XI
Namjoon recordaba el día en el que perdió a Jimin. Era soleado, y ella sonreía. Tan feliz y hermosa, su pequeña estrella bailarina.
Siempre tuvo miedo a perderla de su vista. No pensó que sucedería, por supuesto. Pero el planeta era un lugar extenso, y la humanidad una muy contaminada por el pecado. Terminó por exterminar la inocencia de su princesa; sin embargo, ahora tenía la falsa ilusión de que estaba bien. Sonreía, reía, cantaba, bailaba. No con la misma seguridad de antaño, pero todavía no se había marchitado.
A veces se culpaba por la tristeza de su hermanita, pero Jin ayudaba a que sus pensamientos no terminaran por acabar con él.
Suspiró y entró a la Dirección. Lo primero que percibió, fueron los cortos y delgados brazos de Jimin rodeándolo.
—¡Oppa!
—¿Por qué tan efusiva? —rodó los ojos, aunque sonrió, feliz por la sonrisa de su hermana— ¿Estás bien? —agarró sus mejillas; las manos grandes y morenas cotrastando con los mofletes níveos de la fémina.
—¡Un ataque de pánico! ¡Pero ya estoy mejor! —juró, encerrando su ojo derecho con sus dedos que formaban una «V». Un aegyo natural.
De repente, una mujer rubia y delgada apareció en escena. Namjoon la consideró muy bonita.
—Hola, mucho gusto, mi nombre es Roseanne Park —hizo una reverencia—, y soy la profesora de Inglés.
—Oh —Namjoon también hizo una venia—, usted debe ser la profesora que ayudó a Jiminie.
Solar se puso de pie y Namjoon, por primera vez, notó su presencia. Aprovechó su inclinación para reverenciar en dirección a la directora.
—Park Namjoon. —saludó la directora con voz solemne.
—Kim Yongsun. —respondió Namjoon con el mismo tono.
—¡Park Jimin! —interrumpió Jimin, y todos rieron levemente. No había sido gracioso, pero la manera en la que infló sus mejillas resultó encantadora.
—Entonces... Muchas gracias por atender a mi hermanita. Yo... De verdad estoy tan agradecido.
Kim Yongsun negó con una media sonrisa, y la profesora Roseanne se maravilló ante aquello, pues nunca la había visto reaccionar a algo tan relajada. Se preguntó si acaso conocía al tal Namjoon. Sin embargo, no pudo deambular más en sus pensamientos, pues las miradas de todos en su rostro la hicieron despertar.
—Y-Yo... Sí, bueno —se rascó los antebrazos, nerviosa—. Realmente no fui la de la idea. La profesa Jeongguk me sugirió calmar a Jimin. Ella es la que merece alabanzas o un ascenso. —guiñó en dirección a la directora, quien viró los ojos.
—¿La profesora Jeongguk? Pero si ella... me odia... —murmuró Jimin, jugando con sus cortos dedos en su regazo.
—¡Cómo alguien podría odiarte! —se quejó Namjoon— En todo caso, simplemente es tímida. Creo que se merece mi agradecimiento. Pienso en que estuviste triste y sola y- Mierda.
Jimin hizo un puchero y se cruzó de brazos. Quería quejarse, pero ya estaba bastante acostumbrada a la sobreprotección de su hermano mayor. Su oppa era así de controlador y ansioso. Vivía sus penas como si fueran las suyas. A veces se sentía mal por aquello, y otras veces (como ahora) la hacía sentir querida.
—¡Te quiero, oppa~! —dijo, abrazándose en el ancho brazo del mayor.
• • •
Volver al motel de mierda en el que se estaba quedando le hizo sentir extraña, ¿un mal presentimiento, tal vez? O tan solo ansiedad por la incomunicación de Yoonji.
Al contrario de lo que todos creían, ellas nunca estuvieron unidas por la cadera. Eran del tipo de amistad ausente con la que podían contar en las buenas y en las malas; que casi siempre estuvieran apoyándose en las peores, hablaba bien del lazo que las unía. Por eso Jeongguk se preocupaba, también gracias a sus golpes al azar de dudosa procedencia.
Llegó al lobby y todavía estaban los mismos ancianos de la recepción, quienes no le dieron más de una ojeada. Les sacó el dedo del medio cuando las puertas del ascensor se cerraron, arrepintiéndose de inmediato porque no lo habían notado.
En la habitación no estaba nadie más que ella y sus pertenencias. Pero la chaqueta de cuero no yacía por ningún lado. Vidrios rotos y el mudo viento que se colaba por la ventanita abierta. Cerró la misma con cautela y se dio un baño larguísimo.
Tiempo después, y luchando con su estrés, salió afuera con la única meta de fumarse un cigarrillo en paz. Con suerte encontraba ganas de vivir en el camino, lo que le faltaba.
Encendió el tubito de nicotina y se ubicó en una esquina, recostada en un poste cualquiera. Pensaba en Yoonji y el porqué de sus golpes regados por doquier, de su adicción a la heroína y de que tenía una familia (si estaban genuinamente preocupados por ella o no, era imposible afirmarlo).
De repente, le llamó la atención un celular cuya pantalla estaba quebrada. Se acercó y lo tomó mientras miraba en todas las direcciones. Se mordió el labio al reconocerlo como el de Yoonji. Todavía prendía.
—Mierda, Yoonji... ¿En qué mierda estás metida?
Algo le gritaba que en nada bueno. Y se preocupaba por su salud.
• • •
Taeyeon odiaba la sensación de ser un animal enjaulado. A pesar de que su madre no hacía nada más que llorar y descansar por minutos, no parecía estresada por el lugar en el que se encontraban. Un búnker cuyo único propósito era resguardar indefinidamente.
Sus ojos brillaron cuando se escuchó un timbre, y reconoció el aparato extraño de comunicación que utilizaba el chófer con su padre. Su madre dio un respingo en su lugar.
—Ajam. —dijo el hombre, para después colgar.
—¿Qué pasó? —habló Taeyeon, y descubrió que su voz salió muy grave, casi masculina. Nadie mencionó la obviedad en voz alta.
—Encontraron al culpable de lo que pasó con la señorita Min Yoonji. Había cámaras de seguridad que no se molestaron en eliminar. Al parecer no tiene nada que ver con Corea del Norte.
Taeyeon suspiró, aliviada, porque incluso si la opción sonaba ridícula, el renombre de su padre hacía totalmente válida esa posibilidad. Era mejor prevenir que lamentar.
La señora Min no se calmó en absoluto.
—¡La persona que dañó a Yoonji debe pagarlo!
El hombre grande asintió, y Taeyeon tragó saliva, sabiendo la suerte del desgraciado. No le molestaba, pero le causaba curiosidad. Su familia era muy extraña.
Subieron las escaleras hasta la casa de verdad y Taeyeon recordó la película Parasite.
No se alimentaba de las riquezas de su familia, pero era como si ellos destruyeran su inocencia y la consumieran cual parásitos.
Su padre lucía cansado envuelto en un traje de tres piezas. No fue impedimento para que los tres se abrazaran al mismo tiempo, mientras el chófer aguardaba en silencio. Su madre preguntó por la salud de Yoonji, y Taeyeon aprovechó para saber si su vida escolar volvería a la normalidad: Por suerte, ambas obtuvieron las respuestas que querían. Sin embargo, no todo podía ser color rosa.
—Hay otro problema. Mi contacto en la policía me llamó. El ADN de Yoonji aparece vinculado con un asesinato. Debemos hacernos cargo de eso para limpiar su nombre. —informó el señor Min.
Su madre se tapó la boca abierta en una perfecta «O». Taeyeon solo rodó los ojos. Ahora se preguntaba si el oficial de policía encabezando el caso quedaría con vida luego de aquella búsqueda para limpiar un nombre que de seguro estaba manchado hacía mucho tiempo atrás.
![](https://img.wattpad.com/cover/274772137-288-k436624.jpg)
ESTÁS LEYENDO
(extra)Ordinaria | KookMin
FanfictionPark Jimin es una niña superficial que definitivamente no debería resultarle extraordinaria. Hasta que lo hace, y Jeongguk se encuentra a sí misma pululando a su alrededor cual satélite. O en donde Jimin y Jeongguk son alumna y profesora respectivam...