XXIX.

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XXIX

En el barrio, las palabras se esfuman tan rápido como el humo que expulsa su cigarrillo de marihuana. Se enteró de un amigo de una amiga, que peces gordos buscaban a una fémina bonita, pálida y que él había visto.

Al lado de la mujer alta y musculosa que lo había llevado a casa hacía unas noches atrás.

—Noticias de ella valen miles de wones, quién sabe. Tal vez más. Lo cierto es que su familia quiere encontrarla.

Quitó la pequeña imagen de la mano de su amiga y la observó detenidamente: Su piel más saludable, sus labios más rosados, el cabello más largo. En general, más feliz. No se parecía al físico notablemente desmejorado que había visto en el callejón.

—¿La conoces? —preguntó Sinji.

—No. —le devolvió la foto en silencio.

Sinji lo miró, desconfiada, pero decidió no seguirle cuestionando.

—¿Vienes esta noche a El Pentágono?

—No tengo tiempo. —respondió, acabando su pitillo de yerba y marchándose con las manos en los bolsillos. Sinji continuó arreglando la moto de uno de sus clientes, inmutable.

Yungmin era raro. Siempre lo había sido. También muy obsesivo y ambicioso. Tendía a las manías, por lo que rápidamente averiguó los lugares que Glass solía frecuentar, porque de esa forma se hacía llamar, y la observó.

Fumaba, se inyectaba mierda y a veces la esnifaba. Conocía a J-Hope, a juzgar por las frases al azar que compartían en medio de la plaza en la que los habitantes drogadictos de los alrededores acostumbraban a visitar.

—Hola —la había saludado una tarde. Ella tenía los ojos cerrados y la cara al sol, que iluminaba su piel pálida—, ¿me das? —abriendo un orbe felino, le había extendido su blunt.

—Por supuesto. Soy Glass.

Yungmin ni siquiera tuvo que forzar una charla. Se dio naturalmente. Resultaba que Glass estaba viviendo con una amiga particularmente elitista que reconoció como su salvavidas. Su madre todavía la sacaba a colación de vez en cuando. Que, de no haber sido por ella, Yungmin hubiera muerto por los golpes que le proporcionaron sus prestamistas-

—No es lo que te estoy preguntando. Evita desviarte y respóndeme: ¿Quién es el dichoso salvavidas?

Yungmin parpadeó, rascándose la nuca. Frente a él estaba una mujer elegante, ojos expresivamente ansiosos. Casi saltones. Le causó gracia.

—Pu-Pues... Se llama Jeong o algo así. Me habló el otro día preguntándome por el dealer de Glass.

—¿Dealer?

—El que le vende —explicó—. El doble de lo que me ofreció y la llevo al lugar en el que vive Glass.

• • •

Jeongguk nunca era así de taciturna, pero ciertamente estaba emocionada juntando pedazos de cerámica y utilizando el pegamento especial que contenía platino. Yoonji no había reparado en la originalidad del pasatiempo de Jeongguk hasta ese momento, sin droga en su sistema. Por alguna razón su amiga no la dejaba salir, pareció adquirir de repente un complejo de madre. Se quejó, pero sus peticiones no fueron tomadas en cuenta.

—¿Es una flor?

El plato era pequeño y redondo, con flores púrpuras dibujadas. Estaba reparado con un líquido plateado que, lejos de esconder las fracturas, las realzaba.

(extra)Ordinaria | KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora