White Violin || Shinsuke. K

42| orígenes

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para explicar esta historia, tenemos que remontarnos a hace unos 9 años atrás, cuando la vida problemática y poco legal de Kita comenzaba a tener frutos. O mejor dicho: cuando los reflectores llegaron a él.

— el jefe quiere verte.

Obediente, siempre firme e imparable, el apuesto muchacho peliblanco se plantó ahí, esperando pacientemente su turno para hablar con el aclamado jefe; aquel líder que manejaba Tokio a su antojo.

Tsuyoshi Kurai.

Tenía comiendo a la ciudad de la palma de su mano: la policía no se atrevía a interferir en sus asuntos, el dinero llovía por doquier, la diversión y los excesos no tenían fin, incluso el alcalde siempre se hacía de la vista gorda en cuanto notaba la presencia de aquel hombre. Ningún barrio estaba exento de su presencia en las sombras.

El estar ahí para el ya era suficiente para ganar lo suficiente como para vivir en las zonas lujosas de la ciudad, pero pocos sabían cómo funcionaba el "reclutamiento" y la selección tan rigurosa que Tsuyoshi llevaba a cabo. No podías elegirlo, sino que él te elegía a ti, pero para tomarte en cuenta debías de tener algo especial que le atrajera demasiado.

Kita estaba sereno, su vista al frente mientras le daba vueltas al anillo plateado en su dedo; no le mortificaba que lo hayan llamado, estaba orgulloso de haber tenido una reputación que lo preceda como para que el gran "Ángel negro de Tokio" haya querido conocerlo. Pero no estaba solo en aquel cuarto que servía como pequeña recepción o sala lunch.

Otros dos jóvenes estaban ahí con él; por un lado, aquel que estaba aislado en la esquina del lugar, con sus brazos cruzados y rostro joven pero intimidante, bastante grande para la edad que Shinsuke suponía que tenia.

El segundo, con el cabello negruzco y desaliñado, con unos lentes de armazón dorados, sus muñecas decoradas de relojes de oro con apariencia lujosa, y actitud aparentemente despreocupada y tal vez caótica; le daba unas cuantas sonrisas coquetas o burlescas al peliblanco, quizá tenía los humos muy arriba.

Una mujer en poco menos que lencería se asomó y los dejó pasar; los chupetones y mordidas de amor en su piel indicaban el motivo de su visita.

Los tres chicos obedecen sin más, y así es como conocen al hombre que se encargaría de ahora en adelante de darle indicaciones, aquel que ahora sería el dueño de su alma y pensamientos.

El pelinegro hizo una reverencia al conocerlo, acción que posteriormente sería copiada por los otros dos; era señal de respeto, nadie que entrase a esa oficina mortal salía con las agallas o con vida como para contarlo. Entonces estar ahí, era todo un honor, para los tres.

— es bueno por fin conocer a mis tres nuevos niños prodigio— habló el hombre, parecía de quizá unos 45 o 50 años, con un traje a la medida y calzado de marca. Anillos en sus dedos y una cadena de oro que adornaba su cuello.

Los tres se quedaron viendo, ahora ya no con rivalidad como antes; habían sido contactados, los tres, pero no para competir, sino para aceptar un trato mortal.

— el honor es nuestro, señor— el pelinegro respondió con emoción en su voz, enderezando su postura.

— ¿por qué?— cuestionó Kita, arqueó una ceja y guardó sus manos en los bolsillos de su pantalón. Una situación cómo está era por mucho, fuera de lo cotidiano para alguien como Tsuyoshi— ¿por qué nosotros?

El de apariencia más grande cerró los ojos por unos segundos, mientras tragaba en seco y apretaba sus dedos en un puño. ¿Como y porque cuestionaba a un tipo tan peligroso como este?