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T.

Despierto entre las sábanas de satín sedosas y siento que cada músculo todavía está contraído por la intensidad de la noche anterior. Después de la mesa, lo volvimos a hacer en la cama, y mi cuerpo sigue sintiendo los efectos. Inhalo profundamente, y el aroma de él todavía impregna mi piel. El hecho de que no esté a mi lado me amarga, como si nunca hubiera amanecido sola.

¿Qué mierda?

Me levanto, poniéndome la bata que tengo a los lados, y salgo sigilosamente de la habitación para cerciorarme de que estoy sola. Pero no lo estoy.

Lo veo en la terraza del departamento, tomando un café y revisando su celular. Me percato de que no han recogido los vidrios de la vajilla que quebramos en medio del acto. Sin respirar siquiera, levanto uno de ellos, el más grande y filoso de todos, con la seguridad de que podría cortarle la yugular ahí mismo.

Me acerco paso a paso y, por primera vez, no me siento tan capaz de hacerlo. Mi pulso tiembla mientras empuño el cristal, que al final termina resbalando de mi mano y rebotando en el piso debido a mi tensión.

Él se gira por el estruendoso chirrido de los pedazos de vidrio y nuestras miradas se conectan.

—Lena, despertaste...

—Buenos días, lo siento, yo solo quería recoger los pedazos...

—Oh, no te preocupes por eso. Si no los han recogido es porque no quería que molestaran tu sueño.

Me acaricia la mejilla con su palma, y un escalofrío recorre mi espalda.

—Ya es tarde, no tendríamos que estar aquí.

Musito, con una sensación cálida que me provoca tenerlo así de cerca.

—Tampoco te preocupes por eso. Yo desocupé mi mañana y le avisé a Charlotte que las clases con Rosie se pospusieron para la tarde.

—Qué bueno... —esbozo una sonrisa ladeada y lo jalo de la tira de su bata para llevarlo hasta el cuarto. Pero antes de llegar, tocan el timbre.

—¿Esperas a alguien? —pregunto, intentando disimular mi incomodidad.

Él abre y resulta ser el servicio a cuarto con un desayuno que seguramente pidió.

Una bandeja con croissants, panes tostados, ensalada de frutas, dos vasos de jugo de naranja y dos huevos a la copa. Además, hay toppings como mermelada y mantequilla para untar. Él deja la bandeja sobre la cama y nos acostamos juntos.

—Ups, se me derramó un poco de mermelada —digo mientras dejo caer un poco sobre su torso—. Déjame limpiarlo.

Me subo encima de él, recogiendo mi cabello para que no estorbe, y lamo la mermelada con una succión lenta y deliberada.

Él se ríe, apoyando su cabeza hacia atrás, disfrutando de mi atención.

—Fresa, rico...

'Accidentalmente' dejo caer otro poco de mermelada sobre sus anchos pectorales y lo limpio de la misma forma, arrancándole un gemido de placer.

Finalmente, pongo un poco de mermelada en sus labios y lo beso con la misma intensidad de anoche, sintiendo el sabor dulce mezclarse con nuestra pasión.

—Me toca —dice, separando nuestros labios para tomar el recipiente con el dulce néctar.

Me desata la bata, bajándola hasta mi espalda baja, y pone un poco de mermelada sobre mis ahora erectos pezones. Su boca y lengua hacen maravillas, haciéndome gemir sin esfuerzo.

Hay algo más en él que me intriga, algo que va más allá de lo físico. Mientras nuestros cuerpos se entrelazan nuevamente, no puedo evitar preguntarme si realmente podría dejar atrás mi pasado y empezar de nuevo con él.

Tras de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora