Capítulo 1 | Ethan

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El mundo da vueltas, últimamente suele hacerlo mucho.

No recuerdo qué pasó anoche o por qué rayos hay una mujer desnuda durmiendo a mi lado con una mano sobre mi pecho, pero eso tampoco importa. Ciertamente esta no es mi cama, así que tomo todas mis cosas y me largo de ahí.

Camino en medio de la acera, en busca de la dirección para poder irme a casa. Admito que sé que no estoy haciendo las cosas bien, también sé que mi madre no estaría orgullosa de ver el hombre que soy ahora, pero, maldición, no puedo evitarlo.

Me siento vacío, sin ánimos de seguir levantándome cada día. Incluso congelé mi carrera justo por la mitad, ya no podía seguir estudiando, no podía concentrarme. Así que, ahora trabajo como asistente en una tienda, arreglándomelas para cumplir con el arriendo y seguir pagando las cuentas del hospital, porque, a pesar de que mi madre no pudo salir, debo seguir saldándoles.

Si retrocedo a cuando era más joven, no me imaginaría que este sería yo a los veintidós. Yendo a bares y clubes en la noche para poder tomar todo lo que esté a mi alcance y compartiendo tiempo con algunas chicas. Pero así es la vida, cada vez te jode peor.


Salí a correr esta mañana como lo hago a diario, es una rutina que no puedo romper. Pero todo apesta. Puedo ver a las personas abrumadas por su trabajo, otras ejercitando, el embotellamiento de los carros, el ruido ensordecedor de la ciudad y el tiempo que avanza sin piedad y, a pesar de lo cansador que se vuelve después de unos kilómetros, esa sensación de fatiga me satisface, así como a mi vista lo hace esa chica que está caminando en la acera mientras habla por teléfono. Tengo que admitir que su sonrisa es jodidamente hermosa, nunca había visto una sonrisa que transmitiese tantas cosas. Sin embargo, cambié de dirección y alejé mi vista de ella, porque, aunque suene egoísta, ver su despampanante alegría me agobia, ya no soporto ver a la gente que es demasiado positiva y que no paran de sonreírle a la vida. A menos que sea por diversión o para pasar el rato, siempre se pueden fingir sonrisas.

No soy un tipo muy interesado en la vida, ni por las cosas relacionadas a ella, simplemente me dejo llevar por las situaciones y acontecimientos. Tampoco me agrada demasiado relacionarme con los demás, siempre les brindo una sonrisa falsa o los ignoro para evitar cualquier posible roce o desacuerdo. No busco problemas con nadie, solo acabarán con mi energía y tiempo. A pesar de no querer nada, debo cumplir las necesidades básicas de mi cuerpo, y pasar el tiempo con diferentes chicas al azar. Especialmente si me encuentro un poco pasado de copas, se vuelve bastante fácil y encantador.


En la tarde me sentía un poco sofocado por la cantidad de clientela y estaba a punto de darme una jaqueca por el ruido, no sólo de las personas hablando, sino de la puerta abriéndose y cerrándose. Y, sobre todo, que la tienda queda ubicada justo enfrente de la avenida principal. De repente, la voz de una chica me hace volver a la realidad.

Mi maldita realidad.

- Perdóname, ¿me podrías decir cuánto cuesta aquel?- Y así de rápido me volví a perder de la realidad.

Era la chica más guapa que he visto. Tiene una corta cabellera y sus largas pestañas abrazan unos grandes ojos marrón, por no decir, que tiene una linda figura delgada que llama completamente mi atención.

- Disculpa, ¿me podrías repetir lo que dijiste?- Se río, de hecho, podría decir que se burló de mí.

- Te dije que, si no estabas muy distraído mirando, me podrías comentar cuánto cuestan esas manillas- Y ahí supe, que esta chica tiene algo diferente, y me gusta. Tal vez, ir por un trago con ella más tarde, no suena como una mala idea.

Me atrae demasiado su cara y la forma de su cuerpo. No recuerdo haberla visto antes.

- Claro, preciosa. Te costaría £ 3,81.

- Okay, entonces dámelas. Sé que mi mejor amiga las amará- dice con tanto entusiasmo, que me provoca sonreír también, pero ese pensamiento sólo permanece un segundo. No me gusta cuando tienen ese tipo de energía hacia mí, únicamente les puedo regalar sonrisas si prometen terminar en la cama más tarde.

 - Son tuyas, entonces. Cuídate, linda, espero volverte a ver- le digo junto a un guiño.

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Tengo una resaca terrible. Ayer me pasé de copas por culpa de una linda empleada que empezó a insinuarse desde que entré, terminé siguiéndole el juego y aceptando todos los tragos y copas que me ofreció. Luego de eso, sólo recuerdo tenerla encima mío. En la mañana, noté que mi billetera estaba vacía. Por suerte, estoy acostumbrado y, de cierta forma, preparado para situaciones como esta. No cargo mucho más de lo que creo necesitar en el día, en ocasiones, esa estrategia también es mi salvación para no gastar demasiado dinero en alcohol.

Puede sonar demasiado aburrido o desocupado, pero, como pueden existir los días en que no hay descanso por la cantidad de compras, también existen los días en que sólo entran cinco personas. Hoy es uno de esos últimos, por lo que me ubico en la primera vitrina y procedo a organizar de una manera diferente los accesorios. No parece ser una tarea demasiado agotadora, además, logra hacer que el tiempo pase un poco menos lento. Odio que las horas sean eternas.


Dos semanas después, la misma chica entra en la tienda. La reconozco tan rápido, que hasta me da miedo haberme encaprichado con su aspecto. Puede que me haya decepcionado un poco no encontrarla en algún bar, pero, para eso, existen más chicas.

Después de un rato de mirar algunas joyas, la chica toma un collar y suspira, me pregunto la razón de ese pequeño gesto. Pero, antes de que me dé cuenta, se encuentra frente a mí, dispuesta a pagar. Así que me propongo no dejarla ir hasta que sepa su nombre, la curiosidad es otra de mis cualidades, o defectos, pero no hay nada que perder, puede que incluso no la vuelva a ver en mi vida.

- Qué bueno volver a verte, preciosa. Por cierto, ¿cuál es el nombre de esta linda señorita?

Una pequeña sonrisa cruzó por su rostro antes de responder- Igualmente. Mi nombre es Megan. Y el tuyo es...

- Es el nombre más lindo que alguna vez escuché- Se ruboriza. Me encanta que lo haga, se ve linda y... vulnerable. No entiendo por qué siempre las mujeres suelen ser tan sensibles a comentarios como esos, si supieran que le puedo decir lo mismo a todas las chicas con las que me crucé en el mismo día.

Salgo de mis pensamientos y prosigo - El mío es Ethan- Intento brindarle mi sonrisa más coqueta, aunque en ella no tiene el mismo efecto que con las mujeres con que suelo relacionarme. Eso me hace dudar sobre qué tipo de persona es la que tengo enfrente.

- Me gusta tu nombre, parece que tus padres eligieron uno bueno- Un intento de tristeza y lágrimas hace lugar en mi rostro por un segundo al pensar en mi madre. Sin embargo, logro ocultarlo rápidamente, como siempre.

- Claro- respondo. Pero parece que ella se da cuenta del ligero cambio de mi actitud, así que se dirige hacia la puerta, y antes de que salga, digo:- Espero verte otra vez por aquí, preciosa- Lo que le debo decir, por petición de mi jefe, a cada cliente que salga de la tienda.

- ¿Por qué sigues llamándome así, si ya sabes mi nombre?- pregunta con una curiosidad risueña, como si, a pesar de saber la razón, quisiera escucharlo de mí.

- Porque lo eres, eres muy linda- Ella asiente con un ligero sonrojo.

- Yo también espero volver a verte, Ethan- Y así desaparece de mi vista. 

Lo que me recuerda que esa noche debo ir por algunos encargos.

La persona correcta en el momento perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora