Capitulo 64

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Es cierto, Donna tenía razón, la villa a vuelto a ser poblada. Está gente se ve más alegre, incluso al verme me saludaron de forma amigable y algunos me preguntaron de dónde provengo pues para ellos soy una forastera, a lo que no pude responder muy bien.

Cuando llegue a mi antiguo hogar otro golpe de nostalgia invadió mi pensar, pues fue ahí la primera vez que pude ver a Miranda tal cual era.

Acercándome me doy cuenta de que hay nuevos animales en la granja.

¿Esto era la sorpresa que me tenía Miranda?.

Rio y descarto la idea de inmediato, sería absurdo viajar hasta aquí solo para ver animales de granja.

Voy en dirección de la casa, pero me quedo quieta antes de girar la perilla de la puerta.

Debe aver algo muy grande aquí adentro, por alguna razón depronto tengo miedo.

Respiro ondo y tomando valor termino por abrir la puerta.

Me quedo paralizada al ver lo que está ahí dentro.

- Sorin...

- Mamá...

Ambas corremos y nos lanzamos sobre la otra en un abrazo lleno de ese amor maternal del que no pude recibir por parte durante mucho tiempo.

Cuando nos separamos nos miramos con los ojos llenos de lágrimas, pero ya no de dolor o tristeza si no de felicidad.

- Mírate mi niña, ya eres toda una hermosa dama.

- ¿Cómo lograste librarte de la bruja?... - digo limpiando sus lágrimas.

- Fue madre Miranda quién nos salvo - cuando lo dice comienzo a reír de emoción y vuelvo a abrazarla.

- ¿Por qué tanto alboroto? - mi padre sale de la cocina y cuando me ve se queda quieto, yo hago lo mismo al mismo tiempo que mi sonrisa se borra.

- Cariño, es nuestra hija, trae a los niños.

Mis padres no eran los únicos que estaban viviendo ahora en esa casa, también estaba mi hermana mayor y mi pequeño hermano, a quienes creía muertos.

Al regresar al laboratorio en la cueva supe exactamente como es que iba a agradecerle a mi amada.

La encuentro ahí en la mesa, parece leer un documento.

Seguí acercándome hasta tenerla acorralada al posar mis manos sobre la mesa de laboratorio, a cada lado de su cintura.

- Conejillo, no me di cuenta cuando llegaste, que silenciosa.

- Te lo agradezco tanto.

Todo comenzó con una mirada.

Minutos después volví a besarla, esta vez muy lentamente, juntando mis labios con los suyos, jugando con estos dando pequeños besos, acariciándola levemente detrás de su oreja, hasta que empezó a seguirme y besarme igual.

En ese momento se sobresaltó mi corazón, respiré profundo y no pude evitar excitarme.

En poco tiempo los besos se volvieron más intensos, habían mordidas mas seguidas mas fuertes y esta halaba mis labios con sus dientes, jugábamos con nuestras lenguas colocándolas una en la otra, mientras tomaba mi mano y acariciaba su cuello bajando muy ligeramente por este hasta
su pecho con mis dedos.

Me escapé de sus labios y empecé a recorrerla de besos desde su mejilla hasta el cuello. Su respiración se hacia cada vez mas profunda y mientras yo besaba y lamia su cuello, mi mano acariciaba ya sus senos, colocando mis dedos sobre sus pezones y rozándolos levemente, luego los apretaba suavemente con mi mano entera.

Ella enredaba sus dedos en mis cabellos.

Hasta que me aparto un poco hacia atrás para poderle bajar la parte superior de su vestido.

Siendo así como ahora puedo detallarla perfectamente y sin poder ni querer evitarlo me fui sobre ella.

Con mis manos la tome por la cintura y la nuca tirando un poco de sus cabellos hacia abajo.

Coloque mi rostro en su seno descubierto y empecé a besarlo, apasionadamente como lo hacia con sus labios. Pasaba mis labios por su pezón mientras lo besaba y rodeaba con la punta de mi lengua la aureola que lo bordea, entre leves gemidos miro su rostro y observo en su cara el reflejo de un poema erótico.

Me aparto de nuevo para darle la vuelta, ahora teniendola de espaldas y su culo haciendo presión en mi pelvis.

Empecé a morder su cuello mientras presionaba sus senos y apretaba su cuerpo contra el mío.

Ella comienza a moverse frente a mi de manera muy sensual y yo sigo su tentador juego presionando mis pechos en su espalda.

No aguante y la incline con fuerza sobre la mesa de el laboratorio, escucho su cuerpo azotar contra el frío metal de la mesa y un jadeo.

Dejando sus nalgas firmes mucho más expuestas, tomo el final de su vestido y lo levanto, dejándolas descubiertas.

Sonrojada por la belleza de ese trasero, pase uno de mis dedos sobre el delgado hilo de sus bragas que se metían entre sus mojados labios vaginales, seguí jugando con mis dedos por unos segundos antes de bajarlas por sus muslos hasta sus tobillos.

De rodillas mi cara queda a la altura exacta de su trasero.

Flor De AmapolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora