XXII.

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XXII

Jimin intentó no arreglarse mucho. Tal vez falló en el intento, a juzgar por la mirada sorprendida de Taeyeon.

—Te ves...

—¿Simple?

Su amiga negó, convenciéndola un poco. Suspiró y se dejó arrastrar a clases, disfrutando de las miradas que la seguían. Había soltado su cabello hecho hondas y el maquillaje discreto tal vez dejó de serlo, ¡no era para tanto! Aunque ansiaba que sí lo fuera.

—Hermosa. —dijo Tae, una sonrisa en su rostro. Jimin lanzó un chillido y le besó la mejilla.

—¡Gracias, te amo!

Las personas que pasaban por sus lados ciertamente estaban interesadas en sus intercambios de palabras, a juzgar por la manera en la que se inclinaban hacia ellas. Pero ninguna de las dos les dio una segunda ojeada.

Con las manos entrelazadas, entraron al salón de clases. La profesora Jeongguk escribía en el pizarrón, y Jimin sintió que una sonrisa surcaba su rostro. Tomó asiento en su puesto y organizó sus útiles con delicadeza, cuidando de no regar nada, pero una voz la hizo alzar la mirada.

—Buenos días, muchachos. Espero que hayan pasado un buen fin de semana, daremos inicio a un tema. A menos de alguien tenga alguna pregunta —hubo un silencio sepulcral—. Muy bien, iniciemos.

Jimin intentó captar su mirada, olvidándose de sus útiles, por lo que algunos se cayeron... y Jeongguk no los levantó por ella. Incluso si pasó por al lado.

—¿Estás bien? Parece que estuvieras a punto de llorar. —le susurró Taeyeon.

Jimin se sentó derecha, odiando la manera en la que sus ojos rápidamente se cristalizaban.

—¡No voy a llorar! —gritó en un susurro.

Taeyeon le acarició el muslo por debajo de la mesa, y dejó su mano ahí.

—Estás bien, ¿eh? Respira profundo.

A veces se ponía ansiosa. Taeyeon nunca preguntaba, pero laboraba como su estabilizador. Asintió un poco y peinó sus cabellos con las manos. La voz de la profesora escuchándose de fondo.

Y así, la clase por fin terminó. Jimin se puso de pie, Tayeon intentado tomarla de la mano, pero ella negó.

—Me quedaré aquí.

—¿Eh?

—Con la... profesora. —se sonrojó.

La mujer en cuestión recogía sus cosas con aire indiferente. Como en cámara lenta. Jimin no entendía por qué no la había mirado en absoluto, pero tenía la intención de preguntarlo. Sólo faltaba que su amiga quisiera dejarla por su cuenta.

—Pero-

—Por favor, Tae.

Jimin se había sonrojado y Taeyeon unió cabos. Lanzó una risita por lo ridículo de su revelación, pero asintió y se marchó. En la puerta, su mirada se encontró con la de Jeongguk, quien golpeaba el interior de sus mejillas con la lengua.

Taeyeon gruñó por lo bajo y se marchó.

Al verse sola, la pequeña pelinegra se acercó a su profesora, quien la esquivó, dirigiéndose a la puerta.

—Eh, hola, ¿no recuerda? Me ayudaría en mi tarea...

Jeongguk suspiró y paró su andar. No era capaz de mentirse a sí misma: Quería quedarse y hablar con Jimin, observarla, guiarla... Pero no era correcto. Con Yoongi sana y salva en su casa, su deber como adulta responsable era alejarse de aquella peligrosa adolescente.

(extra)Ordinaria | KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora