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—No se trata de vivir enjaulada. Todo lo que soy es gracias a ellos y no quiero dejarlos.

—Educarte y guiarte es su responsabilidad, tu como hija no tienes porqué sentirte en deuda con ellos por eso. ¿Piensas renunciar a tu propia felicidad y a vivir tu vida como quieres, solo por gratitud?

—¿Y qué me aconsejas? ¿Qué me vaya contigo? ¿No escuchas lo loco que suena eso? Ni siquiera nos conocemos.

—Te aseguro que no suena más loco a querer vivir bajo las faldas de tus padres toda la vida.

—No lo entenderías.

—Conmigo podrás vivir como una reina.

—Sí. Y con muertos por todas partes.

—No. Jamás ensuciaría nuestro hogar.

—¿Y se supone que eso me dé tranquilidad?

—Por supuesto.

¿Cómo puede decirlo tan tranquilo? ¿Qué vida podría esperarme con un hombre como él? Impulsivo, impredecible, cruel y desquiciado. Son combinaciones altamente peligrosas.

—No tenemos nada más que hacer aquí.

—¿Qué le están haciendo a ese hombre ahí dentro?

—No preguntes cosas que no querrás saber, mi Rachel. A esta hora no hay muchos lugares para ir. ¿Quieres ir a tomar? Sé que te gusta mucho el alcohol.

—No puedo tomar en ningún lugar, todavía no cumplo veintiuno.

—¿Y cómo conseguiste el de esa noche?

—Habías tardado en preguntar.

—Es solo curiosidad.

—Mi padre tiene su despacho lleno de licores. Pero eso no viene al caso. Debo regresar a mi casa.

—Te dije que no te llevaré hasta cobrar cada besito que me debes.

Por el camino se detuvo en una tienda y me dejó en el auto mientras iba por unas cuantas botellas. Sé que esto no está bien, pero sé que, aunque me niegue, siempre buscará la forma de salirse con la suya. Me prometí no embriagarme y mucho menos estando con él. Con todo lo que ha pasado, uno que otro trago no vendría mal. Aún no puedo sacarme de la cabeza lo que le hizo a Mathias.

Me trajo a la misma casa donde estuvimos la última vez y me estuvo chocante, pues él sabe que mi padre nos encontró la última vez aquí.

—Mi papá sabe de esta casa. Puede venir y encontrarnos juntos de nuevo.

—¿Y tú le tienes miedo a tu papi?

—No. Pero no quiero que nos encuentre de nuevo.

—Me gusta el peligro y lo prohibido. Eso lo hace más interesante y excitante. ¿No te parece? — se bajó del auto entre risas y lo seguí.

Tan pronto entramos a la casa, cerró la puerta con seguro.

—Esta vez se la pondremos difícil al suegro. Si mi suegro nos quiere coger con la mano en la masa, deberá derivar la puerta o como última opción la ventana. Al menos así nos dará tiempo de ponernos ropa y fingir que solo veíamos el televisión.

Aunque traté de disimular la sonrisa que me provocó, él pareció darse cuenta y sonrió.

—Mira que esa noche fue bien inoportuno.

Trajo dos copas y las bolsas con todo lo que compró a la habitación. Me senté en el borde de la cama y él fue abriendo las cosas.

—No sé si tú padre te tiene acostumbrada a comer cosas de calidad y costosas. He traído mis aperitivos favoritos. No me gusta ver el precio de las cosas. Si me gusta, lo compro y listo.

—En eso no te pareces a mi papá. Suele ver siempre las etiquetas y los precios a todo.

Encendió el televisor en una película la cual ni el nombre sabía, solo estaba concentrada en lo que él estaba haciendo. Sirvió las dos copas y me extendió una. El licor era de un color rubí intenso. Le di un pequeño sorbo solo para saber cómo sabía.

—Sabe a zumo de granada.

—Sí. Tiene también vodka.

—Es delicioso, pero un poco fuerte.

—Toma con calma.

Hicimos silencio mientras nos tomábamos el licor. Pensé que me atacaría como aquel día, pero está algo distante. Digo, no es como que esté esperando nada de eso. Al contrario, considero que es mejor así.

Sacó de su bolsillo un cigarrillo de marihuana y lo encendió mirándome.

—¿Sueles fumar marihuana todo el tiempo?

—Sí. Prefiero la marihuana que el cigarrillo. El olor a cigarrillo es repulsivo. ¿Quieres?

—No, gracias.

—¿Segura? ¿Ni un poquito?

—Nunca lo he hecho.

—Siempre hay una primera vez para todo. Toma — me lo extendió y tardé en tomarlo en mis manos.

He visto a mi padre fumar tabaco, la manera en que inhala el humo y luego de unos cuantos segundos lo bota por la boca, pero nunca había fumado antes.

—Inhala fuerte.

No debí haberle hecho caso. Ese humo se fue muy al fondo, tanto que comencé a toser y mi garganta ardía. Hasta las lágrimas se me escaparon de los ojos.

—¿Estás bien? Se siente extraño a la primera, pero ya cuando lo haces a la segunda y la tercera, se va sintiendo un poco mejor.

Sentía que todo mi alrededor corría a cámara lenta o era yo la lenta, no tenía ni remota idea. Mi garganta se sentía tan rara que terminé de tomarme la copa a ver si me aliviaba esa cosquilla.

—¿A poco se te subió tan rápido?

—¿Eh?

—Hasta arrebatada te ves hermosa— sentí su cálida caricia en la mejilla y lo miré—. ¿No quieres más?

Esa pregunta me trajo recuerdos de la noche en que estuvimos juntos y sentí un leve escalofrío.

—No — mi lengua parecía enredada.

Mi corazón se siente acelerado, pero mi cuerpo estaba relajado. Es una sensación muy extraña. Me quitó el cigarrillo de la mano y continuó él. Solo me miraba, ninguno de los dos hablaba. Sus ojos se veían rojos y la habitación estaba llena de humo. Cada minuto me sentía mucho mejor, más relajada y, por alguna razón, hasta feliz. No sé por qué a mi mente venían recuerdos de Andrea. Es en la persona que menos quiero pensar, pero ahí estaba presente en mi mente. No sé por qué recordar su rostro enfurecido me sacaba una tonta sonrisa.

Entre tragos y tragos, humo y más humo, las cosas se fueron calentando y escalando. Debía saber que pasaría, pero la verdad es que me estaba sintiendo y pasándola muy bien. Ni siquiera recuerdo cómo terminé sobre él. Ambos teníamos ropa, pero la verdad es que para mí estorbaba. Sus besos tenían acalorado mi cuerpo, en especial esa zona tan sensible. Solo se oían nuestros gemidos y esos besos húmedos de lengua. Estaba duro, muy duro. Podía sentir la montaña de su erección en mi parte más íntima y a través de mi ropa interior. Debía tener su pantalón mojado por los fluidos que brotaban de mi vagina por ese constante roce.

No sé si pueda soportarlo más. Sé que esto no está bien, que no debo caer de nuevo, pero deseo tanto ser empalada y rellenada por él. Mis dedos no pueden hacerme sentir igual, ni siquiera se acerca al placer que experimenté esa noche.

—¿Por qué no nos fugamos juntos? — su voz tan cerca de mi oído me estremeció.

Culpable [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora