Capitulo 97

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Me quedo acostada por un rato hasta que voy recuperandome poquito a poco, pero estoy anhelándola como nunca.

Es increíble como me excita esta mujer.

Acaricia todo mi cuerpo, pero aunque sus caricias son delicadas, son dolorosas también, pues el filo de sus uñas metálicas rasguñan mi piel, dejando un camino de sangre.

Gimo de dolor y placer, mientras ella pasa su lengua saboreando mi sangre.

La veo acercarse nuevamente y comienza rasguñandome los pezones, mirándome fijo, baja hasta mi pubis, lo, obligándome a emitir un débil gemido, y vuelve a besarme, le doy pequeñas mordiditas en el labio inferior, me enredo en sus labios, su lengua se introduce en mi boca y provoca con la mía una batalla, que casi me lleva al éxtasis.

El ardor de las contadas que ella acaba de hacerme me provocan un extraño cosquilleo exitante. Aquello se esta convirtiendo en una locura que duraría toda la noche, seguímos amándonos, he perdido el juicio.

Se pone entre mis piernas abiertas y besa la carne palpitante de mi sexo mojado y hasta casi al punto de estallar, deja de hacerlo, convirtiendose en una tortura deseada.

- Pero qué haces, ¿por que paras?.

- Te quiero oír suplicarme y te advierto que me voy a hacerme de rogar.

Entrelaza sus piernas con las mías juntando nuestros sexos mojados.

- ¿Crees que con eso me vas a seguir doblegando? - le dije deseándola sin pensar que ya mis caderas hacen un vaivén hacia delante y que ella me acompaña frotando su sexo con el mío, en el zarandeo excitándome mucho más.

- Quiero que me supliques - lo dice muy segura, y yo se que es verdad, pero quiero resistirme un poquito.

Me toma y hace que me cuelgue de su cuello, no puedo evitar mirarla con ganas de besar aquellos labios. carnosos.

¿Pero en que estoy pensando?, hace unos segundos me propuse a no suplicarle por ahora, me estoy contradiciendo, aquí se trata de no suplicar y es lo que voy a hacer.

Con la mirada, estoy tratando de disimular mi estado.

Quiero que ella sienta el deseo de darme duro antes de que yo se lo pida, pero me está quemando con esos movimientos, nuestros labios vaginales se están besando.

Más aun, sus labios urgan en mis pliegues que ya están emanando abundante líquido que junto a mi respiración me delata, siento un picor intenso por dentro y se que solo ella puede calmarlo taladrándome, pero ella sigue restregándose en mí y de ves en cuando me aguijonea el clítoris con su dedo, yo trato de empujar el cuerpo hacia delante para que se decida de una buena vez, pero ella lo impide marchándose hacia atrás dejando mi presión en el aire, no puedo evitar acariciarle los senos más lindos que he visto en mi vida.

Ella coge mi dedo índice y se lo frota en la puntita de los senos, a mi casi se me cae la baba, como hipnotizada paso la lengua sedienta por sus pezones embarrados.

Vuelvo a intentar presionar nuestras vaginas pero ella se aparta, salen de mi ojos encendido dos lagrimas de impotencia, me está quemando, mi sonrosada vagina esta babeando intensamente, como yo de deseos, no puedo más y se lo pido.

- Ya está bien, has ganado, pero follemos ya...

- No cariño, así no, quiero oírte suplicar, toda la noche es nuestra, merezco unas disculpas, ¿tu no crees? Quiero oírte rogándome.

Siento que la deseo más que a nada en el mundo, mi agitación incontenible delata mis deseos.

Sentirme clavada en su calida vagina hace que mi respiración sea cada vez más agitada.

- Cariño, restreguemonos juntas, anda mi diosa majestuosa, ¿quieres que te lo pida de rodillas?, ¿que te lo ruegue?, no me tortures más, por favor, anda mi hembra dámelo todo, quiero sentirte toda - lo dije y se que fue entre lagrimas porque esas palabras salieron de lo más profundo de mí, pero se lo dije.

Busco con mis labios el beso que sentí profundo, infinito, mientras nos deslizamos sobre la otra, en una danza febril, viciosa e insaciable que nos une a las dos, siento una multitud de orgasmos increíbles al mismo tiempo que puedo percibir mi amor por Miranda, la deseo, la quiero, la necesito, sus pausados movimientos desnudan mi sexualidad.

Mi pasión por ella se convierten en jadeos desesperantes, el placer absoluto que siento lo demuestran mis escandalosos gemidos, estoy gozando como una perra en celo.

Nos movemos al compás de su cintura, que se menea de manera lateral, en circulo, horizontal, estoy en el más absoluto orgasmo y ya no puedo más, termino viniendome en ella desatando también su orgasmo.

Nos vemos las dos fijamente con lujuria.

Flor De AmapolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora