XVII.

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XVII

Cuando Yoonji se levantó, no había nadie en la habitación. Todo estaba a oscuras. Aceptaba que se alegró; necesitaba tiempo a solas.

Tomó un baño larguísimo en el que limpió cada recoveco de su cuerpo, disfrutando del agua cálida recorrerla por completo. Odiaba su cabello demasiado corto, le recordaba la pérdida y la fragilidad que no le gustaba demostrar. Sin embargo, era imposible ocultarla. Porque constantemente era apaleada por las circunstancias.

Pensó que en que, probablemente, ella se lo ganó. Yoonji no era un dulce inofensivo, al contrario. Por sus tendencias a la autodestrucción se había construido un camino empedrado hacia la disconformidad sin tiquete de regreso.

Cuando salió del cuarto de baño, utilizaba una bata que encontró por casualidad, y naturalmente no era suya. Era irrelevante pedir permiso, tampoco tenía ganas de conversar. Buscó en el armario algo cómodo que utilizar, despojándose de su albornoz.

—Hola.

Yoonji se volteó, totalmente desnuda. Heesook se colocó roja, sus ojos en los pechos pequeños de su invitada, quien no le dio importancia a su escrutinio.

—¿Estabas...?

—Cocinando —entró completamente, mostrando la bandeja repleta de frutas, cereal y zumo—, ¿estás bien? ¿No te duele nada?

Yoonji se puso el sencillo vestido amarillo y corto que había encontrado. Sin ropa interior debajo, ¿era necesaria? Sus cabellos rozando los hombros y yéndose hacia su cara cuando se inclinaba un poco. No evitó soltar un gruñido.

—Ven, te ayudo —dijo Heesook, ubicándose detrás de Yoonji. Los dedos largos y delgados acariciaron su cuero cabelludo con delicadeza, haciéndola cerrar los ojos—. ¿Cómo te encuentras?

Bien no era una respuesta creíble.

—Normal. —susurró, inclinándose al toque.

—Traje comida.

Si se concentraba lo suficiente en pensar en la comida, podía resultarle apetitosa. Pero lo cierto era que tenía ganas de morir. Tan simple como eso. No podía exteriorizarlo por razones obvias.

Quería dejar de sentirse miserable.

—¿Podrías... peinarme?

Heesook paralizó sus movimientos gracias a la impresión que la abordó. No estaba segura de por qué había relacionado esa petición con la negativa de Jimin por dejarse acicalar el cabello. De alguna forma se había sentido familiar.

Por eso se apresuró a buscar un peine y pasarlo por los mechones oscuros que estaban cortados desprolijamente.

—¿Puedo... arreglarlo?

—¿Eh?

—T-Tu cabello —aclaró Heesook, dando un respingo cuando tocó la textura suave en la nuca de Yoonji—, está desigual.

Yoonji suspiró, asintiendo. Heesook corrió a por unas tijeras en su escritorio. Estudiar arquitectura tenía ventajas como esa clase de útiles.

Cuando terminó y Yoonji se miró al espejo, Heesook no notó una sonrisa complacida, pero sí un brillo esperanzador. Como si le hubiera agradado su imagen, y eso la puso extrañamente feliz.

• • •

Lo primero que Taeyeon hizo al llegar a la escuela, fue buscar a Jimin con la mirada. Ella se bajaba del pick up de Namjoon, reluciente como siempre. Su sonrisa podría iluminar la ciudad, sus labios acolchados refugiar al más desamparado y hacerle feliz. Era tan hermosa.

(extra)Ordinaria | KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora