Capítulo 3 | Ethan

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Ese día no tenía nada que perder, una chica guapa me invitó por un café y, aunque no suele ser mi idea favorita para salir, podía ser una forma de acercarme más a ella y, tal vez, conseguir llevarla por un trago.


Han pasado dos semanas desde que tuve la cita con Megan, y no la puedo sacar de mis pensamientos ¡maldición! No es que siempre esté pensando en ella, ninguna chica ronda tanto por mi cabeza, pero, de cierta manera, siempre me han gustado las cosas difíciles, diferentes.

Me agrada lo cómodo y a lo que estoy acostumbrado, pero me atraen los retos, y ella definitivamente lo es. Además, me confunde. En cualquier situación anterior, nos hubiésemos besado antes de entrar a la cafetería, ella me dio la mano para despedirse. ¡Qué ridículo!

Tampoco debería estar preguntándome la razón por la que no se ha comunicado si tiene mi número. No me ha llamado, o incluso escrito desde entonces, cosa que yo tampoco iniciaré, pero, para mi mala suerte, eso es precisamente lo que hago en este momento, me pregunto por qué esta chica interesante y diferente ha decidido ignorarme. ¿Acaso hice alguna mala suposición? Según yo, todo estuvo bien, así que, efectivamente, está jodiéndome el día de hoy.

Hoy, el tiempo pasó más lento que nunca. Sin importar la cantidad de actividades que hice, las manecillas del reloj indicaron los pocos minutos que habían pasado. Sé que ya estoy mal por tener que preocuparme por estupideces. Nunca me ha llamado tanto la atención una chica, como para seguir pensando en ella después de tanto tiempo, no me gusta ir por esos lados, Pero, por alguna razón, esta chica llamada Megan me está distrayendo demasiado. Definitivamente debo ir por algunas copas, incluso si Jordan no está dispuesto a acompañarme. Llevo insistiendo, desde hace unos días, que deberíamos ir a un club juntos por los viejos tiempos, pero siempre me rechaza porque está lleno de trabajos y los estudios lo dejan muy agotado como para hacer algo más que dormir cuando tiene tiempo libre.


Unas horas más tarde, después de estar no lo suficientemente sobrio como para arrepentirme y no lo suficientemente ebrio como para no saber lo que estoy haciendo, me dirijo al cementerio.

Si soy sincero, es el lugar que más odio. Aún recuerdo el día de su funeral, más específicamente, su entierro. Unas pocas amigas que tenía del trabajo y de la iglesia, asistieron, repitiendo que fue una buena persona, amiga y madre, que debía estar orgulloso. Claramente eso ya lo sabía, pero no pude evitar sentir que nada de eso importaba, no necesitaba morir para tener conocimiento sobre eso, de igual forma, se fue y no pareció ser un gran evento. El tiempo que duró, no solté ninguna lágrima, no quería verme vulnerable o débil ante los ojos de nadie, a pesar de saber que nunca vería a ninguna de esas personas en mi vida. Sin embargo, cuando quedó solo la lápida y yo, mis lágrimas no tardaron en salir, seguían y seguían desbordándose sobre toda mi cara. Siempre fuimos los dos, ella y yo contra el mundo, no estaba listo para hacerlo solo.

Recuerdo que ella solía recibir diferentes cumplidos en mi época de secundaria: "Qué buen chico" "Lo educaste muy bien" "Él es muy inteligente, obtuvo una muy buena beca" "Les conseguirá un gran futuro". Con cada comentario como ese, veía que los ojos de mi madre se iluminaban, lo que lograba inspirarme a esforzarme para seguir escuchándolos y presenciar su cara de orgullo. Ahora, ya no recibo ningún complemento, tal vez por mi apariencia o algo relacionado, incluso, en ocasiones, ni siquiera eso. Pero ya tampoco lucho por recibir alguno, no tengo a nadie a quien impresionar o seguir enorgulleciendo. Ese Ethan bueno, amable, constante, tal y cómo me describía mi madre, se fue, me dejó. Él murió cuando ella también lo hizo.

Pero, a pesar de lo doloroso que es, hay veces en las que necesito ir allí para añorar a mi madre y gritarle a Dios, porque aún no lo olvido. No olvido que él fue el que me quitó a mi madre, no olvido que no quiso ayudarla, y yo pienso nunca perdonarlo.

A veces, también me pregunto a qué grado de decepción llegaría ella, si me viera en este momento. Tal vez me diría algo como: "Ya basta, Ethan. Eres un chico inteligente y puedes mucho más que esto", o tal vez: "Sabes que todo tiene un propósito", pero no, eso no tiene sentido, no tiene ningún sentido. Todos elegimos y él eligió llevarse a mi mamá y a mí también, de camino.


Han pasado dos jodidos meses y ya me estoy haciendo la idea de no volver a pensar en ella, nunca más. Definitivamente, decidió que era mejor no hacer tiempo para mí y me parecía la decisión más sabia.

Pero, como siempre, los giros inesperados de la vida te sorprenden.

La veo, está con un gran abrigo y frunciendo ligeramente el ceño como si buscara a alguien. Su mirada encuentra la mía y sonríe, siendo tan bella y reconfortante, que hace que todo mi odio se esfume en cuestión de segundos.

Rápidamente cruzó la calle, se situó frente a mí y empezó a abrir la boca para decir algo, pero parece que no encuentra las palabras que quiere, así que me adelanté.

- Un placer verte de nuevo, Meg- No sé si sentiría incómoda si cojo confianza, pero me arriesgué.

- El placer es mío- dice con su dulce voz, piensa unos segundos y continúa-. Lamento la desaparición, pero han sido unos meses ocupados para mí, en los que he pensado mucho. Pero antes, quiero hacerte una propuesta, debes decirme que aceptas, sin importar lo que sea.

Le dedico una media sonrisa - Bien, preciosa. Acepto- Entonces ella me tiende una tarjeta.

- No sé si has oído hablar de este lugar, pero espero que puedas ir y darle una oportunidad. Ya has aceptado, no te vas a arrepentir. Además, es mi lugar favorito- explica con esa emoción que siempre lleva puesta.

Me quedo en silencio unos momentos, sin entender por completo la situación, así que ella simplemente se empieza a alejar, diciendo:

- Espero verte allá, Ethan. Créeme, lo que hay allí es lo que has estado buscando.


No sé de qué hablaba Megan, así que me dispongo a googlear la dirección en mi teléfono. Parece que mi pequeña sospecha - o más bien, temor - que estaba acumulándose en mi estómago, es cierta.

Megan es creyente y ahora tiene sentido por qué ella es diferente. No negaré que las personas de la iglesia siempre son reconocibles por su aura, pero no significa que esté listo para volver a eso, no puedo olvidar, no sé cómo perdonar.

Y, a pesar de esta chica linda que me revolvió los pensamientos, no pienso ceder. Además, después de meditarlo, por el tiempo de su desaparición, llegué a una conclusión, una que puede explicar mi repentino y extraño encaprichamiento con ella. Se parece demasiado a mi madre, ambas son alegres, siempre sonriendo y hablando con entusiasmo, son directas y no les importa no dar rodeos, son insistentes y siempre se salen con la suya. Es increíble lo parecidas que pueden ser dos personas y, a pesar de que su personalidad me genera seguridad, al recordarme a mi madre, no estoy seguro si quiero arriesgarme a pasar más tiempo con ella. Mi madre siempre logró tenerme bajo su control y que yo hiciera todo por ella sin pedírmelo, no quiero brindarle a esta chica ese poder.


Ha estado escribiéndome todo el día, al menos cada hora, recibo un mensaje de su parte. Eso ya se puede considerar insistir, pero debo valorar su persistencia, definitivamente, no es una chica que se rinde fácilmente, tal y cómo lo predije, pero no puedo aceptar. Quiero decirle que no, es la decisión más conveniente para mí, pero por esa extraña familiaridad que tengo con su persona, me siento mal con ella.

Mis sentimientos no le pueden vencer a mi razón.

No pueden.

Suena el móvil, avisando la llegada de un nuevo mensaje de texto.

Meg: Ethan, recuerda que es mañana y estás totalmente invitado, te estaré esperando. No me dejes plantada.

Agarro mi celular y le respondo lo que hace unos segundos pensé que no diría.

Yo: Tranquila, linda. Allí estaré.

¡Oh, sí que pueden!

La persona correcta en el momento perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora