Capitulo 112/Maratón/2

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Comencé a besarle el cuello al tiempo que le voy desprendiendo algunas piezas de su vestimenta.

- Nadie más, siempre voy a ser tuya - dice entre gemidos y jadeos mientras más voy manoseando sus pechos maternales.

Sonrío alegrandome por esa respuesta, y devuelvo mis besos a su boca.

Su lengua y la mía se mueven de forma apasionada, pidiéndose más, entonces comenzamos a danzar al ritmo del sonido de nuestros besos, una y otra vez haciendo olas con nuestros cuerpos.

Con mis manos la agarro con fuerza de la cadera y la pego a mi de un solo golpe, chocando mi pelvis con la suya. Miranda vuelve a gemir y abre sus piernas dejando espacio para rozar su intimidad con uno de mis muslos.

En ese momento siento que mi demonio interno despierta y una vez que pasa es incontrolable.

La sujeto con fuerza, vuelvo a apretar sus pechos, retorciéndole los pezones, estirándoselos, presa en mí la enorme excitación libidinosa que me domina y su gemido de dolor me hace arrancarle de una la ropa, dejandola tan solo con su atrevida tanga negra de hilo que se le introduce provocativa entre sus nalgas y labios vaginales.

Le abro las piernas con ayuda de mi muslo y sigo frotandolo en su intimidad, semi flexionando mi rodilla para hacer que ella estuviera ligeramente mas sobre mi. Entonces empieza a deslizarse en mi pierna una y otra ves hasta que comencé a sentir su humedad latente.

Mientras mi vista se pierde en sus deliciosas tetas, enormes, con unos pezones duros y firmes de color rosado, que con solo verlos estoy ya salivando, es que me los quiero comer.

Entonces cumpliendo mi deseo se los lamo, los beso, los chupo y succionó con ansia, hasta que, cada vez más embriagada de su leche materna y por la tremenda subida exitación de este anonadante deseo de por mi hembra que por segundos más que minutos crece y crece, no se limita ya a los besos, las lamidas, las succiones en aquellos pezones que me alimentan, sino que paso a morderlos, primero moderadamente, luego de manera más y más salvaje, causando auténtico dolor a mi amada Miranda.

Pero según crece la sensación de dolor en Miranda, tanto o más se acrecenta la sensación de placer inmenso en mí.

No me conozco a mi misma en este demonio sediento de sexo, sexo y más sexo, sin ápice de sentimiento humano, sino el álgido crescendo de la libido más bestial, más primitiva.

Al mismo tiempo que bajo mi mano deslizandola dentro de sus bragas para tocarla y acariciar su entrepierna, la manoseo con agresividad, haciéndola gemir a goces, haciendo que su feminidad se lubrique a chorros en una clara señal de que Miranda esta a mi merced.

Mis dedos urgan entre sus labios para darme más placer. La estimulo en el clitoris, en ocasiones metiendo dos dedos a modo de penetración.

Y cuando siento que se va a venir me detengo, le doy la vuelta dejando por fin su rico culo a mi disposición.

- Dilo - susurro en su oído, sujetando su tanga desde atrás, la jalo hacia arriba estirandola con la intención de apretarla más entre sus nalgas y los pliegues lubricados de su concha.

- Follame - gime cuando empiezo a tocarla otra vez allí abajo.

Su nectar ya atraviesa la delgada tela del tanga y sigue saliendo a grandes cantidades.

Entonces relamiéndome los labios que me arrodillo y deslizo lentamente el hilo hacía abajo, acariciando sus piernas, hasta dejar caer la pequeña prenda sobre sus tobillos.

Tengo muchas ganas de comerme su concha. Así que con mi lengua la lamo como de abajo hacia arriba. Me centro en su clitoris. Meto toda mi cara en su culo, me disfruto de su sabor que tanto extrañé sus fluidos.

Comienzo a penetrarla con mis dedos al mismo tiempo que no puedo parar de chupársela.

Sigo así unos minutos más y cuando siento que se viene meto mis dedos y juego adentro de sus paredes para que ahora pueda estallar en orgasmos.

Miranda gime y gime sin parar.

Me levanto, me coloco detras de su gran culo y le doy ricos repegones, mis manos la toman de sus enormes caderas, le dan nalgadas, abren y cierran su grande, firme y hermoso culo.

- Voy a consumirte completa y te follare tan duro que te aseguro, no podrás caminar - amenazo tirando de sus largos y dorados cabellos.

Mis palabras la hacen ahogarse en sus gemidos.

Y la veo darse de nuevo la vuelta para robarme un beso.

Flor De AmapolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora