XLV.

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XLV

Jeongguk había estado nerviosa al comienzo de la cita, pero con Jimin era fácil dejarse llevar. Por eso seguía la conversación con picardía y se atrevía a robarle besos en las mejillas o la barbilla.

Jimin, por otro lado, se reía todo el rato, jugando con su cabello y exponiendo el cuello. Jeongguk quería ignorar el último detalle, pero se le hacía imposible, y su mirada terminaba encontrando su pulso.

—Me gustó salir con usted, Ggukie. —dijo Jimin de espaldas a la puerta de su casa. Jeongguk incluso la había acompañado adentro del edificio.

—A mí me encantó. —murmuró Jeongguk.

Jimin soltó una risita y unió las manos en su espalda, coqueta. Jeongguk no pudo eludir la forma en la que mordía sus labios esponjosos, su piel brillando bajo las luces artificiales del pasillo.

—¿Sí?

La voz aguda y bajita la volvió loca. Jeongguk apretó su frente contra la de Jimin y cerró los ojos, sintiendo sus manos subir hasta anclarse en sus hombros, mientras que las de ella apresaron su cintura.

—Sí —murmuró, sus labios rozando los de Jimin, entreabiertos—, muchísimo. —juró.

—Bésame, Ggukie...

Jeongguk no la dejó terminar su petición. Se echó hacia adelante y atrapó su carnoso labio inferior, saboreando la saliva exquisita de Jimin, quien jadeó. Le agarró con fuerza la cintura hasta que sintió la mano de Jimin encima de la suya; por un momento pensó que le pediría separarse, pero la llevó hasta su retaguardia.

Jeongguk soltó un carraspeó de excitación y la estampó contra la pared, ubicando ambas manos en sus nalgas.

Al mismo tiempo, Jimin apretaba los músculos de sus brazos, abriendo la boca y cerrando los ojos, dejándose llevar por la fuerza que Jeongguk utilizaba para someterla. De alguna manera, tenía similitud a las veces en las que otras personas la subyugaron sin su consentimiento, pero con Jeongguk lo estaba disfrutando. No se sentía una víctima en lo absoluto.

Jeongguk tomó la barbilla de Jimin, profundizando el beso e introduciendo su lengua. La chica tembló cuando Jeongguk pegó sus muslos a los suyos, un leve encuentro de entrepiernas casi imperceptible que la hizo temblar de placer. La calidez se esparció por su vientre bajo y jadeó más agudo de lo normal.

—¿Qué... fue eso? —preguntó la profesora.

Jimin la empujó por los pechos y se tapó el rostro, avergonzada e incluso asustada.

Entonces, su hermano abrió la puerta. Miró a Jeongguk con la expresión imperturbable, aunque suspicaz. Jimin no quería insultar su inteligencia, por eso dio por hecho que sabía lo que ellas habían estado haciendo.

Se limpió el exceso de saliva y abrazó a su hermano. Todavía sentía las piernas de gelatina, pero pudo ignorarlo.

—Nam oppa~.

—Jiminie, ¿todo en orden? —la interpelada se apresuró a asentir. Detrás de ella, Jeongguk se arreglaba el cabello, fingiendo ausencia— Veo que te retocaste el maquillaje.

—¿Qué...? Ah... sí, un poco. Yo- Mmh. —Jeongguk balbuceó, limpiándose el exceso de labial que Jimin había dejado en los suyos propios.

(extra)Ordinaria | KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora