41| la oferta perfecta

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— ¿realmente piensas matar a Sakusa?— cuestionó Aran aún inquieto por la escena armada en el club. Kita lo miró de reojo y regresó su vista a la ventana del copiloto.

— puedo y lo haré si es necesario— respondió cortante, sus exhalaciones quedando plasmadas en el vidrio.

Aran aguantó un suspiro que hubiera dejado salir si de la boca de su jefe hubiese salido lo contrario. No es que dudara de su capacidad pero todavía tenía la ligera esperanza en que recapacitara su decisión.

tal vez era buen momento para un consejo, de amigo a amigo. o tal vez, ¿de amigo a jefe? ¿en que posición se encontraban los dos?

— estás actuando con las vísceras y sabes que la última vez que lo hiciste casi nos atrapan— recordó el moreno, su agarre al volante de intensificó, estaba nervioso por escuchar la respuesta— tu cerebro aún sirve, úsalo.

— no recuerdo haber pedido tu opinión— espetó el peliblanco, devorando a su más fiel sirviente con tan solo la mirada. No tenía oídos ni cabeza para consejos, ahora sólo quería resolver todo lo antes posible.

joder, juraría que el clima del auto se heló al escuchar la orden, el regaño, o como le quieras decir. Entonces Aran se percató que de momento, lo mejor era mantenerse callado y "neutral" ante la situación y sentimientos encontrados de Shinsuke, quien era obvio que no sabía como manejar sus emociones después de embotellarlas durante meses.

— perdón Kita.

— Soy tu jefe, no amigo, así que mejor dirígete a mi como tal— exigió, aún quería sentir que tenía autoridad y cierto orden del mundo, al menos de aquellos que estaban bajo su control.

Aran agachó la mirada unos segundos, cabizbajo y avergonzado de cómo es que lo estaba tratando. ¿Quería reclamar? por supuesto que si, pero el arma situada en el muslo de su jefe lo detenía.

Se detuvieron en un local que a pesar de la hora, seguía en movimiento y con vida; pintado de negro, con un ventanal y un sticker de vinilo pegado en este, donde se podía leer "Dark Horse Tattoos" como nombre de aquel negocio. Otro de tantos en los que Kita tenía control absoluto en Tokio.

Ambos bajaron del auto, y abrieron de golpe la puerta, asustando a la ensimismada recepcionista que estaba medio dormida sobre su escritorio. Kita pasó de largo, ignoró a la mujer y se fue directamente a una de las salas de aquel lugar, a la única habitación que tenía la luz ultravioleta prendida.

En esta, un concentrado tatuador que estaba muy ocupado, ¿besando a su cliente? Y en parte también terminando con la obra de arte y piel en la cadera del chico en la silla.

Shinsuke aclaró su garganta, anunciando su repentina presencia. De un sobre salto, el trabajador se incorporó y alejó sus labios rojizos e hinchados del abdomen del último cliente del día.

— ¿interrumpo algo, Iwaizumi?— inquirió el peliblanco, recargándose en el marco de la puerta, notando velozmente la nueva decoración de su sala de trabajo. La pintura pasó de ser blanca a una negra, nuevos marcos con fotografías del universo y algunos planetas, un espejo colocado horizontalmente y paralelo a la silla, y la mesa de trabajo movible donde todos los materiales y utensilios estaban acomodados de forma milimétrica.

El joven se negó sin decir mucho, no había forma de excusar lo presenciado, así que se limitó a regresar su mano a la pistola y tinta para concluir el tatuaje. a Shinsuke no le mortificaba o sorprendía la hora en la que se encontraba trabajando, y mucho menos el haberlo encontrado haciendo ese tipo de cosas.

White Violin || Shinsuke. KDonde viven las historias. Descúbrelo ahora