Capitulo 81

538 50 31
                                    

Me ruborizo de inmediato al encontrarme a Miranda jugando con un dildo vibrador, sentada con las piernas abiertas y la espalda recargada en la cabecera de la cama.

- ¡Diosa mía!, ¿me estas pidiendo que te de otro revolcón de esos que te dejan sin aliento? - exclamo llamando su atención.

- Sorin, tardaste demasiado - dice entre jadeos. La habitación esta repleta de su aroma.

- Yo estaba...- intento hablar pero estoy tan atarantada por la sensualidad de ella que no me salen las palabras.

Encontrarla en este momento tan íntimo sin duda ha sido lo mejor de esta noche, después de correr, tropezar por los cerros de el bosque y sufrir de hipotermia en la tormenta de nieve, creo que no me vendría nada mal disfrutar a esta santa.

- Habías dicho que volverías pronto - gime después de la frase.

- ¿Y es por eso que te estás divirtiendo sin mi? - humedesco mis labios, estoy muriendo por devorarla.

- Es justo lo que estás viendo - dice traviesa con la respiración agitada.

- Aquí, la única castigada serás tú, por cometer el peor pecado, que fue serme infiel con un dildo - quito todas mis ropas empapadas.

Después me subo a la cama gateando hasta ella, quedando con mi cara entre sus piernas, cercas de el vaivén que ella misma hace penetrandose con el juguete, le resbala tan delicioso pues su vagina ya se encuentra dilatada y empapada en sus fluidos dulces.

Que erotica es, Miranda siempre consigue sorprenderme y provocarme sin que yo me lo espere.

Decido quedarme mirando por unos minutos, así aprenderé más de sus movimientos y velocidad que ejerce para complacerse a si misma y poder aplicarlo cuando sea mi turno.

En ocasiones dirijo mis ojos a su rostro, notando sus mejillas sonrojadas. Eso me da a entender que el que la allá encontrado en esta situación, la calienta tanto como a mí.

Sus gemidos, suspiros y algunas frases seductoras, sucias e insitadoras terminan haciendo que le arrebate el vibrador de su mano y su intimidad.

Celosa lo aparto a un lado, mientras que a ella la tomo de los tobillos y la arrastro hacía mí, haciéndola acostarse por completo en la cama, cayendo su cabeza sobre las almohadas.

Subo sus piernas, las juntó y las flexionó de modo que sus rodillas aplastan sus pechos.

Beso sus pantorrillas, continuo besando, al llegar a sus muslos los acaricio con mis labios y los muerdo dejando marcas antes de seguir bajando lentamente en dirección a su entrepierna.

Me inclino y presionó mi rostro contra su vagina, dando un fuerte respiro, aspirando toda su escencia que me enamora.

- Me encantas, Miranda. Me encantas toda - me separo y mojo mis labios con mi lengua para volver a acercarme poco a poco hasta plantar mi boca en su concha.

Comienzo a lamer. Mi lengua va de arriba abajo. Acariciando su clítoris. Ese puntito que a todas nos pone locas.

El placer de tener mi boca ahí y los dulces gemidos de Miranda me están encendiendo más, es justo por eso que comienzo a resbalar mi lengua por su ano hasta su clítoris. Lo lengüeteó unos segundos.

¡Dios negro!, Miranda es mi cena preferida.

Su cintura empezó a columpiarse de arriba a abajo buscando frotar más mi boca con su vagina. Lo hace tan sexi que no quiero que se detenga.

Lamo, succionó y vuelvo a lamer, convinando mis movimientos hasta hacerla gritar y temblar en la cama.

Que rico, me retorcí un poco.

Flor De AmapolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora