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Nunca nadie me había hablado de esa manera y, aunque fue extremadamente vergonzoso, no se sintió mal. No sé ni qué estoy pensando. Debo odiar a este hombre, alejarlo por completo de mí, pero no puedo. Estas cosas se supone que lo haga con su novia, así como anoche, no conmigo. Ni siquiera sé si lo hace para divertirse conmigo o realmente le hago sentir así.

—¿Por qué haces esto?

—¿No se nota? Andas provocándome desde temprano. ¿Esto no era lo que querías? ¿Sabes lo que me provoca verte vistiendo mi camisa? Aunque me excitaría más verte sin ella.

—¿Estás loco? Tu novia está ahí fuera — mi voz se entrecortó por la manera en que su lengua recorrió mi cuello hacia mi barbilla.

—Entonces no hagas ruido.

—¿Acaso estás queriendo usarme? Yo no soy un juguete.

—No. Los juguetes no se calientan ni se mojan sin tocarlos. En cambio, tú sí — volteó mi cuerpo, presionándome contra el escritorio.

Las cosas se salieron de control muy rápido. Ni siquiera recuerdo cómo llegamos a esto. Lo único que sé con certeza es que se sentía bien el choque y roce constante de su erección en mi trasero. Levantó un poco la camisa y se percató de que no traía ropa interior. No cuento con mi ropa y la otra estaba sucia, por tal razón no me la puse. Lo menos que iba a imaginar es que estaría en esta posición ahora mismo.

—Que posición tan deshonesta y tentadora, invitándome a taladrarte bien profundo y duro como te mereces.

Me sujeté del borde del escritorio pues su pelvis chocaba con mi trasero de una forma mucho más fuerte que antes, como si quisiera atravesarme realmente. Tiraba de mis caderas con odio y rudeza. Él estaba con ropa, aun así, se percibía claramente el calor de su erección. Es algo totalmente descabellado que este sintiéndome bien por algo así. Es como si hasta mi sangre estuviera hirviendo.

El sonido del teléfono cortó con el momento, y creo que debía agradecerle, porque si no hubiera interrumpido, probablemente no hubiera tenido la fuerza de voluntad para detenerlo. Es vergonzoso admitir que estoy muy húmeda solo con eso.

—Será mejor detenernos. Esto no está bien. Tú tienes novia y debes respetarla — retomé mi postura, tratando de normalizar mi respiración agitada.

Respondió la llamada y mientras hablaba no dejaba de mirarme. De manera que cuando colgó, me acorraló contra el escritorio de nuevo y me encaró. Estaba tan cerca que me perdí en su hechizante mirada.

—Te la dejaré pasar por hoy, pero no pienses que esto se va a quedar así — sus mejillas estaban enrojecidas y su respiración igual de agitada a la mía—. Te tienes que hacer cargo de esto que has provocado — llevó mi mano a su erección y mordió sus labios, algo que erizó toda mi piel.

¿Así que esto lo he provocado yo?

Salimos del despacho luego de haber terminado de darle las descripciones de Mathias. Él quedó en llamar a un contacto suyo para que hiciera una búsqueda exhaustiva de ese muchacho. Aquí en Utah no creo que haya tantos Mathias. Además, con las descripciones que di, es probable que lo encuentren más fácil.

Andrea se nos quedó viendo tan pronto salimos. La verdad es que me sentía mal por ella. En especial por haber permitido llegar a ese extremo con Aiden.

—¿Ya hablaron de lo que tenían que hablar?

—Sí. Hemos aclarado todo. ¿No es así, Rachel? — Aiden me miró fijamente y sonrió malicioso.

Este hombre ni siquiera disimula y se siente incómodo.

—Sí. Ya hemos aclarado las cosas.

—Qué bueno.

Durante el día, llamé a mis padres para decirles que me estaría quedando en casa de una vieja amiga y, aunque al principio quiso sacarme información, no le solté prendas. Para mí sorpresa, un empleado de Aiden me trajo el auto, por lo que mi padre no debe saber sobre lo ocurrido. Debo quedarme aquí, al menos hasta que den con Mathias, pues Aiden no quiere que me despegue de él ni un solo instante.

Andrea me prestó algunas prendas de ropa, al menos hasta mañana que veré si voy por las mías. No lo hice hoy porque mis padres estaban allá y si me ven vistiendo una camisa de hombre, pensarán lo peor.

En la noche me recogí temprano. Estaba muy cansada, además de que no he dormido bien durante varios días. No luché con el sueño, simplemente me rendí a el. Mi sueño es liviano, no es pesado como antes. Desde que estuve en la cárcel, por más sueño que tengo, cualquier ruido me despierta. Por eso misma razón desperté por el sonido de mi puerta. Miré de reojo y alcancé a ver a Andrea cerrando la puerta. En su mano tenía un cuchillo de cocina, el cual gracias a Dios pude ver a tiempo. No sé cuáles eran sus intenciones, pero claramente no debían ser buenas. Me levanté de prisa de la cama y ella al darse cuenta, me señaló con el cuchillo.

—¿Qué haces en mi habitación? ¿Se te ha perdido algo? — la enfrenté, sin dejar de mirar el cuchillo que tenía en la mano.

—A mí no, pero a ti sí, zorra — se abalanzó sobre mí y en el forcejeo que ambas teníamos, no me quedó de otra que golpearla con el codo en la cara y arrebatarle por fin el cuchillo de las manos.

Ella chilló por el golpe, pues no pudo evitarlo.

—¿Estás loca o qué? — le señalé con el cuchillo y Aiden entró a la habitación en el peor momento.

—¿Qué está sucediendo aquí? ¿Cuál es el escándalo?

—Esta mujer se ha vuelto loca. Mírala, Aiden. Quiere matarme... — ella se fue sobre él en busca de su protección.

Su evidente cinismo me hizo molestar más de lo que pudiera describir. Sentía electricidad corriendo por mis venas.

—¿Te quieres hacer la víctima y hacerme ver como la mala del cuento? Perfecto. Siempre he sido la mala, ¿no? ¿Qué más da darles razones esta vez, pero asegurándome de cortar esa fea cara que te cargas, perra?

Culpable [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora