Capítulo 32 | Tate

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Odio correr.

Había olvidado por qué no me agrada hacer ejercicio. Cuando estaba en secundaria, siempre me costaba educación física, en ese entonces creía que el deporte simplemente no estaba diseñado para mí. Solía faltarme el aliento muy rápido y mis mejillas se coloreaban de inmediato. Sin embargo, intentaba dar mi mayor esfuerzo para la materia.

Cuando Meg ingresó a un gimnasio, al comienzo de nuestras carreras universitarias, me pidió que me uniera a ella.

Duré un día.

Esa vez casi pude ver mi muerte, y ni hablar de que al siguiente día no podía ni mover un dedo. Ambas acordamos que el gimnasio no era lo nuestro, y que no desperdiciaríamos nuestro dinero y tiempo en un lugar que nos explotaría hasta la muerte. Sus palabras, no mías.

Decidí que simplemente mi cuerpo no estaba hecho para el ejercicio o cualquier actividad que requiera mucho esfuerzo de mi parte. También me había prometido nunca volver a intentarlo.

Pero aquí estoy. Definitivamente no puedo dejar que él me venza. Hice mi mayor esfuerzo para no desmayarme en frente de él y que pudiese notar cuánto odio esto, pero se lo debo. Lo había prometido, haría lo posible por acercarme a él y si eso significa hacer ejercicio, entonces lo haré.


- ¿Cómo amaneciste hoy, Tate?

- Bien, ¿tú qué tal? ¿Ya te dijeron a quién debíamos atender hoy?- respondo, recuperando el aliento.

- Es que pareces un poco pálida, ¿acaso no desayunaste? Y sí, de hecho, hoy será un día ligero.

- ¡Gracias a Dios! Ocurre que salí a trotar esta mañana.

- ¿Y trotaste por cuántas horas?

- Digamos que el ejercicio no es lo mío- Pero parece que ahora lo será.

- ¿Entonces por qué lo haces? No me digas que algún comentario estúpido te hizo pensar que lo necesitas, sabes que tienes un cuerpo hermoso. Además, tú nunca has sido de las que les importa los comentarios de los demás.


Bree llegó a trabajar el mismo día que yo. Ambas parecíamos un poco perdidas, así que, prácticamente, nuestra unión fue inmediata. De hecho, diría que ella me ayudó. Es una chica muy entusiasta y extremadamente social, así que, para mí es como estar con mi versión totalmente opuesta, pero que al igual es muy agradable.

Hubo una ocasión, el año pasado, en que un pasante empezó a acosarme. Al comienzo era muy leve, así que simplemente lo ignoraba, hasta que un día nos encerró en una habitación. Fue horrible, ya que, aún los hombres en esa área, pueden causar tal efecto en mí. En el momento exacto en que se acercó para empezar a tocarme, estaba luchando con la parte de mi cerebro que le gritaba a mi cuerpo que se defendiera y dejara de estar paralizada.

Gracias a Dios, no pudo llegar más lejos, ya que Bree estaba buscándome y, apenas la vi por la pequeña ventana, saqué un grito de mi interior, un grito que no sabía que tenía. Ella entró y lo golpeó, apartándolo de mí. Desde ese día, hemos sido inseparables y he aprendido defensa personal.

Le conté una parte de mi historia y ella me afirmó que para una chica que había pasado por eso, es un requisito aprender a defenderse. Le hice caso y agradezco haberlo hecho, sin embargo, aún no se ha presentado una situación en la que pueda implementarlo.

Además, sé que falta algo más que debo entrenar. Aunque sepa defenderme, una parte de mi cerebro se queda en blanco en situaciones como esas, debo buscar la forma de dejar de sentirme intimidada y a la defensiva cuando un hombre me tome desprevenida. No me rendiré hasta lograrlo.

La persona correcta en el momento perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora