Capitulo 29

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No e dejado de pensar en lo que pasó en el sótano.

Pero esos pensamientos y recuerdos comienzan a desaparecer estando al lado de mi hermosa mujer.

Estaré eternamente agradecida con esta mujer que es el amor de mi vida y nunca me separaré de ella, no importa lo que pasé, al final este es el lugar donde debo estar.

Aunque algo que se me hace extraño es que no hemos pronunciado muchas palabras después de decirnos "mi amor".

Presiento que algo la está atormentando. La miro de reojo su expresión es completamente neutral pero su pulso y respiración la delatan.

- Puedes contarme lo que te esta pasando - digo derrepente sin dejar de ver en su bello rostro.

- Estoy bien Sorin. - responde con tranquilidad.

Me separo dejando a Eva en la cuna para tomar su mano y acariciarla consoladora - Miranda, realmente me preocupo cada vez más de lo que está pasando en el laboratorio y de tus repentinos ataques de ira que te hacen destruir cosas, solo quiero saber si estás bien y de no ser haci buscaré la forma de ayudarte.

Miranda ríe conmovida por mis palabras - Bien te lo diré - me abraza a lo que yo correspondo ocultandome en su pecho, escuchando sus latidos mientras su respiración choca sobre mi cabeza - Es sobre Eva, nació infectada por el cadou y eso mismo está bloqueando su crecimiento, solo nesesito encontrar una forma de arreglarlo.

- Cuando eso pase, ¿seremos una familia normal?.

- Lo seremos conejillo - acaricia mi rostro con el roze de sus uñas.

- ¿Yo que puedo hacer para ayudar?.

- Ya me estás ayudando cuidado a Eva y el hogar, asta ahora estás siendo una muy buena amante - me sonrojo al escucharla decir lo último.

Levanto un poco la mirada para poder verla a los ojos, ella hace igual pero al contrario inclinando su rostro un poco asía abajo, nos acercamos y cerramos los ojos dándonos un beso lleno de amor y deseo, nuestros labios se unían en una batalla que ninguna de las dos quería ganar, mi mente se nublo, ya no tenía esa certeza del lugar donde nos encontrábamos, solo existíamos nosotras dos.

Miranda me detuvo, quise preguntarle el motivo pero puso uno de sus dedos en mi boca, haciéndome el gesto que guardara silencio.

Me sube a su regazo para seguir besándome. Nuestros besos pasaron rápidamente de ser esos besos normales de parejas a unos besos de dos enamoradas hambrientas junto a nuestro deseo que llamaba a gritos que lo apagáramos, su boca besaba mi cuello, al mismo tiempo que sus manos acariciaban mi espalda.

Hasta que baja lentamente los tirantes de mi vestido dejando al descubierto mis pechos. Trato de hacer lo mismo, pero extrañamente ninguno de mis movimientos llega a tocarla.
Sus manos son demasiado rápidas, defendiéndose de mis ataques, y al mismo tiempo sarremetían contra mi cuerpo con violencia y me provocaban el más intenso de los placeres.

Sube mi pierna para rozar el interior de mi muslo, hasta llegar a la entrepierna, y presionarla con fuerza.

Termino por rendirme. No dejara que yo la toque.

Se acerca a mi oído susurrándome con su voz seductora y coqueta cuanto me desea, tras eso lame suavemente el lóbulo de mi oreja. Acaricia mis pechos con su mano, bajando al mismo tiempo para besar en medio.

Oprime mi pezón, lo toma entre sus labios, torturándolo con su lengua, que se movía como si de una paleta se tratase sobre la punta mi pezón, con sus manos sube la falda de mi vestido hasta la cintura dejando al descubierto mi panty rosa, sus dedos no tardan en acariciar la suave tela, hasta apartarla a un lado dejando mis pliegues húmedos expuestos al frío que mi propia humedad me provoca,  dos de sus dedos se cuelan en la entrada de mi vagina, para masajearla con movimientos circulares que iban aumentando la intensidad a medida que transcurría el tiempo, en todo ese tiempo no pude dejar de gemir.

Con una sonrisa pícara y astuta sus dedos buscan mi clítoris, rozándolo, masajeándolo con una suavidad provocadora haciendo que los fluidos que salían de mi cuerpo fueran en aumento. Empezó con movimientos lentos y desesperantes, cada vez que estaba a punto de llegar a donde yo deseaba, disminuía la intensidad de sus movimientos desesperandome más. Pero de pronto, con la misma violencia de antes, comenzó a penetrame hasta hacerme gritar de placer. Mi cuerpo comenzó a temblar, dominado por los espasmos.

Flor De AmapolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora