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Traté de manejar las acciones de este cap lo mejor que pude, si has pasado algo similar que nuestra Cheríe, lo lamento muchisimo 💜

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Narrador Omnisciente.

24 horas de cuarentena.

El calor había cedido ligeramente, pero el hambre y la sed no. Los brazos de Thaile aún dolían, y la oscuridad era perturbadora. Sin embargo, lo que más la desquiciaba eran los sonidos. Escuchaba ratas merodeando a su alrededor; no sabía si eran reales o si el ruido solo existía en su mente. Se mantenía encogida en un rincón, temiendo que en cualquier momento se le subieran encima. Luego, detonaciones. Una ráfaga de disparos lastimó sus tímpanos y paralizó su corazón y su respiración por unos instantes. Cuando recuperó el aliento, se dio cuenta de que no eran más que ruidos, ecos provenientes de un lugar desconocido.

La puerta se abrió lentamente, revelando a Barbie con una sonrisa burlona en el rostro. Al ver a Thaile tapándose los oídos y temblando en la pared, la mujer soltó una carcajada.

—Qué lástima, reinita —dijo, dejando caer un plato con croquetas de perro frente a ella. El olor nauseabundo hizo que Thaile sintiera arcadas, pero se obligó a contenerlas—. Esto te lo ganas por estúpida. ¿Intentar engañarnos? —Barbie se paseaba de un lado a otro, sus altos tacones resonando en el suelo—. Espero que con esto, los tuyos aprendan a dejarnos en paz.

Thaile, luchando contra la debilidad, se levantó y alzó el mentón con orgullo.

—Saldré de aquí —sentenció con firmeza—. Quizás no hoy ni mañana, pero saldré, y tú y tu hippie de mierda me lo pagarán.

La valentía momentánea de Thaile no fue bien recibida por Barbie. Con una sonrisa cruel, la mujer tomó un puñado de las croquetas del plato y se acercó a Thaile. Thaile apretó los labios, consciente de que cualquier reacción violenta podría perjudicar lo que llevaba en su interior.

—¡Come, perra! —gruñó Barbie mientras untaba la comida en la cara de Thaile.

Cuando se cansó de jugar, Thaile, llena de asco, le escupió en la cara. Barbie simplemente se rió, descarada.

—Rico —se limpió con las yemas de los dedos, chasqueándolas con satisfacción—. Pero ya tendremos tiempo de jugar más.

Barbie salió, dejándola nuevamente en la maldita oscuridad, acompañada solo por los sonidos torturadores que la habían atormentado toda la noche.

Mientras tanto, en la hacienda, la Agente Wilson y Shun regresaron, buscando entre las cenizas cualquier indicio de Thaile. Tomaron muestras, pero ninguna pertenecía a ella ni a ninguna otra persona. Toda la noche se la pasaron montando redadas en bares y discotecas, registrando cada avión que intentara salir del país o de la ciudad, pero Thaile parecía haber desaparecido sin dejar rastro. El rastreador de Shun seguía marcando el mismo punto donde quedaba la hacienda, y su corazonada no lo dejaba en paz.

—¡Tenemos que volver, por favor! —le insistió Shun a Wilson cuando, nuevamente, se vieron forzados a abortar la misión.

—Shun, ya revisamos todo. No hay nada ni nadie aquí —respondió Wilson con cansancio, notando la tensión en su compañero—. Incluso hicimos huecos en la tierra, y no encontramos nada.

Wilson suspiró, colocando una mano en el hombro de Shun para intentar reconfortarlo.

—La encontraremos.

—Los encontraremos —corrigió Shun con determinación—. Ella y su bebé tienen que estar bien.

Pero la frustración era palpable, no solo por la desaparición de Thaile, sino por la presión que el Senador Marc Zhang estaba ejerciendo sobre ellos. El Senador los acosaba con llamadas constantes, exigiendo resultados, cuestionando sus métodos, mientras ellos, agotados y desgastados, sentían que cada esfuerzo que hacían era en vano. La tensión se acumulaba, y algunos miembros del equipo comenzaban a sentir que no solo estaban luchando contra el tiempo, sino también contra la propia desesperación del Senador.

Tras de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora