XIII
Así, los días pasaron. Jimin no tenía idea de cómo empezar su autorretrato, y Taeyeon estaba hundida en libros que leía con impaciencia. El ajetreo del último año las tenía ocupadas, tanto así que Jimin había olvidado por completo su resolución por tener una buena relación con su profesora de Arte, y Taeyeon a su hermana postrada en un hospital, a la que ni siquiera había visitado todavía.
—Oye, Tae —llamó Jimin, y la rubia de cabello corto hizo un ruidito con la garganta—, ¿no venía tu hermana?
Taeyeon paró de resolver ecuaciones de inmediato. Jimin notó lo incómoda que se puso, por lo que cambió de tema, preguntándole ahora si la fórmula que ella estaba utilizando para resolver un problema matemático era la correcta. Rápidamente se enfrascaron en una lección de las muchas que Taeyeon le había brindado a Jimin; era como normalmente pasaban sus tardes juntas.
Namjoon, quien se dirigía a la sala de estar, notó la puerta entreabierta y se acercó a mirar. La imagen de su hermanita con su amiga se le hizo tierna, pero había algo en Taeyeon que no le terminaba de encajar. No era que la considerara mala persona, pero su familia lo hacía dudar, y también la manera en la que miraba a Jimin... como si fuera su mundo. Era tétrico. Aunque se asemejaba a su forma de mirar a Seokjin, pero le daba miedo que Jimin terminara lastimada.
—¿Qué haces espiando a las niñas? —escuchó la voz de Jin, quien le dio un beso en la nuca— Es creepy.
—¿A Jimin le gustarán las mujeres?
—¿Qué?
Namjoon lo tomó de la mano, jalándolo hacia la sala.
—Nunca le hemos conocido un novio.
Jin rodó los ojos—. No seas idiota. Jimin ha pasado por mucho, y solo tiene diecinueve años.
—A su edad ya sabía que me gustaban los hombres. —rebatió Namjoon, sirviéndose café.
—Sí, pero no vivías en una burbuja —hubo un silencio después de ello—, tal vez estamos siendo demasiado sobreprotectores.
—Me da miedo que le suceda algo.
Jin tan solo asintió, recibiendo la taza de té que su novio le extendía.
—A mí también —admitió en un susurro. La mirada que compartió con Namjoon solo indicaba una cosa: Era mejor mantenerlo bajo la alfombra—. Tengo trabajo que hacer, llego temprano, ¿vale?
Namjoon asintió y le dio una nalgada a su novio cuando este pasó por su lado. El ruido llegó a los oídos de las adolescentes que estudiaban.
—Son unos puercos. —rio Jimin.
Taeyeon se sonrojó ligeramente, lo que no pasó desapercibido para Jimin, quien se sentó recta y la señaló.
—¡Dios mío, eres taaaan inocente~!
Taeyeon volteó la mirada, incapaz de mantenerla por dos segundos, pero el peso de Jimin encima suyo le dejó entender que la chica no se rendiría fácilmente.
Fue como empezaron un juego improvisado de cosquillas y risas estridentes. Taeyeon adoraba las expresiones faciales de Jimin, y cómo la pelinegra despelucada rogaba no ser atacada por cosquillas a pesar de que ella había comenzado.
—¡No puedo ver si me río, Taeeeeee~!
Pero a Taeyeon no le importaba torturar un poco si podía tener a Jimin debajo y luciendo como un sueño.
«¿Qué mierda me está pasando?», se preguntó mentalmente una vez las cosquillas pararon. Compartió una mirada con Jimin, de esas que le revolvían el estómago, pero su amiga pareció no sentir nada, porque se separó rápidamente arreglándose la blusa en el proceso.
—Las tiene tan grandes... —murmuró Taeyeon, sus dedos picando por tocar.
—¿Dijiste algo?
—N-No, es solo que... Mmmmh, tal vez deba irme.
—Oh, vale. Pero me haría feliz que te quedaras a cenar. Y a dormir~. —puchereó.
Taeyeon rodó los ojos. Para ella era imposible decirle que no a esa hermosura.
• • •
Jeongguk suspiró por quinta vez en la última hora. En su mano el jodido periódico con la noticia de la muerte del que solía ser su vecino.
—¿Por esto desapareciste? —le preguntó a la nada, pues Yoonji la había dejado sola después de regar toda esa mierda (aunque había algo que no terminaba de encajar después de todo)— Bueno, en el barrio al menos no conocen mi vida diaria. Lo máximo que pueden conseguir con mi nombre es agregarme a una lista de sospechosos. Pero... ellos han visto mi cara —se sobó las sienes— y no puede darme el lujo de renunciar a mi trabajo, joder... Debo olvidarme de mi liebre. Es por una buena causa.
Así fue como terminó prendiendo fuego a la Harley del difunto. Tenía que volver al ring en busca de dinero para sobrevivir, tal vez visitar su antiguo dormitorio antes de que le echaran las pocas cosas a la calle.
Y, por supuesto, encontrar al hijo de puta en el hospital privado al que lo habían llevado. Pagaría con su vida lo que le había hecho a su hermano.
• • •
Heesook pasaba videos mientras su madre hablaba de fondo. Algo sobre terminar sus estudios rápidamente y ubicarse en un puesto gubernamental de bien. Una mierda, ella tan solo pensaba que los trabajos de bien eran los que daba el Estado.
—¿Cómo te va con el auto nuevo?
—Bien, mamá. —respondió en automático.
—¿De qué te ríes tanto?
—TikTok —se carcajeó, su madre mirándola como si hubiera perdido la cabeza, pero ella no se había dado cuenta—. ¿Y papá?
—En la Universidad, como siempre.
Claro, su padre el profesor de Literatura más culto de la Facultad de Letras, ¿cómo podría pensar que estaba en otro lado? Sarcasmo, cofcof. Aunque Heesook creía que estaba siendo infiel, su madre jamás lo tendría como opción.
—Ya... Bueno, me voy. Pasaré a visitar a Tae y a Jimin.
—¿Por qué te juntas con niñas menores que tú? ¡Eres una universitaria!
Heesook rodó los ojos, acostumbrada a los comentarios innecesarios de su progenitora.
—Qué molesta es, Dios mío.
—¿Qué dijiste? —inquirió su madre, achicando mucho más sus ojos rasgados.
—¡Nada, nada~! —levantó las manos en son de paz, las llaves enredadas en su pulgar tintinearon— ¿Quieres que te acerque al Hospital?
La mujer cuarentona no lucía muy feliz, pero terminó por aceptar su invitación. Se le había ocurrido a último momento: Llevar a su madre a ser una enfermera ocupada para que se le olvidara su labor de madre crítica. ¡Heesook era una maldita genio, por Dios!
Era lo que había pensado. No contó con la charla de «¿Para cuándo el novio?» que se tuvo que tragar sin muchas ganas.
Cuando por fin llegaron, la mujer le besó el rostro y se marchó. Heesook rodó los ojos tantas veces en el trayecto, que tuvo que revisarse en un espejo si le habían quedado normal. Fue cuando notó que, en la parte de atrás de su sencillo Ford (que había pertenecido a su padre, y por el que rogó tener a pesar de que todavía no sacaba su licencia), estaba el bolso púrpura de su madre.
—Mierda, me toca llevárselo.
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(extra)Ordinaria | KookMin
Fiksi PenggemarPark Jimin es una niña superficial que definitivamente no debería resultarle extraordinaria. Hasta que lo hace, y Jeongguk se encuentra a sí misma pululando a su alrededor cual satélite. O en donde Jimin y Jeongguk son alumna y profesora respectivam...