Capitulo 22

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Me despido de los animales de la granja y los libero. Espero que tengan una mejor vida en el bosque o si se los comen los lobos o alguna otra criatura almenos sirvieron de alimento.

Extrañaré mucho este lugar y es lógico por qué fue el único refugio que tuve y que me obcequio Miranda cuando no tenía a dónde ir y estaba perdida siendo perseguida por una bruja horrenda que tanto atormentó a mi familia...Es tiempo de dejar el pasado atrás pues mi nueva vida está apunto de comenzar con una nueva familia que está vez prometo nunca fallarles.

Empacó todas las cosas que creó necesitar, pero en lo que removía y buscaba entre las prendas de el closet encontré lo que parece un álbum de fotos, debe ser de los antiguos dueños. Lo tomo para abrirlo. Parecian ser buenas personas...

Regreso al laboratorio donde me espera mi amada Miranda junto con Eva.

Madre, padre, no pude despedirme de ustedes por última vez, espero que me perdonen algún día.

Miranda me toma de la mano para pagarme a su cuerpo, me abraza y yo correspondo rodeando con mis brazos su cintura, su aroma me hace olvidarme de mis problemas.

Cierro los ojos y me relajo en su pecho sin dejar de aspirarla. Así me mantuve asta que me di cuenta de que estoy recargada en ese pecho que estuve saboreando con la mirada está mañana.

Abro los ojos, solo estan a unos centímetros de mi cara.

El timbre de el celular de Miranda me salva de mi propia mente depravada.

Nos separamos para que ella pueda contestar la llamada.

Esto es más peligroso que las mismas pruebas, e logrado sobrevivir al veneno, ¿pero cómo podré sobrevivir a lo que está mujer me provoca?, mucho menos lo lograré al recordar que alguna vez tuve esos hermosos pechos en mis manos, eran tan suaves al igual que los labios de su vagina mojada. Esa fue la única vez que me dejo tocarla de esa forma.

Paseo a Eva en la carreola por el laboratorio mientras tengo estos pensamientos de su madre.

- Salgamos de la cueva conejillo, nos están esperando - dice después de cortar la llamada a la que no pude poner atención.

Un avión estacionado fuera de la cueva era lo que nos estaba esperando. En las escaleras hay un señor parado que saluda cortésmente a Miranda cuando subimos.

°°°

Una vez dentro los asientos son cómodos, Eva está durmiendo en una cuna que ya estaba preparada para su llegada.

Un chef se acerca ofreciendo postres que se ven deliciosos pero realmente no son los postres los que se me antojan.
Pienso mientras obcervo a Miranda distraída leyendo y anotando algo en la libreta que a llevado con ella.

Estoy siendo demasiado irrespetuosa debo parar.
Doy el primer bocado al pie de queso finalmente desviando mis ojos lujuriosos.

Termino deborandolo entero no por que este hambrienta, es por la ansiedad que me está dando el saber lo lejos que estamos de el suelo. Tomo el siguiente platillo para continuar atacandome, nunca en mis 16 años había probado algo tan dulce.

Miranda deja la libreta sobre la mesa y ríe al verme en ese estado - Estás actuando muy raro conejillo.

- P-Pero yo me siento normal - mi tartamudeo me delata.

- Conejillo no intentes engañarme eres muy evidente cuando te pasa algo - susurra en mi oído y esa fue la gota que derramo el vaso.

Me lanzó sobre ella besando sus labios, bajo a su cuello siendo mi mayor objetivo llegar a sus pechos, antes de que logre mi cometido ella me detiene y me toma obligandome a  sentarme de espaldas en su regazo.

Me sujeta de el cuello y abre mis piernas. Rápidamente mete su mano por mi vestido y frota sus dedos sobre las bragas. La delgada tela se empapa con mis fluidos.

- Lo siento Miranda...- digo entre jadeos.

- De nada te servirá disculparte conejillo - lame detrás de mi oreja.

Gimo en lo bajo.
Acaricia de arriba a abajo mi sexo resbalandose entre mis labios. La presión que hacen sus pechos en mi espalda me deja más húmeda.

Me penetra con tres dedos dilatandome más mi entrada de lo que suele hacerlo, un ligero dolor se mezcla con el placer. Ella me enviste sin importar que los trabajadores de el avión puedan escuchar mis alaridos.

Flor De AmapolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora