XLVII.

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XLVII

Namjoon estaba agradecido de que su psicóloga no tuviera un sillón de dentista ni algo parecido. Se hubiera cohibido de inmediato.

Y, aunque era lo suficientemente adulto para admitir que tenía miedo, se dejó llevar por la confianza que ella le brindaba. Hablar de sus líos mentales sólo lo había hecho con Jin, así que no tenerlo a su lado era por demás de extraño, en ocasiones incluso incómodo.

Ella hizo preguntas normales que Namjoon manejó bien. Cuando incluyó a su familia en la operación, su mundo se llenó de turbulencia.

—Tus padres murieron, ¿estoy en lo correcto?

Namjoon asintió y tomó un suspiro—. Hace diez años. Jimin tenía nueve y yo veinte.

—¿Y cómo estuvieron? ¿Se sintió presionado por estar a cargo de su hermana?

—No. De hecho... —Namjoon mordió sus mejillas— De hecho, se suponía que no debía cuidarla porque estaba en lo mío. Para ese entonces no vivía en casa, se me hacía difícil saber de Jimin o de mis padres diariamente. Ellos en Busan y yo en Seúl. Vidas diferentes.

—Pero llamaba.

—Sí. En los cumpleaños y en las navidades.

Namjoon se sonrojó, de repente recordando que hubo un par de ocasiones en las que olvidó llamar. En su defensa, estaba comprometido con vivir su sueño, entrar a una compañía que apostara por su talento y trabajo duro, hasta que se volviera famoso.

—¿Por qué murieron sus padres?

Tomó un respiro y sintió sus ojos cristalizados, así que se limpió disimuladamente—. Fueron asesinados. La policía archivó el caso por falta de sujeto activo —se rio, intentando ocultar su tristeza—, o esas fueron las palabras técnicas que utilizó mi novio para explicarme.

—¿Los dos?

—Sí. Jimin estaba en la escuela. Ella no habló en un largo tiempo, hasta que, con terapia pudimos hacerla sentir mejor. Luego... Pasó el tiempo, dos años, y conocí a Jin. Todo marchó bien... Todo estaba bien, lo juro... Entonces, ellos la raptaron.

—¿Ellos? ¿A quién?

Para Namjoon fue imposible mantener la postura. Se cubrió el rostro, sintiendo su piel fría al tacto.

—A Jimin. Ellos. Los que... Los que estoy seguro de que mataron a mamá y a papá. Ellos estaban obsesionados con Jimin —su mirada se encontró con la de la mujer, quien fruncía el entrecejo—. Mi hermana suele atrapar a todos. Como si... tuviera el canto de una sirena, o yo qué sé. Pero ella los cautivó. Y se la lle-llevaron... Fue en un parque y yo... Yo recuerdo no encontrarla y-

—Mantenga la calma, Namjoon —lo interrumpió—. Puedo llamarlo por su nombre, ¿verdad?

Namjoon asintió. Pero, para aquel punto, ya estaba rememorando a su hermanita.

Un hada que amaba bailar, cantar, sonreír. Jimin solía ser feliz. Había sido bendecida con un talento innato para la danza, y sus padres estaban orgullosos. Mucho más, porque Namjoon también era artista.

• • •

Namjoon recordaba el vestido que Jimin usaba: Era blanco y de volantes, por lo que la tela se movía con el soplo del viento, captando la atención de cualquiera con visión.

Jimin nunca pasaba desapercibida; su cuerpo, desarrollado para su edad, doce años, se confundía con el de una adolescente de quince, lo que obligaba a Namjoon a estar al pendiente de quiénes se le acercaban.

(extra)Ordinaria | KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora