LV.

104 16 4
                                    

LV

Jeongguk la agarró de la mano, ayudándola a bajar del taxi. La angelical figura de Jimin se veía extraña en aquel barrio demacrado. Enfundada en un pantalón rígido, un crop top de mangas largas y unas Vans; todo era oscuro y ella un punto rosa y delicado. Jeongguk sostuvo su mano con fuerza y ella le sonrió, dulce como siempre.

—Aquí... vivo.

Jimin dio un rápido vistazo y su mirada se inundó de curiosidad. No estaba juzgando, sólo detallando.

—Es... Nunca he estado por aquí.

—Vamos. —Jeongguk la jaló con delicadeza hacia su dormitorio.

Abrió la puerta, que se atrancó y tuvo que empujar, pero Jimin esperó con paciencia.

Lo primero que captó la atención de Jimin fue el mural repleto de dibujos aleatorios. Había periódico en el piso y una pared totalmente en blanco. También, una mesa con trozos de cerámica regados por doquier. Jimin lo consideró un desastre. A ella no le agradaba el desorden, había algo equivocado con respecto a tenerlo todo tirado.

Jeongguk se apresuró a retirar las ropas regadas aquí y allá. Jimin decidió no mencionar su inconformidad por pura empatía. No quería ofender a su anfitriona.

—Qué bonito mural... —murmuró Jimin, acercándose a la pared.

Unos bocetos no estaban terminados. Otros, con demasiados detalles. Algunos eran ella, lo que la descolocó. A través de los ojos de Jeongguk, Jimin se veía hermosa.

El rostro menos redondo y los pómulos más visibles. Sus ojos rasgados daban una invitación al pecado, a juzgar por la tentación bailando en sus pupilas, y los labios siempre rojos, acolchados. Jimin se mordió el belfo y tocó con la yema de los dedos los bordes de su cuello delgado, y bajando se encontró con un cuerpo curvilíneo.

—Es... hermosa.

—Eres hermosa. —susurró Jeongguk, besándole detrás de la oreja.

Jimin se rio, atrapando los labios ajenos en un beso prolongado—. Gracias~. Te quiero mucho, Ggukie.

Jimin esperó un «Te quiero», o tan siquiera un «Yo también», pero no obtuvo nada. Silencio que se extendió hasta que Jeongguk la invitó a sentarse en un sofá.

La decepcionó, pero se obligó a olvidarlo. Lo último que quería era dañar la cita en casa de su novia. Le rogó a Namjoon por el permiso.

—Acuéstate de lado. —ordenó Jeongguk, pasándole una bata negra.

—¿Qué? ¿Ahora? —Jimin se la recibió en automático.

—Ehm, sí, claro. Vamos, hazlo.

Jimin se puso la bata, quitó sus zapatos y se acostó sobre su estómago. Se sostuvo de sus codos, no aguantando la risa cuando Jeongguk la miró, embobada.

 Se sostuvo de sus codos, no aguantando la risa cuando Jeongguk la miró, embobada

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
(extra)Ordinaria | KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora