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—Grrrr —Yoonji chistó, Jeongguk levantó una ceja en su dirección—. Bien, necesitamos una alternativa. No esperé que tu vecino tuviera una cerradura tan buena. Mi ganzúa definitivamente no está falta de uso, así que esto debe ser el problema.

Rodando los ojos, Jeongguk sacó su billetera bajo la atenta mirada de Yoonji.

—Observa cómo se hace. —dijo, con una tarjeta de crédito en la mano.

—¿Qué? ¿Tienes dinero? ¡Préstame!

—Joder, Yoonji, eres tan diferente estando sobria —la interpelada se rio—. O al menos que yo recuerde. —murmuró, metiendo la tarjeta en la intercepción entre la puerta y el umbral. Movió su muñeca mientras fruncía el ceño y Yoonji mordía sus inexistentes uñas.

—Nos van a descubrir.

—No entres en pánico. Disfruta de tu viaje y —un «clic» se escuchó— ¡Gualá!

—Jooooder, Jeongguk, eres una maldita ratera —la felicitó, besando su mejilla—. Pero sin ruido que nos descubren.

La mujer se rio en voz baja, y entró a la pequeña casa que se parecía a la suya. Había un hombre tirado en el sofá. Roncaba a horrores. Yoonji hizo una mueca de asco y se acercó, rebuscando en sus bolsillos.

—Yo saco las llaves, tú la moto. —ordenó, poniéndose el tapabocas. Jeongguk la copió y asintió.

La Harley era grande. Negra con detalles azules; notablemente de segunda, pero linda. Jeongguk se las arregló para sacarla rodando, aunque tenía la pata del seguro puesta.

Yoonji estornudó a sus espaldas mientras Jeongguk maniobraba para abrir la puerta que se había cerrado del todo una vez más.

—Lo sien-

Súbitamente, el hombre en el sofá abrió los ojos. Yoonji le mantuvo la mirada por dos segundos, los suficientes para que despertara. Ya con las llaves en las manos, gritó:

—¡Corre!

—¡Pero-

—¿Jeongguk?

—Mierda, ¡corre! —gritó la más baja de la habitación.

Yoonji movió las piernas hacia adelante, pero el tipo la agarró del largo cabello negro.

—¡Yoonji! —la llamó Jeongguk.

—Vete, carajo —le lanzó las llaves que fueron atrapadas con éxito—. Estaré-

—Maldita puta, con que robarme —gruñó el tipo. Vestido de negro y con aliento a alcohol, lo que explicaba por qué mantenía a Yoonji sujeta sin lanzarse a perseguir a Jeongguk—. ¡No te creí así!

Pero Jeongguk se marchó, derrapando con fuerza. El hombre gritó por el fastidio y tiró el pequeño cuerpo de Yoonji sobre el piso duro. La mujer se quejó, su carne lastimándose el doble, pero se las apañó para alcanzar un florero y partirselo en la cara.

—¿Maldita puta? —susurró una vez lo vio caer desmayado, la herida en su cabeza emanando sangre color vino que le recordó lo sedienta que estaba—. Muchas gracias por la moto. Me llevo tu dinero y estamos en paz, ¿vale? ¡Igual te lo pagaré, te lo prometo! —le dijo al cuerpo desparramado, rebuscando en sus bolsillos.

Cuando se puso de pie, observando de lejos a Jeongguk con una mochila gigante en su espalda, se dio cuenta de la razón por la que el hombre le había agarrado del cabello: Ahora se sentía más ligero, una nube oscura mezclándose con la sangre en el suelo.

(extra)Ordinaria | KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora