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—¿No crees que llega un momento en que cansa oír lo mismo? Llevas diciendo eso desde el día en que me secuestraste.

—Y parece que lo estás esperando con muchas ansias. Solo te quedan 55 horas con 12 minutos y 15 segundos.

—Eso lo estás inventando.

—Mientras sigues ahí hablando tonterías, el reloj sigue corriendo.

—Entonces detén el auto para bajarme.

—No dejaré que por tu culpa me den un boleto por detenerme en medio de la vía pública y con tantos autos detrás.

—Esto lo estás haciendo a propósito. Me diste un tiempo determinado y ahora buscas que lo pierda contigo.

—¿Piensas pagarme el boleto?

—¿Tengo cara de tener dinero encima?

—Definitivamente cara y dinero es lo menos que tienes.

Es un maldito insoportable.

—Llévame de vuelta.

—La policía debe de estar allí. ¿Realmente quieres regresar?

—Debo ir por mi auto.

—¿Tu auto o el de tu padre?

—¿Te han dicho lo molesto que eres? Ya ni siquiera me causas miedo, solamente molestia. Eres insoportable. Todo lo que haces es amenazar y amenazar. ¿Eso te hace sentir más hombre?

Sacó su mano del volante y me pegué la puerta. Creí que lo había hecho enojar y por eso lo hizo, pero me equivoqué, pues lo que hizo fue abrir la gaveta. No estaba midiendo mis palabras, es solo que me parece irritante en todos los aspectos.

—Cero miedo, ¿eh? —con una arrogante sonrisa llevó un cigarrillo de marihuana a sus labios y lo encendió.

¿Este tipo está loco? Bajé el cristal de mi lado porque no quería que el olor se impregnara en mi ropa.

—¿Qué crees que haces? Eso es ilegal. No quieres un boleto por detener el auto, pero cargas con drogas encima.

—Es medicina. Es lo único que puede ayudarme a no perder el control con una duendecilla por ahí.

Este tipo definitivamente es bipolar.

—Si nos detienen, yo me veré implicada también y no es justo que pague por ti.

—¿Por qué? Sería una prueba contundente de que estás dispuesta a todo por ganarte mi confianza.

—No me interesa ganarme tu confianza. Si hago todo esto es porque yo también quiero llegar al fondo de esto. Llévame de vuelta inmediatamente.

—Te va a tocar esperar a que la policía haga su trabajo. Es probable que tu papito deba encargarse de la situación, pues el auto está a su nombre.

—¿Qué? Pero le dijiste a esos hombres que dijeran que había sido un accidente y que no había nadie involucrado.

—Ese fue tu error, no el mío. ¿A quién se le ocurre dejar su auto en la escena? No eres buena en eso de ocultar evidencia, pero tu papito sí. Él se las arreglará.

—¿Por eso lo hiciste?

—Sí — respondió sin titubear—. No le tomará mucho tiempo resolver el asunto, pues contactos tiene demás.

—Quedamos en que no le harías nada a mi papá y estás fallando.

—Yo no he fallado a eso, has sido tú misma, duendecilla. Primero que nada, no te obligué ni a visitar la casa de mi hermana e ir con el auto suyo, ni mucho menos a venir conmigo. Te subiste a mi auto por tu cuenta. Cualquiera diría que estabas interesada en pasar tiempo conmigo. ¿Será que buscas convencerme para que te dé... más tiempo?

—¿Qué cosas dices? ¿Quién querría pasar tiempo con un loco como tú? Aparte debo aclararte que prefiero que me cortes en miles de trozos que volver a rogarte. Ya me he dado cuenta de que eso es lo que buscas y te satisface, así que te aseguro que no lo volveré a hacer.

—Suena bien — expulsó el humo hacia mí y volteé la cara.

—¿Tú sabías del pretendiente que tenía tu hermana?

—¿Pretendiente? — me miró de reojo.

—Sí. Se llama Mathias. No creo que tenga algo que ver con lo que le sucedió a tu hermana, pero ella se iba a encontrar al día siguiente con él. Y no sé, pensé que tal vez ella pudo haberle dicho algo que a mí no.

—¿Algo como qué?

—Todos tenemos nuestros secretos. Algunas veces existen cosas que no contamos, ya sea por vergüenza, temor o por la razón que sea.

Su inesperada risa me sobresaltó.

—¿De qué te ríes?

—Ganar dinero por tu cuenta en estos tiempos es difícil, y más teniendo dieciocho años. Dime una cosa, ¿cuánto dinero ganabas por mostrar tu cuerpo a desconocidos? ¿Tus padres saben sobre ello o es un vergonzoso secreto que temes contar? Debo admitir que te conviertes en otra persona cuando posas en cuatro patas.

La vergüenza se esparció por todo mi rostro al traer recuerdos de lo que hice hace un tiempo por la necesidad de tener mi propio dinero. Por lo visto, este desgraciado enfermo vio todo lo que tenía en mi computador.

Culpable [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora