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Marc.

Llego a la mansión y Alice me recibe con su habitual formalidad.

—Buenos días, señor —me saluda, inclinando ligeramente la cabeza—. Lo esperan en su despacho.

Le devuelvo el saludo con un leve asentimiento. Aunque aprecio su ayuda con Rosie, aún no entiendo por qué mi padre insistió en mantenerla trabajando aquí.

—¿Y mi princesa? —pregunto.

—La señora Charlotte la envió con sus abuelos, por seguridad... —responde Alice.

—¿Cómo se le ocurre hacer eso sin consultarme?

—Todos estamos consternados por lo sucedido con el joven Francisco. Así que...

La dejo con la palabra en la boca y me dirijo hacia mi despacho. Al abrir la puerta de golpe, me encuentro con Roger, mi padre y Charlotte.

—¿Cariño, cómo estás? —me pregunta Charlotte, conteniéndose de abrazarme al notar la expresión en mi rostro.

—¿Por qué enviaste a Rosie con sus abuelos sin siquiera avisarme? —le reclamo.

—Porque allí estará segura —responde, enderezándose—. Es más, creo que lo mejor sería que se fuera a estudiar a Europa.

La insinuación me sorprende.

—No —sentencio.

—Es lo mejor —alega—. Si no estuvieras tan obsesionado con esa mujer, podría estar más tranquila y pendiente de Rosie.

—Por favor, no metas a Lena en esto —le digo—. Sí, tal vez no puedo estar todo el tiempo con Rosie, pero nunca estará tan segura como en su casa.

—Estoy de acuerdo. La mansión está protegida por un anillo de seguridad, y aquí nada le podría pasar... —interviene Roger—. Además, no puedes alejarla de nosotros, su familia.

—Lo siento, pero tu hermano hace tiempo que destruyó a la "familia" —digo, haciendo comillas en el aire—. Así que solo me queda velar por mí y por mi hija.

—Y ella también es mi hija —responde Charlotte—. Así que antes de tomar una decisión sobre ella, me la planteas para llegar a un acuerdo, ¿entendido?

Me sostiene la mirada desafiante.

—Sí, señor —me gruñe.

—Ahora ve por ella a casa de tus padres —le pido—. Llévate seguridad.

Se da la vuelta con indiferencia y se va.

—Qué bueno que regresaste, hay mucho por hacer —dice mi padre, que solo se mantenía con los dedos en el puente de su nariz, mostrando desaprobación.

—Padre, estamos de luto y solo piensas en el trabajo —interviene Roger.

—No vamos a estar llorando por alguien que ya no está toda la vida —responde papá.

—Claro, para ti es muy sencillo, ¿no? —sigue Roger—. Olvidarte tan fácilmente de las personas que se van.

—¡No vamos a empezar! —exclama papá, levantándose—. Pónganse al día.

Mi padre se marcha, y si Roger supiera lo mucho que le afectó la pérdida de mamá, lo vería como un hombre frío e insensible. Pero en su momento, papá estaba devastado, intentando no irse con ella porque tenía a dos niños que cuidar.

—Con lo insensible que es, no entiendo cómo piensa adoptar un niño... —comenta Roger con un toque de ironía.

—¿A qué te refieres? —pregunto, frunciendo el ceño.

Tras de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora