Capítulo XIII: La última Erskine

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-        Espera, ___ – me llamó Howard, seguí caminando – ¿Por qué te molestas? – me dijo – te recuerdo que me dijiste la última vez que nos vimos, que no querías nada conmigo por más que bailé toda la noche contigo por tu amado Steve – le puse la mano en la boca para que se callara y lo arrinconé contra la pared – eso me gusta.

-        Howard, silencio, Pegg puede oírte – le dije.

-        ¿Pegg? ¿Ya son las mejores amigas? – preguntó sonriendo.

-        Vivimos juntas y sí, somos amigas.

-        ¿Puedo ir a una pijamada con ustedes?

-        Por eso no intento nada contigo, Howard, porque no cambias.

-        Espera ¿solo es por eso o por Steve?

-        Por ambas, ahora yo iré al auto y tú vuelve con tus amigas.

-        ¿Estás celosita? – preguntó sonriendo, no pude aguantar las ganas de sonreír – ¡Oh! Extrañaba esa sonrisa.

-        No parecía.

-        Estás celosita – dijo feliz.

-        No, solo que veo que la mayoría de hombres son mentirosos y obligan a mentir a otros por ellos, pobre Sr. Jarvis, lo hiciste quedar como un mentiroso.

-        Yo solo las estaba ayudando a huir de su país, tenían problemas, soy filántropo ahora.

-        ¿Y te lo agradecieron con besitos en el cuello?

-        Yo no toqué nada, lo juro, ellas estaban felices y agradecidas, no sabía cómo pararlas.

-        Bueno, te dejo para que sigan agradeciéndote mientras yo voy a limpiar tu nombre.

-        Eres la mejor ¿lo sabías?

-        Lo sé – subí al auto, Souza y Pegg me estaban esperando.

Logramos demostrar la inocencia de Howard, los otros agentes empezaron a tomarnos en serio a Pegg y a mí, las cosas iban acomodándose, estaba tranquila por esa parte, pero la forma de operar de ellos y su organización, era igual a H.Y.D.R.A., pero era imposible, Steve murió destruyéndola, eso espero, al menos cortamos la cabeza principal, él era el único líder. Por otro lado, Howard me había dado el último tubo de ensayo que contenía la sangre de Steve, dijo que era lo correcto, que lo que había dentro de su sangre, era invento de mi padre, que técnicamente me pertenecía, fui al río Hudson y vacié el tubo, yo dije que nadie más tendrá ese suero, ya que de lo único bueno que trajo fue todo el camino que recorrí a su lado, al lado de Steve. Lo único que tenía de él, era una foto junto a los demás aulladores en nuestra primera misión y una carta que escribí para él que nunca envié porque empezó a salir con Peggy.

Pegg estaba empezando a tener citas con Souza, él era un buen hombre y me alegraba que siguiera adelante, a Souza no lo nombraron director de la S.S.R. en Los Ángeles, le pidió a Pegg que vaya con él, así como a mí, lo seguimos, quisimos huir por un momento del cielo gris de New York y decirle hola a los días soleados. Howard se había comprado una casa en Los Ángeles, Pegg me animó para que al fin pueda tener una cita verdadera con él, ya que solo la pasábamos en su laboratorio comiendo y jugando ajedrez, después de esa cita, acepté tener algo formal con Howard, Steve ya no volvería, sabía que no podía dejar de amarlo fácilmente, pero al menos podía compartir mis días al lado de un buen hombre.

Ya habían pasado tres meses desde que Howard y yo salíamos, todo estaba en paz, Pegg y Souza seguían juntos, el Sr. Jarvis seguía siendo un amigo incondicional, empecé a alistarme para la cena que tendría con Howard, dijo que sería una cena que cambiaría nuestras vidas, usé un vestido negro y un par de pumps del mismo color, tomé un bolso rojo, iba a colocarme mi collar, pero noté que el broche estaba suelto, lo dejé, así que decidí usar una pañoleta roja.

One in a million (Steve Rogers & tú) (Steve Rogers y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora