White Violin || Shinsuke. K

34| pasado

Capítulo narrado por Kita, ¡disfrútenlo mucho!

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La señora Kita era una mujer fascinante en todos los aspectos: amable, cordial y generosa. Dispuesta a ayudar a quienes necesiten. Ojos brillantes y llenos de vida y asombro, que buscaban la forma de ayudar y destacar de los demás. Repleta de sueños a pesar de sus ya 43 años en el momento de la adopción.

Por desgracia su matrimonio fue breve, algo parecido a un "amor juvenil", pues se vio interrumpido por la enfermedad y la temprana muerte de su esposo. Aún siendo viuda, le prometió a su marido seguir aferrada a la esperanza de poder seguir adelante sin el. Al enterrarlo, sintió que su vida perdió el rumbo: vacía e inútil.

Sin hijos ni sobrinos, no tuvo ni hermanos o primos que la acompañaron en su duelo. Estuvo sola durante mucho tiempo, pero seguía adelante, aprendió a vivir con la muerte y perdida.

Pero el destino le dió una segunda oportunidad.

Cuando llegue a su vida, siempre mencionó que fue una bendición y dicha para ella tenerme en casa: tendría alguien con quien compartir su pan, a quien arropar con su manto, por quien preocuparse en la enfermedad. Se volvería a sentir útil y amada, su anhelo de tener algún niño por quien velar se había vuelto una realidad.

aunque no fuese su hijo ella me acobijó como tal.

por las noches tenía terribles pesadillas de mi madre, volviendo por mi y lastimando a Kori. Otras trataban de lo usual: sentir que te caes por un precipicio, una araña, estar solo en un desierto repleto de serpientes. Le tenía miedo a la gran mayoría de cosas, y lo reflejaba en mis noches de sueño.

Kori se acostaba conmigo y todas las noches sin falta, tarareaba una canción "protectora" para evitar que los malos sueños y pesadillas vinieran a mi mente. Siempre eran canciones diferentes, ni una se repetía. Decía que al ser diferentes le daría diversidad a los buenos sueños. Esa manía se quedó conmigo, y la sigo usando, aunque suene infantil admitirlo.

cuando me enfermaba, ella preparaba hamburguesa de tofu; un platillo extraño, lo sé, pero mejoraba mi estado anímico aunque estuviera con fiebres altísimas y un dolor de cabeza horrible.

A mis 9 años no sabía ni leer o escribir, y ella se dedicó 100% a mi educación; fue paciente, porque no fue nada fácil regularizar a un niño que en su vida había tomado un lápiz o leído un libro. En cuanto estuve lo suficientemente listo, me envió a una escuela para por fin convivir con niños de mi edad.

como dije, era muy retraído, desconfiado y tímido, al principio no me hizo muy feliz enterarme que finalmente sería lanzado al mundo real. Me sentía raro, todos me observaban y hablaban de mi, después hablaron conmigo y se tomaron el tiempo de conocerme hasta donde yo se los permitía.

claro, los años pasaron y también mi seguridad en mi mismo mejoró mucho, al menos ya no sentía que quería llorar con la mas insignificante pelea entre amigos. Sorprendentemente adquirí una forma de expresarme "sin filtros", siempre valore la sinceridad y quería pagarles de la misma forma a quienes fueran o no honestos conmigo. Lo que nunca cambio fue mi rostro serio e insípido, nunca fue fácil hacerme reír o gesticular un poco. Quizá eso venga de fábrica en mi, tampoco intente cambiar mucho ese aspecto de mi.

Académicamente no era tonto, me consideraban uno de los más inteligentes de la clase, mostrando particular interés en las matemáticas que extrañamente no se me daban mal aquellos problemas sobre gente que vendía objetos rarísimos en grandes cantidades por poco dinero.