IV.

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IV

—¡No tengo qué ponerme! —gritó Jimin casi al borde del llanto.

Heesook sacó la cabeza de en medio de toda su ropa. ¡El closet estaba repleto y la chica tenía el descaro de decirle eso!

—¡Jimin, baja la voz, Namjoon oppa nos va a escuchar! —gritó en un susurro.

La pelinegra se cruzó de brazos, sus senos quedaron amontonados sobre los mismos. Tenía las mejillas rojas y el cabello suelto, vestida únicamente con su ropa interior.

—Pe-Pero no me dejarán pasar. Tú eres mayor, yo todavía estoy en la escuela y-

—No te preocupes por eso —aseguró Heesook mientras sacaba un vestido blanco con volantes en las mangas cortas. Jimin frunció el ceño cuando la mayor le tiró la prenda en la cara—. De seguro habrá un hombre en la entrada. Son fáciles de persuadir y nosotras tenemos un arma mortal.

La pelinegra se confundió—. ¿Eh?

—¡Pues tú eres nuestra arma, amiga~! ¡Eres hermosa, nadie en el mundo puede resistirse a tu belleza!

Las pupilas de Jimin se dilataron. Se paró sobre sus rodillas, ladeando la cabeza de tal forma que sus grandes senos se marcaron mucho más. Heesook tragó fuerte.

—¿En serio, Hobi~? —preguntó, insegura.

Heesook suspiró. Si bien estaba manipulándola un poco, no era mentira que su amiga era la mujer más bella que había visto en su vida. Aunque baja -de un metro con sesenta centímetros- tenía la figura de un reloj de arena. Grandes pechos, cintura estrecha, caderas pronunciadas y retaguardia abultada. Naturalmente, atraía miradas, y a ella le encantaba pues necesitaba que los demás se lo recordaran: Que era hermosa.

—¡Te lo juro! —se lanzó encima de Jimin, posando sus manos sobre sus senos, y ella gimió gracias a la sorpresa—. Mejor dicho, estas son nuestras llaves.

Jimin rio, y procedió a colocarse el vestido juvenil que Heesook había elegido para ella, mientras que la castaña de capul se decidía por uno dorado que dejaba su espalda afuera.

Cuando la menor pidió ayuda a Heesook para que le terminara de arreglar el vestido en la parte trasera, ambas se pararon frente al espejo. Jimin se quedó absorta en su figura un largo rato, como si la juzgara en silencio.

En realidad, Heesook estaba acostumbrada a rarezas como aquellas. Jimin estaba obsesionada con su físico y por eso intentaba no dejarla mucho frente al espejo..., la última vez había acabado mal. Sacudió la cabeza, decidiendo empujar el recuerdo al fondo de su mente.

—Listo. ¿Quieres que te peine?

La sonrisa de Jimin desapareció. Algo parpadeó en sus ojos, Heesook no lo pudo calificar.

—N-No, está bien así. —carraspeó, arreglando su melena.

Heesook se encogió de hombros. Generalmente, le permitía acariciar su cabello, pero al parecer peinarlo era diferente. Otra rareza de Jimin, qué más daba.

• • •

Jeongguk tenía un cigarrillo en los labios cuando Yoonji apareció: Vestida con jeans rasgados, botas de agujetas, blusa básica de color blanco y chaqueta militar. Una mochila oscura a sus espaldas, el cabello cayéndose encima de la misma, largos mechones negros fluyendo cual Río Han. Era muy baja, quizás un metro con sesenta y tres centímetros, pero seguía imponiendo ante los demás. Había veces en las que Yoonji causaba ternura. Rumbo a El Pentágono, difícilmente.

(extra)Ordinaria | KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora