Capitulo 20

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El veneno de la daga se a mutado con mi sangre y mi cuerpo haciéndome inmune a el.
Miranda me a comentado que lo hizo de esta forma por qué se dió cuenta que el veneno era una debilidad que tenían todos sus experimentos por lo que mutarme con el veneno era la mejor opción para no repetirlo.

Por fin las pruebas terminaron ahora Miranda está completamente convencida de que no hay nadie como yo que cumpla todas sus espectativas.

Incluso me a dejado cargar a Eva.

- ¿Quien es una linda bebita? - digo mientras agito la sonaja de juguete.
La nena ríe intentando atraparla pero en lugar de tomar el juguete tira de un mechón de mi cabello - Auch.

Miranda ríe al ver la escena. Ella en este momento está ocupada analizando los poderes que e obtenido de la megamiseta. Yo también tengo tanta curiosidad de saber cuáles son mis habilidades ahora.

- Hola de nuevo - llega la mujer con la muñeca - Les traigo un regalo de parte de las Dimitrescu, ellas se han divertido mucho con Sorin - dice la muñeca.

¿Que?, ¿pero que no estaban muertas?, juro que yo las maté con mis propias manos.

- Dales un agradecimiento de mi parte - toma la caja que le entrega Donna y la coloca sobre la mesa - Buenas noches Donna.

- Buenas noches Madre Miranda - se despide la muñeca.

Estoy tan confundida, ¿por qué todo es tan irreal aquí?.

- Es hora de dormir - se acerca a nosotras. Toma a Eva en brazos y a mi me deposita un beso en la frente.

Entro con ellas en la habitación, Miranda después de alimentar a Eva la coloca en su cuna pero comienza a llorar alzando sus manitas pidiendo estar de nuevo en los brazos de su madre.

- Entiendo que Eva quiera pasar más tiempo contigo - digo sin quitar mi mirada ignotisada por la mujer que tengo enfrente.

- Solo esta un poco celosa - vuelve a cargar a Eva.

- ¿De mi?.

Ella ríe - Si.

Lo que faltaba, competir ahora con una bebé. Rio ante la idea.

Cuando Eva por fin se duerme la madre se dirige al tocador, se quita la corona y el velo.

Espera, ¿piensa desvestirse aunque yo esté aquí?.

Esto no debo verlo.
Me pongo de el otro extremo de la cama para distraerme mirando al techo.

Luego de un rato Miranda se sube a la cama posandose sobre mi invadiendo mis fosas nasales de nuevo con ese aroma que la rodea, es una fragancia dulce, delicada y seductora. Su respiración choca con la mía, sus ojos me miran y parpadean con sus largas pestañas. Tomo aire antes de que sus labios rocen los míos. El contacto es suave al principio, pero luego, como si necesitara más, se apoya contra mí y me besa con ansiedad. Sus labios son cálidos y suaves, su pelo suelto me acaricia la cara. Siento ligeros escalofríos de pánico y placer. Tardo un instante en darme cuenta de que le estoy devolviendo el beso con la misma ansia. Ella se aparta un poco quedando muy cercas la una de la otra.

Sus ojos pasan de mis labios a mi cuello y asta mis pechos, mientras que los míos se mantienen mirando a profundidad sus ojos lujuriosos. Sin ningún tipo de advertencia vuelvo a lanzarme a sus labios con pasión. Ella suelta un gemido de placer y apriciona mis manos con las suyas prohibiendome hacer algún otro movimiento que pueda llegar a tomarla por sorpresa dejandola indefensa. Yo no sé besar muy bien pero Miranda siempre es quien me guía, tomando la iniciativa de introducir su lengua en mi boca, acariciando todo el interior.

- Pasé tanto tiempo deseando tus labios pequeña Sorin - dice recobrando el aliento.

- Por favor Miranda, dame más - suplico.

- ¿Más de que conejillo? - dice sensualmente en mi oido para después morder el lóbulo, mientras su pelvis presiona entre mis piernas.

- De tí... - solo faltó eso para que ella apricionara mi manos sobre mi cabeza convirtiéndome así en su sumisa.

Su cálido aliento en mi cuello me provoca un placentero cosquilleo por todo mi cuerpo, su pelvis no deja de presionar en mi entrepierna exitada y ligeramente adolorida por el palpitar de el placer que me hace sentir esta mujer.
Finalmente se dedica a repartir besos por todo mi cuerpo deshaciéndose de la parte de arriba de mi vestido, mis pechos rebotan al ser liberados de la precisión de la prenda lo que exita más a Miranda.
Pasa la uña de su dedo índice entre mis pechos y continua bajando asta que su mano termina bajo mi falda.
Penetra mi humeda vagina recorriendo a un lado la fina tela de mi panti. Mis pliegues le abren paso resbalando con facilidad, sus dedos se mueven con fuerza rasguñando en mi interior mientras que su dedo pulgar se mueve de un lado a otro sobre mi clítoris. Suspiro y jadeo mientras mi cuerpo se tensa, mis manos apricionadas se mueven desesperadas intentando liberarse de su agarre pero ella lo impide sujetandolas con más fuerza.

Sus movimientos dentro de mi comienzan a intensificarse dándome duro, grito de agonía y placer, intento cerrar mis piernas pero sus caderas me lo impiden. Continuo gimiendo en múltiples veces y sus embestidas cada vez son más fuertes.

Flor De AmapolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora