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Aiden

—¿Va a desayunar, señor?

—Tu y yo tenemos algo de qué hablar. ¿Quién te dio permiso para decirle a Rachel sobre mi trabajo? Creí haberte dicho que hay temas que no me gusta que divulguen y este es uno de ellos.

—Perdóneme, señor. Le juro que no quería hacerlo, es solo que pensé que ella era importante para usted y por eso no le estaría tan mal que le hubiera contado.

—¿A qué hora llegó la señorita anoche?

—Si no mal recuerdo, Martín me dijo que fue a las dos de la mañana.

—¿A las dos?

—Sí.

—Verdaderamente no comprendo a esa chiquilla. Se va del Hotel luego de quedarme dormido y me deja atrás, ahora me reprocha por puras tonterías y se hace la más molesta. Se supone que sea yo quien esté jodidamente cabreado. Hemos estado durmiendo por dos semanas en la misma cama y ahora como si nada parece desagradarle. ¿Será que cayó en sus días o qué?

—¿Del Hotel? Perdone que me meta en lo que no me han llamado, pero ¿usted estuvo con la señorita anoche?

—Claro.

—No entiendo nada.

—¿Qué no entiendes?

—Desde que despertó ella estuvo preguntando por usted y se veía preocupada.

—¿Preocupada? Ay, por favor. Si ella fue quien me dejó ahí tirado y solo. Ella habla de que no va a permitir que la use, pero quién me usó anoche fue ella. Dejé la clínica desatendida por ir a complacerla como quiso, pues hasta se mostró cariñosa, pero ahora se está comportando como un maldito ogro.

Luego del desayuno, fui al estudio a ver las cámaras de seguridad. Si voy a reclamarle, será con evidencias para que luego no diga que soy injusto. En las cámaras se aprecia cuando llega y se detiene a hablar con Martín. No sabía que tenían tan buena relación como para hablar por tanto rato. ¿En qué momento se volvieron grandes amigos si se han visto tan poco? ¿Qué hay con esa sonrisa que le está dedicando? ¿Es que acaso en mis propias narices se atreve a coquetear con él? Mírala nada más. Ni siquiera me sonríe de esa manera. Tan tranquila, risueña y relajada luego de haberme dejado atrás.

Salí del estudio en busca de Martín y los muchachos se reunieron en la entrada. Todos estaban menos él.

—¿Y Martín?

—Martín no se encuentra, señor.

—¿Dónde está? No lo he mandado a salir a ninguna parte.

—Salió con la Srta. Rachel.

—¿A dónde mierda salieron esos dos?

—No lo sabemos. Solo los vimos subirse al auto juntos.

¿Qué se traen entre manos esos dos? ¿Acaso me están queriendo ver la cara de imbécil? Tal parece que he subestimado mucho a esa chiquilla.

Culpable [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora