LXVIII

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LXVIII

Jeongguk no confiaba en aquel muchacho quejicoso, así que mantenía las tijeras presionadas en sus costillas delgadas. Él apuntaba con el dedo y Jeongguk seguía el camino, sintiendo su corazón palpitar acelerado en su pecho. La ansiedad abrazando sus entrañas.

Bajaron unas escaleras cuyos peldaños se quejaban del peso de ambos, pero lo ignoraron. El lugar era amplio y había un auto estacionado; entonces, Jeongguk cayó en cuenta de que estaban en el estacionamiento del motel - uno que no tenía idea de que existía. Detrás del vehículo, yacía una jaula vacía. Máquinas para contar dinero, pero no muchos fajos.

—¿Jimin? —preguntó Jeongguk, tentando el terreno. Unas risas la hicieron dar vueltas sobre sí misma; entonces, sus ojos enfocaron aquella puerta oscura y extraña. Tenía la figura de una Barbie— ¿Qué hay aquí?

El chico balbuceó, hasta que dijo—: E-El señor...

Jeongguk lo tiró en el piso y clavó las tijeras en sus ojos. Un mal cálculo hizo que el chico tuviera tiempo para gritar y, desde adentro de la habitación, Alexander Ivanov se detuvo. Yoonji también escuchó, pero Jimin no se dio cuenta, envuelta en su desolación.

• • •

Jin no había esperado que hubiera dos edificios en medio del cartel tipo Las Vegas que rezaba «Jeju». En otra ocasión le hubiera resultado divertido.

Miró de izquierda a derecha y se decidió por el que no tenía a los ancianos en la recepción. Allí debía estar Jimin.

Dos chicos estaban cuidando la entrada y otros dos más fumaban mientras conversaban. No fue especialmente difícil burlar la seguridad. Cuando llegó a la especie de lobby, rápidamente encontró unas escaleras que ¿Conducían a un estacionamiento?

—Carajo. —Jin maldijo, dándose cuenta de que realmente no había nada allí.

No se atrevió a llamar a Jimin, porque podían escucharlo. Era un hombre y un arma; en otras palabras, vulnerable.

Tres habitaciones. Debía escoger en la cual meterse. Para aquel momento, ya no tenía ni un poco de esperanza.

• • •

El Amo buscó en sus ropas el arma que siempre llevaba consigo, pero Yoonji se le adelantó, cruzándose en su camino. De todas maneras, su condición física no era la mejor, así que el hombre tuvo relativamente fácil la acción de ahorcarla con el antebrazo y apuntar a Jimin con la pistola cargada.

Cuando Jeongguk entró a la habitación rosa, su mirada de inmediato halló a Jimin. El cabello negro y largo estaba despelucado, cayendo por sus hombros y tapando un poco sus senos desnudos. Era incapaz de ver su expresión. Los ojos de Jeongguk se cristalizaron.

—Jimin-shi...

La interpelada alzó la cabeza, descubriendo su rostro de entre la cortina de cabello. Hizo un puchero y abrazó sus rodillas, muerta de miedo.

El tiempo se paralizó. Un sonido ensordecedor se escuchó.

Mientras tanto, Yoonji, quien había reconocido a su amiga del alma, leyó en la expresión enfurecida del Amo y se interpuso en el recorrido de su bala. El impacto captó la atención de Jeongguk.

Yoonji abrió la boca, queriendo decir algo. Despedirse o lo que fuera. Pero su garganta se cerró, y sintió que cedía a la gravedad. El Amo rio, pateando su cuerpo hacia un lado. No registró dolor, pero escuchaba un par de voces hablando. Su hombro sangraba y Yoonji tapó el hueco con las manos, pero la sangre se escapaba a borbotones de entre sus dedos.

(extra)Ordinaria | KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora