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Thaile.

Marc y yo llegamos a la mansión, donde somos recibidos en el comedor por Blanca, Elías, Roger y Nicolás. Nos informan que Rosie se ha ido a pasar unos días con su madre biológica, quien ha conseguido una orden judicial para llevarse a la niña mientras inicia el proceso de custodia. Esta noticia no parece sentarle nada bien a Marc, y al parecer a alguien más en la mesa, que juega con su plato y muestra una expresión de disgusto.

Las mucamas empiezan a servir la cena bajo la mirada de Alice, que parece confiada en que su identidad sigue oculta.

—Su té, señora —dice una de las mucamas al entregar una taza a Blanca.

Blanca recibe la taza y la coloca en la mesa, pero antes de que pueda tomar un sorbo, estiro el brazo como si fuera a tomar una de las servilletas de tela mostaza. La taza se cae, rompiéndose en el suelo y derramando su contenido amarillo sobre el mantel beige, creando un gran charco a los pies de mi madre.

—¡Ay, qué torpe! —exclamo, fingiendo sorpresa.

—Oh, no se preocupe —responde Alice, levantándose—, ya lo hago limpiar.

Hace una señal a una de las sirvientas, que se dispone a buscar algo para limpiar. Sin embargo...

—La que lo va a limpiar eres tú. Ve a buscar un trapo —digo con firmeza, sorprendiendo a todos en la mesa con mi demanda.

—¿Perdón? —pregunta Alice, visiblemente ofendida.

—¿Eres sorda o te cuesta entender? —respondo con desdén—. No olvides que aquí también eres una empleada. Así que, ve a buscar el maldito trapo y limpia. La señora Turner no comerá con este desastre en la mesa.

Los presentes fruncen el ceño ante la situación.

—¿Algún problema con cumplir la orden de una de tus señoras, Alice? —pregunta Marc con ironía, aumentando la incomodidad en la mesa.

—Queridos, están exagerando... —interviene Blanca, intentando minimizar la situación—. Yo misma lo puedo limpiar con una servilleta.

—Solo está haciendo su trabajo —le sonríe Marc.

—Sí, señor, ya voy a limpiar —balbucea Alice, visiblemente frustrada, antes de salir para buscar un trapo.

Regresa poco después con un trapo absorbente, arrodillándose para recoger los vidrios rotos y frotar el charco en el piso, básicamente a los pies de Blanca, que evita mirarla.

—Gracias, querida —le dice Blanca con tono apenado al ver a Alice terminar su tarea.

—Con permiso —murmura Alice, llevándose el trapo y los restos de la taza.

La atmósfera en la mesa es tensa. Todos parecen confundidos y desconcertados por la situación, y me pregunto qué ha llevado a Alice a actuar de esta manera. A pesar de lo que ha ocurrido, no puedo evitar sentir cierta curiosidad. Con el dinero de Elías y el sueldo generoso que recibe, Alice podría haber hecho algo más con su vida, en lugar de estar aquí, aparentando ser una víctima en una familia que aparentemente desprecia.

—¿Qué carajos fue eso? —pregunta Roger, saliendo de su asombro—. Se pasaron, pobre de Alice.

Elías se muestra tenso y evita hacer comentarios, probablemente debido a la mirada juzgadora de su hijo mayor.

—De pobre no tiene nada —le respondo con desdén—. ¿Todos los Turner son tan ingenuos o solo ustedes?

—Después entenderán —cambia de tema Marc—. Por ahora, hay que organizar la presentación de Nicolás.

Tras de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora