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Nuestra convivencia ha estado llena de sinsabores. Me evade en todo el sentido de la palabra. Ahora que comenzó la universidad, es poco lo que está en la casa, por lo que casi ni la veo; y cuando lo hago, lo único que escucho es su voz, hablando por teléfono. Su hora de llegada mayormente es en la noche, pero hace unas cuantas semanas ha estado llegando mucho más tarde. No he querido meterme en su vida, primeramente, porque no me lo va a permitir y segundo, porque no quiero dañar más las cosas. Creí que toda esta situación se arreglaría cuando estuviera de vuelta, pero cada vez se hace peor. Me creía capaz de recuperarla, aún ahora no quiero perder las esperanzas. Lo que me frena es lo que me dijo Tony. En otras circunstancias, ya le hubiera confesado mis sentimientos, arriesgándome a que los pisotee.

Pasa tiempo con Alana, de eso no puedo quejarme. Muchas veces se la lleva al jardín y juega con ella. Además de que ahora es ella quien le prepara sus cosas. Yo también trato de pasar tiempo con Alana mientras ella no está, pues así no la torturo con mi presencia. No sé hasta cuándo las cosas estarán así y la verdad es que tengo miedo a fracasar, a perderla por completo.

He estado planeando hablar con mis padres sobre Rachel y nuestra hija, pero creo que aún no es el momento indicado. Considero que eso solo traerá más problemas. Es un asunto delicado que debo tratar de la mejor manera posible.

Recientemente me encontré con Karen, ella quiere reunirse con Rachel, tal vez en el intento de arreglar su relación con ella, pero no considero tampoco que sea el momento adecuado. Las cosas de por sí están bastante delicadas y no quiero que Rachel se vea afectada de alguna manera por recuerdos del pasado. O tal vez su único problema sea yo... no lo sé...

Hoy, a diferencia de los demás días, Rachel bajó las escaleras, vistiendo un traje color piel, que encajaba perfectamente en sus caderas y era bastante revelador por la espalda. Lucía extremadamente elegante y distinta. Tenía maquillaje, su cabello con ondas y unos tacones no muy altos. Nunca la había visto vestida de esa manera. Mentiría si no admito que se veía hermosa. Mi corazón estaba acelerado, a punto de salirse de mi pecho. Soy un completo idiota. La tuve en mi vida, en mis brazos, en mi cama y jamás la admiré de esta manera antes.

Mientras Rachel se despedía de Alana, su teléfono sonó y salió de la casa sin siquiera despedirse de Nany. No esperaba que se despidiera de mí, pero es extraño que a Nany no le haya dicho adiós. Se veía muy apurada y la curiosidad me estaba matando. No creo que vaya vestida así para algo de la universidad, ¿o sí?

Cuando caí en cuenta de lo que estaba haciendo, ya era muy tarde. ¿Qué es lo que estoy haciendo? Si Rachel me descubre siguiéndola me va a odiar más. En mi cabeza pareciera que puedo verla reclamándome por esto.

Apreté el volante, estaba dispuesto a detenerme, a regresar a la casa, a dejar las cosas así, pero algo dentro de mí no me lo permitió. La curiosidad solo me hacía arriesgarme más y más.

Rachel entró a un restaurante y la seguí sigilosamente, en espera de que no me descubriera. La escoltaron hacia la mesa, pero no podía ver bien.

—¿Tiene una reservación, señor?

—No, solo he venido a ver a alguien. Le prometo que seré breve.

—No puede pasar si no ha hecho una reservación, señor.

Miré en dirección a las mesas, en busca de encontrarla de nuevo y poder ver quién era el acompañante. Verdaderamente no creo que haya venido sola a un lugar como este. Luego de mi búsqueda, alcancé a verla sentada en una de las mesas al fondo. Su acompañante lo reconocí de inmediato, aunque me generó muchas dudas. ¿Qué hace Tony aquí? Sé que es su terapeuta, pero ¿por qué se están viendo aquí y no en la clínica?

Todo fue cayendo poco a poco y empeorando a medida que los observaba. Ni siquiera sé de dónde sacó ese ramo de flores, pero se lo entregó en las manos a Rachel, mientras que le daba un beso en la mejilla. Ella lucía sonriente y evidentemente feliz. Quería creer que lo que estaba viendo era producto de mi imaginación, o que había una razón que pudiera explicar lo que estaba viendo.

La manera en que él acariciaba la mano de Rachel me tenía a punto de estallar de celos, de decepción y de impotencia. Ahora entiendo muchas cosas. Las llamadas, sus llegadas tardes en la noche, el apuro de salir.

Ella luce mucho más feliz estando con él, que como lucía conmigo antes. Se ve interesada en la conversación que están teniendo. No dejaban de sonreír ni un solo instante. Parecían una pareja de enamorados.

Solo podía ser testigo de cómo ese usurpador me quitaba la vida entera, y cómo no podía hacer nada al respecto. La respuesta a mis dudas e inseguridades, la he recibido, es solo que no era la que esperaba.

Con él puede tenerlo todo; una buena conversación sin malos recuerdos tiene a alguien que le brinda calma en los momentos de tormenta, alguien que la valore como lo merece y la trate bien, alguien que la haga reír y no llorar como yo, alguien que la ame intensamente y sea capaz de decírselo.

No me quiero rendir, pero no quiero sentir esto más. Este dolor me quema por dentro. A la misma vez, no es justo que alguien me robe el amor de la mujer que tanto amo y por la que he esperado tanto tiempo. En nuestra relación ha habido más bajas que altas, pero eso es lo que ha fortalecido lo nuestro y lo que me ha confirmado que mis sentimientos hacia ella son reales.

Tal vez ha llegado el momento de hacer las cosas a mi manera. No dejaré que nadie me robe a la mujer que pone mi mundo de cabeza, a la única que veo como mi esposa en un futuro y la madre de mi hija.

En la guerra y el amor todo se vale, ¿no?

Culpable [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora