Capitulo 91

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Tras asegurarme de que Miranda estaba con la sensibilidad a tope y completamente agotada que ya no podría más, despego mi lengua con delicadeza de su humedad intimidad.

Tomando consiencia vuelvo a mi apariencia humana.

- No, no, ¿como puede hacer esto? - limpio sus lágrimas y la acomodo entre mis piernas, pegandola a mi cuerpo.

Poco a poco, con movimientos suaves, voy liberándola de las ataduras. Con un masaje continuo y firme, devuelvo a la vida sus extremidades entumecidas por la postura forzada.

Se pueden ver marcas rojas en su cuerpo debido a que he atado y tirado fuerte de las cuerdas.

Miranda yacía deshecha entre mis brazos - Yo fui quien te provoco - admite sin ninguna pizca de arrepentimiento.

- Y lo de mi hermana, ¿es verdad?.

- Nunca fue, jamás lo haría. Solo pretendía llevarte al límite.

- Pero yo no podría llegar a tanto sin odiarme después - llevo sus muñecas rojas a mis labios y las beso con cuidado, controlo mis deseos. Beso su clavícula y subo por su cuello, mientras recorro con los dedos las marcas que las cuerdas han dejado sobre su piel.

- No lo digas conejillo - suspira con mis besos y caricias - te he corrompido pero sigues conservando un poco de tu alma dulce y compasiva.

Detengo mis besos y sonrío levemente - Yo sé que no es así...

- Si lo es - nuestras miradas se conectan.

- Provocandome, pero no metas a mi hermana en esto - suplico.

- No volveré a hacerlo - Miranda se refugió en mis brazos deshaciéndose de toda la tensión.

Beso sus labios - Gracias - vuelvo a besarla y permanecimos así una eternidad, al calor de nuestros cuerpos - ¿Sabes?, me resulta muy difícil imaginarte con alguien más que no sea yo.

- Me pasa igual, es por eso que seré tuya por siempre - lleva mi mano a su entrepierna haciéndome sonrojar.

- Así me gusta, eres mía Miranda - susurro en su oreja - ¿Todavía duele? - pregunto acariciandola aún sintiendola tan húmeda.

- Solo un poco - introdusco un dedo lentamente para comprobar su estado por dentro, pero fue suficiente saber que tan lastimada esta con tan solo escuchar un jadeo de dolor al hacerlo.

Soy terrible...
Cuando saco mi dedo lo encuentro manchado de sangre y veneno.

La levanto entre mis brazos y la llevó hasta el cuarto de baño.

El resto de la noche cuidé de ella como la hermosa flor delicada que es.

Cuando amaneció Eva se desperto muy inquieta pues en ocasiones gritaba de la nada y balbuceaba haciendo eco en la cueva pero afortunadamente esos tiernos gritos no despertaron a su mamá que aún duerme agotada.

No puedo evitar recordar la agonía y el placer que pude sentir con ella atada mientras la follaba duro.

Suspiro y me sacudo un poco antes de continuar lavando los trastes.

- ¡No! - grita Eva arrojando su pequeño plato de puré al suelo desde su periquera.

- Eva...- seco mis manos en el mandil para ir a recoger el desastre - ese comportamiento no es digno de una señorita - le entrego el biberón pero lo rechaza igual.

- Mamá - se remueve inquieta.

- Aquí estoy hija - sonrío y la bebé ríe.

- ¡Cállense de una vez! - grita Heisenberg desde el laboratorio.

Bufo y ruedo los ojos malhumorada - Ya vuelvo pequeña.

Tomo uno de los sobres de Donna de la canasta y voy donde Heisenberg.

- Ten - se lo arrojo dentro de la celda - Eres repugnante pero hasta las basuras como tú necesitan algo de diversión.

- Se te prendió el foco estúpida perra, esta es de la buena - rasga el sobre he inhala el contenido.

Rio y vuelvo a la cocina para seguir con mis labores ahí dentro.

Así se pasa mi mañana, limpiando cada rincón de la cueva.

En el laboratorio pude encontrar nuevos documentos que no había visto antes.

Era una libreta que tenía "Los Winters" como título.

- ¿Tú los conoces Eva? - la pequeña muerde su chupete y niega con la cabecita - Que inteligente - sonrió enternesida.

Veamos quién mierda son los Winters...

Flor De AmapolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora