XXXIX.

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XXXIX

Lee Hajoon era un tipo de cuarenta y tantos que no vivía en los suburbios de la ciudad. Por lo que Jeongguk averiguó, a través de su hermano, Lee tuvo la oportunidad de estudiar en una universidad de renombre, sin embargo, fue expulsado por acosar a una de sus compañeras de clases; sus padres lograron reubicarlo en otra institución con buena reputación, intentando desmanchar la suya. Tenía buena posición económica, dos hijos y una esposa. Hasta un perro.

Jeongguk se puso los audífonos, viendo al hombre en cuestión recoger el periódico, su cara estaba hinchada y con marcas de golpes fuertes.

Se preguntó quién se le había adelantado. Una vocecita en su cabeza propuso al cuñado de Jimin como opción. No lo esperaría del hermano, parecía tan inofensivo como la misma Jimin, pero el inspector tenía los huevos bien puestos. Su intuición no se te equivocaba en aquellas clases de conjeturas.

Puso play a la canción y suspiró. Jimin cantaba hermoso.

A Jeongguk le habían dicho en un pasado que su voz era angelical, a pesar de que cantaba exclusivamente cuando estaba ebria. Dar golpes bruscos era su especialidad. Sin embargo, nada como el canto agudo de su flor.

Nada de esto es una coincidencia
Solo-solo puedo sentir que
El mundo es diferente de cómo era ayer

Jeongguk subió su capucha y abrazó al tipo por detrás, cuidando de cubrir su boca con el pañuelo blanco.

Solo-solo con tu alegría
Cuando me llamaste
Me convertí en tu flor

Sonrió, pensando en Jimin como su flor. Ella era tan linda, sofisticada, grácil y especial como una.

Como si hubiéramos estado esperando
Florecemos hasta que nos duele

Lee Hajoon seguramente estaba gritando. Era imposible que se liberara de su agarre. Lo llevó hasta el garaje abierto y cerró con llave. Nadie los escucharía a tales horas de la mañana. Los vecinos trabajaban, los estudiantes tomaban duchas y la familia del hombre seguía durmiendo plácidamente. Amarró sus manos al notarlo demasiado inquieto.

Quizá sea una providencia del universo
Simplemente tenía que serlo
Tú lo sabes, yo lo sé
Tú eres yo, yo soy tú

Lo arrodilló y tomó su mentón, ejerciendo presión, sin llegar a desencajar su mandíbula.

Aunque mi corazón se agita, estoy preocupado
El destino tiene celos de nosotros
Estoy tan asustado como tú
Cuando me miras, cuando me tocas

Jeongguk sonrió y se permitió suspirar, encantada por la sensibilidad con la que Jimin cantaba. Agarró la cabeza del hombre con sus manos grandes e incrustó los pulgares en sus ojos, empujándolos hacia adentro. No lo suficiente para sacarlos, pero sí para dañarlos. Dejarlos bajo un manto blanco.

El universo se ha movido por nosotros
No hubo ni el más mínimo error
Estábamos destinados a ser felices
Porque tú me quieres, y yo te quiero

Los gritos fueron inmundos. Jeongguk no pudo escucharlos, a decir verdad, Jimin la tenía atrapada. Si bien había dejado que él la viera, y hasta la reconociera, no tendría pruebas. Mientras tanto, ella tenía un amigo en la estación de policía con el mismo ímpetu por reducirlo a nada.

• • •

—Hagamos algo diferente.

Heesook, quien hacia su tarea en la cama de Yoonji —totalmente desnuda, para destacar—, levantó la mirada. La mujer pálida tenía los pezones duros y jugaba con ellos. La boca de Heesook se hizo agua.

(extra)Ordinaria | KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora