Capítulo 68 | Tate

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El viaje de vuelta a casa fue horrible y bueno a la vez.

Estuve triste y pensativa todo el tiempo, pero pude descansar todas las horas posibles.

No fue mi intención ignorarlo o evitarlo, pero era inevitable no sentirme incomoda o mal conmigo misma. Incluso quise pensar mal sobre Loisa, pero, ¿a quién puedo culpar? Es una chica increíble y preciosa, me sonreía todo el tiempo e incluso me regaló un abrazo al despedirse, ¿cómo no iba a devolvérselo? Ahora entiendo por qué se ven tan bien juntos. Seguro que tuvieron momentos lindos en el pasado y se nota que se entienden perfectamente.

Pero eso no disminuye el nudo en mi estómago.

Mark se dio cuenta de mi cambio de humor el último día, después del almuerzo. Estaba bromeando conmigo, pero yo no tenía ánimos para seguirle el juego, así que terminé contándole cómo me sentía y luego me puse a llorar como una loca desesperada que ni sabía por qué lloraba. Él solo me abrazó y me dijo que todo estaría bien, y eso fue justo lo que necesitaba en ese momento. Por eso me agrada tanto, porque, a pesar de su personalidad, sabe cuándo son momentos serios.


Por estar metida en mí misma, olvidé el consejo de Bree, acerca de abrigarme bien desde Hawái, ya que me aseguró que el cambio de temperatura me podría hacer daño, lo cual sí sucedió.

Me distraje y no me abrigué lo suficiente. Incluso salí con la misma ropa del aeropuerto a mi casa, y definitivamente el cambio de temperatura a unos 5°C, me golpeó fuerte.

Llegué a mi cama y quedé rendida allí. Pero el problema lo vi, cuando no pude levantarme en la mañana. Tengo un resfriado horrible y un malestar general en el que siento que me puedo desmayar aquí mismo. No quiero preocupar a nadie, así que le pedí el favor a Bree para que dijera que llegué muy cansada y no podía ir a trabajar.

No admitiría que estoy enferma, al menos no por el momento. Dejaré el regaño para más adelante.

Intenté hacer algo, pero solo logré pararme unos minutos, para colocarme una de mis pijamas térmicas favoritas. Es de oso, color marrón y super cómoda. Tomo una botella de agua y me meto dentro de mis sábanas, no paro de temblar y sudar frío. Una parte de mi conciencia me dice que debo acudir a alguien, tomar medicinas recetadas e incluso ir al hospital.

Pero entonces, comienzo a escuchar voces, para ser más exacta, una sola voz, y también al timbre sonar, una vez, dos, tres... Hago uso de todas mis fuerzas existentes y me acerco a la entrada. Me siento mareada, no recuerdo la última vez que estuve tan enferma.

Abro la puerta, intentando reconocer la figura que está frente a mí. Después de unos segundos, intentando enfocar la visión, lo veo.

Ethan.

Trae un abrigo negro y me mira con unos ojos preocupados. Intento recuperar la postura y actuar de la manera más natural, pero ni una actriz profesional puede disimular mi estado. Quise negar su ayuda, pero terminé en sus brazos.

Recuerdo tener un mareo horrible y sentir que me envolvía un calor profundo, así como una helada. Escuché su voz cerca de mí, como susurrándome, pero luego, todo quedo en negro.

Empiezo a escuchar ruidos, así que me muevo un poco. Aún puedo sentir el sudor bajando por mi frente y los escalofríos recorriendo mi espalda. Sin embargo, me siento un poco mejor que antes.

Sé que lo último que pasó fue que Ethan entró a mi casa, pero no sé nada más. Quiero moverme para poder ver la hora, pero no tengo fuerzas para eso, así que decido esperar un rato más e intentar dormir.

La persona correcta en el momento perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora