Capitulo 90

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- Me encanta que te mojes tan rápido, Miranda - la penetro con fuerza, moviendo de adentro hacia afuera mis dedos sin parar, hago el movimiento de mis dedos lentos para después hacerla gritar y retorcerse al cambiar el ritmo por uno duro y profundo.

Sigo moviendo mis dedos hasta que su interior se contrae y sus fluidos bajan desde el interior de sus muslos.

Quito la cuerda de su cuello.

Entre besos voy arrancando su lencería hasta dejarla desnuda.

La obligo a mirarme y sonrio de nuevo depredadora diciéndole que voy follarla sin control en este mismo instante.

Cargándola en brazos la obligo a acostarse sobre el sofá.

- De espaldas - ordeno.

Miranda obedece y se acuesta de espaldas. Los sonidos de su respiración comenzaban a acelerarse.

La acaricio desde la rodilla hasta el pie, ella se remueve anhelante y deja escapar un suspiro, cuando yo le rodeo el tobillo con la cuerda y hago un nudo firme.

Percibo con claridad como su cuerpo se eriza entre mis manos.

Tirando de las hebras la obligo a flexionar el talón hasta que toca su trasero y con calma envuelvo con varias vueltas su pierna doblada.

- Es precioso - digo casi en un susurro al contemplar las ataduras sobre la suave y pálida piel de Miranda.

Continuó con la otra pierna, está vez variando mis caricias haciéndola más sensible al tacto de la cuerda.

Cuando termine, tenía las dos piernas de Miranda envueltas en espirales doradas. No puede moverlas ni un milímetro pues me aseguré de que su abrazo fuera firme y constante.

"Futomono" es el nombre de la atadura que ví en internet.

- Castígame Sonrin - jadea.

- No pienso dejar que te salgas con la tuya - me ahogo en mi propia exitación viendo mi obra de arte.

Mis ojos se pasean por todo su cuerpo hasta mantenerlos fijos en su sexo.

Miranda se gira quedando boca arriba y abre las piernas para exibirse mejor frente a mí. Las hebras se enroscan en sus piernas acomodandose a la nueva postura.

Me desplazo entre sus muslos inmovilizados y deslizo las yemas de los dedos entre sus labios vaginales empapados. Ella da un respingo ante la caricia y arquea la espalda como invitación.

A lo que yo extiendo mi caricia junto con la humedad hasta su monte de venus, haciendo que su piel se erize de nuevo.

- Todavía falta mucho, Miranda.

Veo como sus pezones se endurecen y como su vagina escurre de fluidos ante mis palabras.

Tomo la segunda cuerda de la canasta.

Me desprendo de mis prendas y me acomodo en el sofá colocándome detrás de ella sin romper sin romper contacto visual, la ayudo a incorporarse, situándola entre mis piernas.

Miranda se recostó en mis pechos desnudos.

Entonces en ese preciso momento vuelvo a incorporarla y llevándole los brazos hacia atrás, comienzo a atarle los antebrazos, de manera que cada una de sus manos sostiene un codo.

Sus pechos saltan hacia adelante en una postura forzada.

Siento como Miranda se derrite con cada roce de mis dedos sobre su piel y cada caricia de las cuerdas bailando al compás de mis manos que las manipulan.

Flor De AmapolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora