—Vamos, Kazumi-san –Eri agarró mi mano para tirar suavemente de ella, indicándome que avanzará–.
Así que no me quedó de otra que hacerle caso y caminar detrás de ella, aunque mientras íbamos caminando, me di cuenta de que ella iba muy feliz, e incluso me iba contando algunas cosas, pero no lo relacionaba muy bien, aunque si trataba de escucharla.
Sin embargo, lleve disimuladamente mi vista hacía atrás, y pude percatarme de que ambos parecían estar discutiendo, porque sus expresiones se venían muy serias, aunque Aizawa-sensei no se dejaba intimidar.
—Kazumi-san, ¿Estás bien? –Preguntó Eri con un tono de preocupación–.
—¿Eh? –Susurré en cuanto volví mi vista hacía ella–.
—¿Estás triste? ¿Te sientes enferma? –Ladeo un poco su cabeza mientras apretaba un poco mi mano–.
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—No, lo siento –Solté una pequeña risa y rasque un poco mi nuca– Estoy un poco cansada, es todo, Eri-chan... Estuvimos entrenando casi todo el día.
—Oh... –Susurró suavemente y sin dejar de mirarme. Le dedique una pequeña sonrisa– ¿Es por eso que tus manos están así? –Preguntó refiriéndose al vendaje–.
—Si, pero ya no duele, así que no tienes porque preocuparte –Acaricie suavemente su cabello–.
La verdad es que si dolían, y la sensación que tenía era como si mi piel se quemara, pero prefería soportarlo, no quería que se preocupara o soltara mi mano, porque ella parecía estar muy feliz, y eso me reconfortaba.
Luego de esto, Aizawa-sensei volvió a donde estábamos nosotras, así que caminamos nuevamente. Entramos a los dormitorios en donde viven los profesores, y a simple viste, se veía más grande que los de nosotros.
Subimos en el ascensor hasta el quinto piso y caminamos por los pasillos, para finalmente entrar a una habitación enorme, casi parecía ser una casa. Claramente eran más grande que nuestras habitaciones.
—Ven, Kazumi-san –Eri me arrastro por el lugar hasta llegar a una de las puertas que había dentro de este lugar– Mira, esta en mi habitación –Dijo en cuanto la abrió, dejando ver una cuarto bastante común, pero con algunas cosas para ella–.
