II.

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II

—¿Qué pasó? ¿Hay alguna pista relevante? —preguntó Namjoon luego de saludar a su novio.

Jin torció el gesto—. Tenemos el examen de ADN con el sospechoso. No es el culpable.

—¿Qué? Pero Jimin dijo-

—Sé lo que dijo. Lo inculpó, pero él no es el culpable del abuso. El cabello no le pertenece.

Namjoon tomó asiento, suspirando profundo—. Tal vez se confundió, o... No sé, similitudes en los rasgos.

—Eso mismo pensé.

La tensión en la oficina se podía palpar; ambos enfrascados en sus propios pensamientos.

—¿Crees que...?

—¿Eh? —Namjoon lo incitó a continuar su pregunta, pero Jin sacudió la cabeza.

—Nada, que te extraño. Esta noche podría dejarte sin pene, ¿qué dices?

Namjoon sintió sus pómulos arder por el descaro de su novio—. ¡Jin! —regañó en un grito silencioso— ¡Podrían escucharte!

—Ya~, que se enteren de primera mano que me follas. Todos de seguro se lo imaginaban —en respuesta a la mueca confundida del menor, Jin procedió—: Somos novios, duh.

De fondo -a través de la pared de cristal que separaba la oficina del Inspector Kim con los cubículos de sus subordinados-, Namjoon observó a dos de ellos intercambiar dinero.

—¿Apostaban nuestros roles en la cama?

Jin se carcajeó—. Así de idiotas son los heterosexuales.

—Tu sexualidad no va ligada a un adjetivo en específico-

—Sí, sí~. Ahora anda a casa o esta noche te dejo con las bolas azules.

Namjoon resopló, pero terminó accediendo.

Jin era un idiota y no tenía nada que ver su realidad homosexual.

—Espera... ¿me llamaste solo por eso?

Algo parpadeó en sus orbes. Miró de reojo una carpeta azul en su escritorio, pero Namjoon no lo vio raro, y Jin simplemente afirmó.

—Sí, no te preocupes. Lo tengo controlado.

• • •

Taeyeon era la presidenta de la clase. A Jimin le gustaba mucho que le explicara cosas que ella no entendía, aunque su hermano solía desmeritar su amistad. Jimin no entendía por qué; pensaba que tal vez era por el rostro manchado de Taeyeon, quien difícilmente se preocupaba por su físico. Le parecía una razón tan superficial como cruel.

Por eso Jimin intentaba hacerle saber que Taeyeon también era hermosa.

Mientras la profesora Jeongguk hablaba sobre el arte barroco, Jimin dibujaba flores en el dorso de la mano izquierda de Taeyeon, quien escribía rápidamente todo lo que se decía en clase. Su diligencia era de admirar. Jimin intentó ser como ella, pero se sentía más lenta que el promedio. Siempre necesitada de ayuda, ansiosa por complacer.

—Tú, la que me habló al comienzo de la clase, ¿cómo es el nombre de la chica que te raya la piel?

Jimin tragó fuerte y sus dedos empezaron a temblar. Taeyeon lucía calmada cuando respondió:

—¿Jiminie?

—¿Ah?

—¡Soy Park Jimin!

La profesora ladeó la cabeza, sorprendida por la efusividad de la chica.

—¿Qué estás haciendo? No te veo tomar apuntes, Park Jimin.

Jimin se alejó de la mano de su amiga y se tapó el rostro con las dos suyas. Sentía sus lagrimales picar, y la respiración volviéndose irregular. Se sentía observada, y en ese escenario no le gustaba. Abrió la boca para disculparse, pero unas risas la acobardaron.

—¡Silencio! —rugió la profesora, todos le hicieron caso—. Jimin-ah, ¿estás bien?

Ella asintió, pero su garganta se rasgó en un sollozo.

Jeongguk no entendía qué había pasado. La fragilidad de la chica la tomó por sorpresa, al igual que el rostro seriamente preocupado de la rubia a su lado. En otra ocasión hubiera pensado que se trataba de un berrinche, pero tenía pinta de ser más complicado que ello.

—Pro-

—Llévatela.

Taeyeon asintió de inmediato y tomó su palabra. Algunos alumnos luchaban con la risa escalando su garganta, y Jeongguk sintió rabia por la falta de empatía.

—Muy bien, la clase ha terminado.

—Pero faltan quince minutos, pro-

—Los que utilizarán para escribir un ensayo de más de mil palabras sobre lo que he dicho. No quiero redundancia y espero que conozcan el concepto de tesis, porque si no la defienden, no dudaré en marcar un 0 como calificación. —interrumpió a la chica de coletas que había hablado.

Sus mandíbulas cayeron, y Jeongguk estuvo feliz de hacerlos olvidar la causa de sus risas. Había pensado en mandar a hacer un escrito sobre el bullying, pero de seguro terminarían odiando a Jimin al acabar.

• • •

Jimin se sentó en el lugar al que su amiga la guió: Debajo de un frondoso árbol que por lo general pasaba desapercibido en las extensas hectáreas grises del instituto.

Vio a Taeyeon sacar su inhalador del bolsillo y se apresuró a colocarlo en su boca. Jimin sonrió, liberada casi al instante.

El silencio inundó la escena. Taeyeon le acariciaba las puntas del cabello largo mientras Jimin se retocaba el maquillaje sin verse en un espejo. Estaba segura de que no se vería hermosa si lo hacía.

—¿Estás bien?

—Sí —sonrió tiernamente—, ¡gracias por ayudarme, Tae~!

Jimin era muy linda, y el epítome de la ternura. Sus mejillas abultadas, sus labios redondos, las rendijas de sus ojos que se escondían cuando sonreía en grande... Era su linda unnie; Taeyeon la amaba mucho. Tanto, que quería protegerla, incluso de sus propias opiniones, y por eso no le preguntaba el porqué de muchas cosas.

De sus ataques de pánico repentinos. De su obsesión con la pulcritud y la belleza. De su necesidad constante de aceptación. De su fragilidad innegable.

Porque la amaba, la cuidaba.

Taeyeon podía dejarse llevar por los prejuicios, y algo le decía que lo que le había pasado a su amiga le podría sacudir los esquemas.

La dejó acostarse en su hombro. De lejos, la figura alta y delgada de la profesora Jeongguk las saludaba de forma muda. Una expresión formidable que se doblegó cuando enfocó a la pequeña Jimin medio dormida a su lado.

Taeyeon se preguntaba muchas cosas. La profesora y el súbito interés en sus facciones era una de ellas.

(extra)Ordinaria | KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora