante que hacer. Regresemos a Utah, por favor. Él no volverá a acercarse a mí.

Estaba claro que era mentira, pero fue lo único que se me ocurrió para convencerlos.

Las horas de viaje fueron extensas. No dejaba de pensar en por dónde iba a comenzar. Ha sido un día extremadamente largo y estoy agotada, pero no quiero perder mucho tiempo. Le pedí a mi papá que me trajera a la casa en que me dejó quedar y busqué mi computador. Mis padres decidieron quedarse a dormir en una de las habitaciones. Busqué los últimos mensajes que escribí con Rebecca. Leí cada uno de ellos y en su mayoría lo más que hablábamos eran temas irrelevantes. No hay un solo día que no me sienta devastada por lo que ocurrió, no solo por lo que he vivido, sino porque la echo de menos. Lo peor de todo es que me culpan a mí de haberle hecho algo. Lo único que recuerdo de esa noche es que, como la mayor parte del tiempo, fui a quedarme a su casa. Recuerdo que estábamos celebrando el hecho de que íbamos a la misma universidad. Ella no quiso tomar porque debía madrugar al otro día y luego no se levantaría.

Culpable [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora