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Su silencio lo hacía mucho más inquietante.

—¡¿Por qué callas, maldito cobarde?!

—Porque decirte que no lo hice no va a hacerte cambiar de opinión, ¿o sí?

—¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué te empeñas en quitarme todo? Debes estar muy feliz por dentro viendo tu obra, ¿verdad? ¿Mandaste a esos empleados tuyos para hacer creer que se quitaron la vida y así mantener tus manos limpias? Mis padres jamás harían algo así. ¿Cuánto les pagaste, maldito infeliz?

Se mantuvo en silencio y más dolor me provocaba. Esa aguda opresión me hacía difícil el poder respirar. Lágrimas brotaban de mis ojos sin posibilidades de retenerlas.

—Claro, ahora lo entiendo todo. Querías que experimentara lo mismo que tú, porque aún sigues creyendo que maté a Rebecca. ¿Este es el infierno que me harías conocer? ¿Querías destruirme? Te felicito. Lo has logrado. Me has arrebatado lo único que tenía. ¡¿Estás satisfecho ahora?!

—¡No, no estoy satisfecho con nada de esto! No tuve absolutamente nada que ver, Rachel. Es cierto que odiaba a tu padre, es cierto que quería hacerte vivir un infierno, es cierto que antes hubiera dado todo por destruirte de todas las maneras posibles, pero te juro por la memoria de mi hermana que esto no lo hice yo. No tengo por qué mentirte, pero sé que no me vas a creer, porque yo también estuve en tu lugar y sé lo horrible que se siente. Estás en todo tu derecho de seguir creyendo que soy culpable. No tengo forma de demostrarte nada ahora, así que solo puedo pedirte que me des tiempo de investigar qué sucedió aquí y quién está detrás de todo esto. Solo espérame, ¿sí? — noté honestidad en sus palabras, pero eso no significa que le crea.

—Si tu no lo hiciste, entonces, ¿quién pudo hacer algo así? Conocía bien a mis padres, ellos serían incapaces de hacer algo como esto.

—Lo primero será irnos de aquí.

—¿Irnos? Yo no los pienso dejar ahí.

—Tenemos que irnos, Rachel. Esto solo confirma tres cosas; la primera, alguien quiere involucrarnos a alguno de los dos con esto; segundo, es muy probable que sepan que estamos aquí; tercero, no podremos demostrar nuestra inocencia si la policía nos encuentra aquí y nos llevan a la cárcel.

—¿Estás queriendo decir que debemos huir? Nosotros no tuvimos nada que ver.

—No lo entiendes. ¿Sabes de quién sospecharán primero? De ti. Sería el segundo evento donde casualmente estás presente. ¿Quieres volver a la cárcel y no poder demostrar tu inocencia, entregando a la persona que está detrás de todo esto?

—No.

—Entonces te pido, por favor, que confíes en mí. Te explicaré por el camino, pero vámonos ya.

No quería irme, pero su insistencia fue lo que me hizo hacerlo. Estaba manejando como un mismo loco.

—Es evidente que alguien está detrás de todo esto. Aunque no sé quién pueda ser. No quiero traerte malos recuerdos, pero por los signos que mostraban sus cuerpos, se notaba que tus padres debían de llevar unas cuantas horas de muertos.

—Eso no es posible. Yo escuché su respiración agitada en el teléfono.

—¿Y qué te asegura que haya sido de él esa respiración? ¿Te dijo algo en la llamada?

—No.

—Entonces no es seguro. Lo único seguro es que la persona que lo hizo debía tener su teléfono y si respondió fue porque sabía que ibas a preocuparte y llegar a la escena de inmediato, así podría limpiarse las manos e inculparte directamente.

—¿Quién querría hacer algo así?

—No lo sé, pero ahora debes andar con más cuidado.

—¿Y qué pasará con mis padres?

—Tranquila. Me encargaré de avisar a la policía de manera anónima, aunque estoy seguro de que ya deben estar por llegar.

—¿Por qué estás tan seguro?

—Porque todo indica que lo que quieren es hacerte daño a ti.

—¿Cómo podrían pensar que fui capaz de hacerle algo así a mis propios padres?

—Cuando estás involucrada o fuiste acusada, ya sea justa o injustamente de algo así, tu palabra deja de tener credibilidad. La policía solo busca a quien culpar con tal de no pasar trabajo y cerrar el caso, le importa un comino si eres culpable o no. Lo mismo hicieron con el de mi hermana, aunque en ese tu padre tuvo mucho que ver.

—No sigas atacando a mi papá.

—No hablemos de esto más. Debemos regresar a California inmediatamente. Allá estarás a salvo. No podrás regresar a Utah por ahora, al menos no hasta que se calmen las aguas o logremos investigar quién demonios está detrás de todo esto.

El vuelo de vuelta fue corto, o así se percibió. No podía sacar de mi cabeza lo que vi, tampoco podía dejar de sentirme culpable por haberlos dejado allí. Los recuerdos de mi niñez venían en cadena. Ellos siempre me recibieron con los brazos abiertos y con una sonrisa en sus labios. Lo dieron todo por sacarme adelante y creyeron en mi hasta el final, a pesar de que el mundo estaba en mi contra. Su amor me lo demostraron en cada palabra, gesto y acción. ¿Por qué el mundo se empeña en arrebatarme todo? ¿Qué hice para merecer esto?

Aiden se detuvo frente a mí y levanté la mirada.

—Ya llegamos.

—Ellos merecían seguir viviendo. Siempre fueron buenas personas y unos buenos padres. ¿Por qué Dios se lleva a las buenas personas antes de tiempo? Soy yo quién no merece estar aquí. Se supone que yo no debía nacer, aun así, lo hice. Convirtiéndome en un miserable error que pudo haberse evitado. Desde el día uno, he sido como la mala suerte hecha persona; causando estragos a dónde quiera que vaya y desgraciando la vida de quién se me acerca.

—Eso no es cierto.

—A ti también te he desgraciado la vida. ¿Cómo puedes decir que no es cierto?

—No has sido tu.

—¿Qué?

—Esto confirma mis sospechas; y es que ahora puedo dar fe de que no fuiste tú quien mató a mi hermana. Hace un tiempo he creído en tu inocencia y eso es lo que he querido probar para poder darte la tranquilidad que mereces y limpiar tu nombre. La lucha que tenía era conmigo mismo, porque quería creer que no soy tan inútil y que había encontrado a la verdadera culpable, y en base a todo eso, te he arrastrado y te he lastimado sin querer— se arrodilló frente a mí, entrelazando su mano a la mía—. Rachel, sé muy bien que esto no puede cambiar lo que te hice en el pasado, el haberte encerrado, torturado y humillado, pero sé que a ambos nos brindará algo de tranquilidad. Perdóname por haber sido tan idiota, por no haber creído en tu palabra y en tu inocencia. Perdóname por descubrir tan tarde lo mucho que significas para mí y por ser en gran parte culpable de que te sientas así en este momento. Pero escúchame bien, no estás sola. Jamás te dejaría sola. Llegaremos al fondo de esto y la persona que esté detrás de todo, que se prepare, porque le haré pagar con creces cada lágrima que hemos derramado. Te lo juro — besó mi mano y lo miré sorprendida.

Culpable [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora